La guerra se había desplazado al Ebro. La actividad en el frente madrileño se reducía a esporádicos golpes de mano, colocación de minas subterráneas para volar algún que otro parapeto, y jaranas esporádicas para mantener la tensión de los soldados.
Cuando el 4 de Octubre de 1938 volvieron a sonar las alarmas antiaéreas, los madrileños evocaron los primeros meses de guerra.
Cuando Franco bombardeó Madrid con pan.
Cuando la propaganda nos habla de bombardeos "fascistas" sobre Madrid, enseguida nos imaginamos explosiones por doquier y ciudadanos despavoridos buscando refugio.
Sin embargo, lo cierto es que los madrileños se hicieron expertos en bombardeos. Sabían si había peligro o podían quedarse tranquilamente en su casa con las persianas echadas, tal y como ordenaba la Junta de Defensa.
Si el bombardeo era artillero, aguzaban el oído para distinguir si era "de obús", o "de combate."
Los obuses iban dirigidos contra objetivos dentro de la ciudad y traían peligro, los "de combate" solo preocupaban a los soldados en las trincheras del Manzanares.
Quienes tenían la desgracia de vivir cerca de objetivos militares (Ministerios, depósitos, acuartelamientos, puestos de observatorio, etc…) corrían peligro de ser baja por "efectos colaterales" y (el que podía) se mudaba a casa de algún pariente en zona más segura.
Por el ronquido de los motores distinguían los aviones. Los madrileños sabían calcular la distancia, el rumbo y la altura a la que volaban. Se sabía si los aviones eran amigos o enemigos y hasta el barrio donde caerían las bombas.
Existen numerosos testimonios de ciudadanos admirando en plena calle el espectáculo de los cazas batiéndose sobre sus cabezas.
Bautizaron los aviones con nombres muy castizos, así "el churrero" era un bombardero que solía aparecer de madrugada, los "Pedritos" eran unos bombarderos barrigudos a semejanza del Alcalde de Madrid, un caza Polikárpov I-15 era un "chato", y los I-16 eran "moscas"...
Los madrileños preferían refugiarse en los sótanos y portales de sus propias casas, compartiendo refugio con sus vecinos. Las estaciones de metro solían llenarse de forasteros que llegaban huyendo de la guerra y no encontraban mejor albergue.
Tres cazas rusos sobrevuelan la calle Alcalá en Madrid. (Foto de Robert Capa - Magnum Photos.) |
Después de dos años y medio de guerra, el pueblo madrileño tenía un máster de supervivencia en bombardeos.
* * *
Cuando aquella tarde de octubre, los antiaéreos llenaron el cielo de nubecillas blancas, los madrileños sintieron más curiosidad que miedo.
El bombardeo de pan.
Imagínate la sorpresa. Aquellos aparatos sobrevolaron la Gran Vía, viraron rumbo a Cuatro Caminos a la altura del edificio de Telefónica y empezaron a soltar unos bultos que caían balanceándose sobre calles y azoteas.
Ciudadanos asisten a un raid aéreo en Barcelona. Foto de Robert Capa - Magnum. |
No había terminado el cañoneo antiaéreo, y los más curiosos ya se acercaban a inspeccionar aquellos extraños objetos caídos del cielo.
Eran sacos repletos de panecillos blancos.
Inmediatamente corrió la noticia: los “fascistas” estaban arrojando pan sobre la capital.
Carlos Morla Lynch, diplomático chileno que pasó la guerra en Madrid, escribió en su diario:
“El hecho es simbólico, simpático y muy español: bombardear una ciudad con pan”.
Guerra psicológica.
Los servicios de Inteligencia y Propaganda franquistas daban donde más dolía, aquel bombardeo tenía como misión acabar con aquella maldita guerra.
Ya escribí en otra ocasión sobre el hambre que se pasaba en Madrid, no voy a extenderme más sobre el asunto, basta el testimonio de el periodista José María Carretero Novillo que escribió que encontrar un alimento en Madrid "había ascendido a la categoría de entelequia, y desde hacía mucho tiempo se habían agotado los sustitutivos".
El ejército franquista ejecutó la mayor operación psicológica de la guerra civil en cinco operaciones aéreas repartidas entre Madrid, Barcelona y Alicante.
Bombardero Savoia Marchetti SM.79 en el aeródromo de Alfamen, de donde despegaron cargados con panecillos. Foto Revista de Historia Militar. |
Cuenta Carlos Morla en sus memorias que ese día acudió a saludar a Pastora Imperio a su camerino, actuaba en el teatro Calderón. Esta le enseñó a escondidas “con lágrimas en los ojos” uno de aquellos panecillos “caídos del cielo”.
El pan venía dentro de una especie de saquito, que ostentaba la bandera “antigua española - roja, amarilla y roja -” con un texto que decía:
“No nos importa lo que penséis, nos basta saber que sufrís y que sois españoles”.
“Todo es mentira en las propagandas rojas, este es el pan de cada día en la España de Franco. El que guardamos en nuestros graneros, para compartirlo el día de la celebración con los hermanos cautivos”.
Uno de aquellos saquitos, aunque con un texto distinto del que describe Morla en sus memorias. El 15 de Octubre hubo un segundo bombardeo sobre Madrid. |
Fue un duro golpe. Una profunda carga psicológica dirigida a una ciudad donde entraban 500 toneladas diarias de alimentos, cuando las necesidades reales eran de 2.000.
A pesar de los animosos titulares de la prensa:
"España resiste y vencerá a los invasores”,
“un pueblo y un gobierno firmes”,
“la fuerza de nuestra unidad es invencible”,
lo cierto es que la gente estaba harta de privaciones y la mayoría estaba deseando que acabara la guerra de una puñetera vez.
El alcalde de Madrid advierte el peligro que entraña el "pan arrojado por la aviación facciosa." |
Moral republicana por los suelos.
No era casual el momento elegido para tan singular bombardeo.
Negrín (Presidente del Gobierno y Ministro de Hacienda), había recibido en Agosto lo que calificó como “la peor noticia de su vida”, cuando le llegó [por conducto oficial y reservado] una carta del comisario de finanzas soviético, informando que el depósito de oro existente en Moscú estaba prácticamente agotado.
Sólo quedaba un pequeño remanente de 1,9 toneladas de oro.
Para colmo, los nacionales estaban recuperando el terreno que habían perdido inicialmente en la Batalla del Ebro.
Y no iban mejor las cosas en el plano internacional: la presión Alemana para quedarse con los Sudetes [región que había sido germana antes de la I Guerra Mundial], se resolvía a favor de las pretensiones de Hitler.
Se había firmado el Tratado de Munich tres días antes del bombardeo. El tratado dejaba Checoslovaquia cortada en porciones, como si fuera un queso. A las negociaciones no había sido invitada ni Checoslovaquia, ni su flamante aliado militar: la Unión Soviética.
Y ahora que parecía resuelto el problema de los Sudetes, "The Times" publicó el siguiente titular:
“Otro incendio que es preciso sofocar es el de España”.
Quedaba meridianamente claro que apagar aquel "incendio", no pasaba por prestar ayuda militar a los republicanos.
En Munich se reunieron los jefes de gobierno de Francia, Inglaterra, Italia y Alemania. |
Doce días antes, Negrín había mandado poner de patitas en la frontera a las Brigadas Internacionales, formadas por afiliados comunistas de todo el mundo.
Era un último gesto para convencer a las potencias occidentales de que no era un "títere" de los rusos. Sin embargo, la iniciativa diplomática no tuvo la eficacia esperada.
Los presidentes de Francia e Inglaterra habían conocido en primera persona los horrores de la IGM, e intentaban evitar a toda costa repetir la experiencia.
Si acaso y como mal menor, que fueran Hitler y Stalin los que acabaran a hostias; al fin y al cabo, eran ellos los que estaban tensando la cuerda en Europa.
Mientras los alemanes reclamaban a codazos el statu quo anterior a la Primera Guerra Mundial, los bolcheviques intentaban exportar la dictadura del proletariado por Europa.
Por desgracia para Negrín (y los españoles), España era un país periférico cuya opinión no contaba gran cosa.
Entre tanto, los servicios diplomáticos de Franco aseguraban a franceses e ingleses su neutralidad en caso de guerra europea, y se negaban a participar en ningún proceso de paz que no fuera la rendición incondicional de los "rojos".
El diplomático Carlos Morla, refiriéndose a los famosos 13 puntos de Negrín, escribía el 15 de Octubre:
"Habla de la paz, pero al mismo tiempo de un plebiscito para después del final de la guerra.
Si una de las partes gana —y será Franco— cómo va a aceptar un plebiscito".
Alocución del general Miaja a los Madrileños con motivo del bombardeo de panecillos. |
Al día siguiente del bombardeo, entre editoriales que calificaban el acuerdo de Munich como: “felonía,” “claudicación,” y “humillación”, la prensa madrileña publicaba un comunicado del general Miaja avisando a la población hambrienta:
“no probéis ninguna clase de víveres que os arrojen esos traidores, que pueden estar llenos de microbios capaces de produciros graves trastornos y el peligro de vuestras vidas.”
Carlos Morla puso en su diario:
"Pueril. Todo el que ha tenido la suerte de hacerlo, ha recogido lo que ha podido".
Madrileños discutiendo la propiedad de un panecillo. |
Madrid sufría un nuevo bombardeo de panecillos el 15 de octubre.
"Pepito Pinto trae uno de los panecillos recogidos.
Todo el mundo los recoge, pero luego, por temor, entrega a los agentes los que no logra esconder.
Pepito nos describe la escena de la calle mientras caen los panes".
El "incendio" español no se apaga.
A pesar de que la aventura española estaba condenada al fracaso, Stalin decidió mantener su apoyo a la causa republicana.
El motivo no está claro.
El historiador Enrique Moradiellos apunta que “quizás” era para tener a los alemanes entretenidos y que Hitler mantuviera la atención lejos de Europa Central.
Vaya usted a saber lo que pasaba por la cabeza de Stalin... el hecho es que concedió un último crédito al gobierno de Negrín.
Como el oro había "volao", el último crédito se pagaría con supuestas exportaciones españolas a la URSS, y dado el hundimiento de la producción en la zona republicana, en la práctica suponía un crédito a fondo perdido.
El 11 de Octubre, el diplomático Carlos Morla escribía en su diario:
"En los artículos de El Sol se sigue exclamando ¡Venceremos!.
Parece mentira tanta pertinencia.
Me explico esa resistencia por los intereses creados a muchos por la guerra.
Hay quienes no tenían nada y ahora tienen "casas," coches (incautados), sueldos, etc…
Con la victoria de Franco lo pierden todo".
Negrín se sacó de la manga un nuevo slogan:
"Resistir es vencer"
y llamó a filas a "la quinta de biberón", menores de edad para sustituir a las Brigadas Internacionales que acababa de despedir.
La guerra estaba perdida, pero el Gobierno republicano se abrazaba a la absurda esperanza de que empezara la guerra mundial antes de que Franco llegara a la Junquera.
Irónicamente, cuatro meses después de acabar nuestra guerra, Hitler y Stalin se hicieron amiguitos para repartirse Polonia. Pero esta es otra historia...
Después del bombardeo de los panecillos, la guerra civil se alargó seis meses más.
Seis largos meses de hambre, miseria, y muerte para un pueblo exhausto.
Bibliografía:
Periódicos:- El Avisador Numantino, Diario Palentino, ABC, La Época, El Socialista y La Libertad de los días siguientes al 4 de Octubre. Todos de libre acceso en internet.
- España Sufre. Diarios de Guerra en el Madrid Republicano, Carlos Morla Lynch. Ed. Renacimiento. (2008)
- La Guerra Civil en Madrid - Matilde Vázquez, Javier Valero. Ed. Giner (1978)
- Revista Española de Historia Militar. Vol XIII (Artículo: Cuando las bombas eran de pan de Jaime Latas Fuentes)
- Horas del Madrid Rojo - José María Carretero. Ed. Caballero Audaz (1941)
- Negrín - Enrique Moradiellos. Ed. Península (2015)
Magnífico artículo. Claro, conciso, concreto y bien documentado.
ResponderEliminarGracias.
Muchas gracias por leernos.
EliminarClaro, si el pan lo hubiera arrojado el PSOE a la zona nacional sería pan de oro con jamón cinco jotas.
ResponderEliminarLa cuestión es criticar y desacreditar, lo que hace la prensa progre las 24 horas al día.
La historia ya está escrita y conviene recordarla. Es muy de agradecer artículos con rigor histórico como el suyo, ahora cuando la está tergiversando por todos los medios "pseudoprogres" con el apoyo incondicional de el actual gobierno catastrófico que padecemos. Muchas gracias y mucho ánimo.
ResponderEliminarMuchas gracias por leernos, un cordial saludo.
EliminarYo soy de Alfamén, donde salieron las aviones con el pan
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