Adquirí este salvoconducto porque es un caso raro de salvoconducto-garante característico de la España franquista de posguerra.
Y cuál fue mi sorpresa, cuando descubrí que estaba expedido a un empleado de "Los Gabrieles": la taberna más golfa de Madrid.
Emisor: Este salvoconducto aparece titulado como "Certificado de trabajo." Se trata de un documento expedido por un particular, en este caso el dueño de la taberna "Los Gabrieles."
Fecha expedición: 3/Jun/1939. "Año de la Victoria." (Dos meses después de que las tropas de Franco entraran Madrid)
Derecho otorgado: El propietario de un negocio avala que su empleado es persona de buena conducta y retornará a su domicilio cuando acabe de trabajar en la taberna "Los Gabrieles".
Recordemos que estaba vigente el toque de queda. El emisor expende un documento que justifica la presencia de su empleado en la vía pública a altas horas de la madrugada.
Ambos deberán responder ante las autoridades franquistas de cualquier conducta del portador que extralimite el derecho otorgado.
Beneficiario: es el "cajero-contable" de la taberna "Los Gabrieles", "portador de la presente" y que tiene "necesidad de circular por la vía pública a horas avanzadas de la madrugada". Tiene 22 años.
En el salvoconducto consta la dirección del interesado: "calle de las huertas 68", la taberna estaba a 6 minutos andando (500 m) de su domicilio.
Contexto:
Los protagonistas de nuestro salvoconducto son el propietario y un empleado de una de las tabernas más emblemáticas de Madrid.
Se les llamaba "Gabrieles" a los garbanzos del cocido madrileño. |
Inaugurada en 1907, "Los Gabrieles" era el local indicado para correrse una juerga en Madrid. En sus casi 100 años de historia, nunca cambió de nombre.
En "Los Gabrieles" se juntaba la fauna más noctámbula de la capital: personajes de la farándula, literatos, señoritingos, aristócratas, actrices en ciernes, busconas y fulanas de postín.
Situado en Echegaray 17 (detrás de la plaza de Santa Ana), Los Gabrieles quedaban muy a mano para seguir la juerga a la salida de los cafés, revistas y teatros de la zona. Un "afterhours" de principios de siglo que permanecía abierto cuando cerraba todo lo demás.
En aquella época no había pantallas de plasma para dar ambiente a los locales, pero en Los Gabrieles suplieron la carencia con murales cerámicos que representaban escenas equívocas de ninfas y campesinas generosamente dotadas.
Empresas bodegueras como "Anís del Cisne", "La Gitana" o "Marqués del Mérito", financiaban los murales a cambio de publicidad. El resultado son curiosas escenas que van de lo costumbrista a lo surrealista. Hoy día están catalogadas como la Capilla Sixtina del muralismo cerámico madrileño.
En la primera planta estaba el comedor "de las provincias" decorado con imágenes de ciudades españolas, no obstante lo mejor estaba en el sótano: unos reservados "temáticos" donde la gente guapa se montaba sus propias jaranas.
* * *
"Bastaba con tocar un timbre, porque el camarero no acudía si no era requerido:
— Otra media de vino y unas aceitunas para entretener "la gusa."
Volvía el camarero y la puerta se cerraba tras él.
Después... ¡el diluvio!."
A Los Gabrieles acudían actrices consagradas y otras no tanto. Mujeres de buen ver y coreógrafas de revistas y cabarets en los primeros escalones de la dura ascensión a la fama.
Amigos, amantes, chulos, pretendientes y hasta estudiantes con entrada de claqué, las esperaban a la salida de teatros y cabarets para invitarlas a cenar en "Los Gabrieles."
Actores celebrando un estreno, dramaturgos festejando un éxito de taquilla o un banquete-homenaje a un intelectual. Cualquier excusa era buena para encargar una juerga en Los Gabrieles.
Según testimonios de la época, tardaban en servir y no se comía nada del otro mundo, pero no parece que importara a nadie. Allí se iba a otra cosa.
Se dice que el dictador Primo de Rivera acudió a sus reservados para sacudirse la soledad del mando. También que Alfonso XIII (fiel a la tradición borbónica) flirteó con plebeyas en la famosa taberna. Y hasta Franco se dio una vuelta por el local estando de permiso por Madrid en la campaña de Marruecos.
Toreros como Manolete, Belmonte y el Gallo celebraron sus triunfos en un reservado circular decorado como plaza de toros (burladeros incluidos) donde emulaban sus faenas con bellas señoritas... mientras algún cantaor se arrancaba por bulerías.
Sala torera, antes de su restauración. (Foto de Lorenzo Alonso Arquitectos) |
A pesar de no ofrecer espectáculos programados, el local contaba con su propio cuadro de bailaores, cantaores y guitarristas.
Nuestro salvoconducto da fe de que el local seguía en candelero en la inmediata posguerra; sin embargo, a finales de los 50 decayó el ambiente porque la zona empezó a llenarse de drogatas, macarras, chulos y gente de mal vivir. La zona era frecuentada por legionarios de permiso por Madrid.
Quitaron los azulejos de la fachada y Los Gabrieles se reconvirtió en un prostíbulo con madame.
En los 80 recuperó el sabor flamenco, y volvieron a servirse los mejores finos, jamón de pata negra y audiciones privadas para grupos reducidos. Reserva previa.
Cerró definitivamente en el 2004. El edificio fue comprado en plena burbuja inmobiliaria por una empresa constructora que pretendía rehabilitarlo y convertirlo en apartamentos de lujo.
El local y sus murales fueron preservados y restaurados al estar protegidos por ordenanza municipal. Arqueólogos municipales supervisaron las obras.
Entonces llegó la crisis.
En el 2012 el "movimiento okupa por la vivienda digna" se apropia del edificio. Llegaron a celebrar asambleas en sus míticos salones. Finalmente, lo abandonaron y se tapiaron sus ventanas.
En el momento de escribir este artículo está en venta y cerrado.
Imagen actual del local en Google maps. |
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