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La revolución de Asturias del 34.

La rebelión de los dinamiteros.

El golpe de Estado de 1934 adquirió carácter de tragedia en las cuencas mineras Asturianas.

Ninguna ciudad rusa sufrió en la revolución bolchevique el grado de destrucción que padeció Oviedo en la conocida como “Revolución de Asturias”.

Revolución de Asturias del 34

Ya he contado que en Madrid, el golpe de Estado de 1934 consistió en nueve días de escaramuzas para paralizar la vida de la capital y tener entretenido al Gobierno.

En Madríd era difícil liarla parda. Los obreros de las grandes ciudades no se dejaban llevar fácilmente al matadero. El motivo es sencillo:

Convivían a diario con los cuerpos de seguridad del Estado, y tenían más a mano los medios de comunicación para contrastar la propaganda política.

En definitiva: eran más cautos.

En cambio, en las aisladas zonas rurales había (como mucho) media docena de Guardias civiles en cada pueblo. Cuando un espabilao arengaba a unos cientos de obreros, el efecto masa les hacía creerse fuertes para vencer al Estado.

Hablamos de una época en que no había internet, no había televisión, y la radio y el teléfono eran un lujo.

En este artículo encontrarás:


Esta foto se ha convertido en un icono de la represión obrera en Asturias; sin embargo, está tomada en Palencia. Estos pobres diablos incendiaron la iglesia y el ayuntamiento de Barruelo, huyendo a la sierra de Brañosera.
En la foto, la Guardia Civil los trae de vuelta al pueblo. Tuvieron que meterlos en la escuela porque no cabían todos en el cuartelillo. (Revista Crónica. 21/10/1934)


Esta otra foto (menos conocida) recoge un grupo de «rezagados» de la foto anterior.

*   *   *

Los protagonistas de la revolución de Asturias de 1934

Lo primero que atacaron los mineros en la revolución de Asturias fueron los cuarteles de la Guardia Civil. La mayoría de los pueblos de la cuenca minera cayeron en las primeras 24 horas.

Una vez incendiados y asaltados los cuartelillos, encarcelaron a los representantes de la burguesía, o sea, los «fascistas»: el cura, el médico, el ingeniero de la mina, el alcalde (excepto que fuera socialista) y poco más.

Incendiaron tal o cual iglesia, algún ajuste de cuentas entre vecinos, y se pusieron a extender pintorescos vales contra los tenderos, tal y como habían hecho sus héroes bolcheviques diezisiete años antes...

...y mientras unos esperaban la llegada del nuevo paraíso social, otros se lanzaron como pollos sin cabeza a conquistar Oviedo y el puerto de Pajares.

El sello del sindicato sustituye el dinero. (Revista Crónica. 21/10/1934)

Lo primero que le llama a uno la atención es que la borrachera de lucha de clases se produjo entre la aristocracia del proletariado español.

Me explico.

Hay que ponerse en el estándar de la época:

Tanto los mineros, como los obreros de las fábricas militares asturianas, tenían trabajo todo el año, sueldos superiores a la media, jubilaciones, preferencia de acceso al trabajo para sus hijos, y escuelas gratuitas.

La minería ya era deficitaria durante la República, y se compensaba con subvenciones estatales a cargo del resto de contribuyentes.

Los alijos de armas para la revolución de Asturias se pagaron con fondos de la mina San Vicente.

Lo curioso es que esta mina no tenía patronos: había sido cedida a los mineros durante la dictadura y estaba autogestionada por el S.O.M.A-U.G.T.

Los mineros asturianos eran unos privilegiados, si los comparamos con los dos millones de temporeros del sur de España.

Los jornaleros extremeños y andaluces tenían que apañarse con tres meses de «jornales de hambre» (en palabras de la época), y sobrevivir del furtiveo, la carbonera, y la recolección de espárragos silvestres e higos chumbos el resto del año.

No fue la miseria el motor de la revolución en Asturias.

*   *   * 

Éxodo de civiles huyendo de la barbarie en Oviedo. (Mundo Gráfico. 24/10/1934)

La población minera asturiana estaba formada por unos 30.000 hombres, de los cuales:

  • 20.000 pertenecían a la U.G.T.,
  • 6.000 al sindicato comunista
  • 4.000 a la CNT.

Asturias fue la única región de España donde los tres sindicatos se pusieron de acuerdo (Alianza Obrera) para implantar la «dictadura del proletariado». 

La revolución no cuajó en otras partes de España. Cuando la U.G.T. pidió a la C.N.T. que se unieran a la revolución, los distintos comités territoriales contestaron “ve tú, que a mí me da la risa” (para entendernos).

Verás.

Estaban muy escaldados. Las intentonas revolucionarias que habían emprendido anarquistas y comunistas durante el bienio progresista de Azaña habían sido reprimidas sin contemplaciones, siendo Largo Caballero Ministro de Trabajo.

Todavía estaba fresca la matanza de Casas Viejas. Apenas llevaban cinco meses fuera de la cárcel gracias a la Ley de Amnistía del Gobierno de Lerroux aprincipios de 1934.

Tiene lógica que desconfiaran del nuevo presidente de la U.G.T. recién reconvertido en Lenin español.

Por otro lado, los comunistas tenían orden de la Comintern de apuntarse a todas las tanganas.

En 1934 eran cuatro pelagatos, pero estaban estratégicamente infiltrados en las juventudes socialistas y cualquier ocasión era buena para desestabilizar la República que tachaban de «burguesa».

Los primeros periodistas que llegaron a Asturias informaron que el 90% de los revolucionarios tenían menos de 20 años.

Cuando todo estaba perdido, los comunistas se negaron a rendirse, lo que costó otro puñado de muertos.

A diferencia del P.S.O.E., los comunistas asumieron sin tapujos su responsabilidad. Cuando vieron que los principales líderes socialistas escurrían el bulto, acusaron públicamente al P.S.O.E. de haber tomado el pelo a la clase trabajadora.

Razón no les faltaba.

El caso es que el P.C.E. acabó erigiéndose en el principal protagonista de una revuelta en la que solo habían sido comparsa.

 Vecinos de Oviedo tratan de salvar su mobiliario de los incendios. (Revista Crónica. 21/10/1934)

Oviedo bajo el imperio de la dinamita.

Los oxpertos en historia subvencionada aseguran que el factor determinante del triunfo de la revolución en Asturias fue la alianza intersindical.

Sin embargo, hubo otras dos circunstancias trascendentales para que una región entera permaneciera 15 días a merced de unos miles de obreros cegados por la alucinación soviética.

No una.

Dos.

  • Primera: la inoperancia, negligencia o incompetencia (según como se mire) del Gobierno, y más concretamente del Gobernador civil de Asturias. Incapaces de tomar medidas preventivas contra un golpe de Estado que, como ya expliqué, se venía anunciando desde hacía meses.
  • Segunda: la inconcebible cantidad de armas y dinamita que dispusieron los mineros.

No te lo vas a creer: quince días después de terminar la fiesta, seguían retumbando explosiones de los depósitos clandestinos que iban apareciendo en las aldeas asturianas.

Decenas de camiones cargados de dinamita quedaron abandonados en las calles de Oviedo. 

Pero hay más: revolucionarios también dispusieron de armas de guerra.

Los primeros legionarios que entraron en las cuencas mineras requisaron cerca de 4.000 fusiles; pero faltaban otros 16.000 que los revolucionarios habían saqueado en la fábrica militar de la Vega.

Ni 100, ni 500, ni 1.000. Se apoderaron de unos 16.000 fusiles.

La República, lógicamente, tenía que recuperarlos.

Se cuentan por millares los fusiles cogidos en Asturias a los revolucionarios. (Mundo Gráfico. 24/10/1934)

El Gobierno encargó el marrón al comandante de la Benemérita, Lisardo Doval.

Doval fue específicamente nombrado para la ocasión “delegado especial del Ministerio de la Guerra en Asturias” con "poderes especiales" para (textualmente):

"normalizar la zona minera, el desarme de ésta y detención de los dirigentes y cabecillas del movimiento".

El caso es que Lisardo Doval se hizo famoso por sus métodos poco escrupulosos.

Apenas duró en el cargo: lo largaron antes de que hubiera finalizado la «operación desarme» de los obreros. Dimitió el 7 de diciembre por discrepancias con el Director General de Seguridad y el nuevo Gobernador civil de Asturias.

A los popes de la desmemoria histórica les encanta poner el dedo en la llaga de la represión gubernamental, que la hubo, sin duda. Pero se les olvida mencionar la actitud desafiante de los obreros después de firmada la rendición.

Lo cierto es que los obreros intentaron quedarse con las ingentes cantidades del armamento que habían robado durante la revolución.

Esta noticia demuestra que los mineros siguían en rebeldía 17 días después del inicio de las hostilidades (La Voz, 21/oct/34)

Mientras en el resto de España se abrían suscripciones para los damnificados, y se celebraban homenajes al ejército; en Asturias, la Guardia Civil seguía desmantelando los depósitos de armas que aparecían en montes, huertos, fábricas, y buhardillas.

Seis meses después (marzo 1935) seguían sin aparecer 1.400 fusiles, pero según fuentes oficiales, era dificil localizarlos porque estaban en el lecho de los ríos asturianos.

Todo en orden.

*   *   *

Aunque los mineros dispusieron de gran cantidad de armamento, lo cierto es que carecían del entrenamiento necesario para usarlo con eficacia; en cambio, eran expertos dinamiteros.

Su táctica de combate era tan sencilla como eficaz: mientras unos disparaban a lo loco con los fusiles recién robados, los otros iban detrás, con el cinto cargado de cartuchos, y un cigarrillo en la boca para irlos prendiendo.

Los lanzaban contra el enemigo, y como conocían perfectamente el alcance de la onda expansiva, solo se retiraban lo estrictamente necesario.

Aprovechaban el desconcierto para avanzar, y lanzar otro cartucho, y luego otro, y otro, y así sucesivamente. A las escasas fuerzas de seguridad destinadas en Oviedo, no les quedó otro remedio que salir por patas.

Corrieron a parapetarse en posiciones dominantes, a distancia de la dinamita, para poder ir cazándolos poco a poco.

Aguantaron durante 9 días las embestidas de miles de obreros, hasta que el 13 de octubre aparecieron los primeros legionarios.

La ciudad de Oviedo pagó el pato.

Unas veces porque servían de parapeto a los «enemigos del pueblo», otras por razones estratégicas, y otras por represalia pura y dura, los nuevos «soldados rojos» (como se hacían llamar) barrenaron cerca de 80 edificios del casco histórico de Oviedo.

Quedó destrozada la Catedral, la Universidad, el Instituto, la Audiencia, el Palacio Episcopal, el Banco de España y el Teatro Campoamor (este último fue incendiado por las propias fuerzas de seguridad en acción defensiva).

El papel de Franco en la Revolución de Asturias.

Cuando se celebró el primer debate parlamentario sobre lo ocurrido en Asturias (7 de noviembre), el Ministro de la Guerra (Diego Hidalgo Durán), declaró que había sido un “acierto personal indiscutible” haber recurrido a los consejos del general Franco “en los momentos de verdadero peligro”.

Francotirador de un Tábor de Regulares apostado en el convento de las Adoratrices de Oviedo. (Revista Crónica. 28/10/1934)

Después de escribir 21 artículos sobre la verdadera historia de la segunda República, no me queda otro remedio que mencionar por primera vez al futuro “generalísimo”.

Francisco Franco era entonces el general más joven de Europa, y se encontraba «congelado» por la ley Azaña. Lo tenían destinado en Baleares como castigo por unas inoportunas declaraciones realizadas tras cerrarse la Academia Militar de Zaragoza.

Pero el destino quiso que la revolución de Asturias le pillara en Madrid volviendo de unas maniobras en Astorga.

El Ministro del Ejército era un notario que no tenía ni pajolera idea de asuntos militares. Sin embargo, pronto se dio cuenta que estaban pasando cosas raras, y empezó a desconfiar de la “pasividad cómplice” de algunos militares.

Diego Hidalgo Durán, cada vez más mosqueado, ordenó a Franco acudir al Ministerio de la Guerra al anochecer del sábado 6 de Octubre.

Según escribió después sentía gran admiración por el general:

"lo traté por vez primera en mi viaje a Baleares, y en aquellos cuatro días pude convencerme de que su fama era justa",

"entregado totalmente a su carrera, posee en alto grado todas las virtudes militares",

"no divaga jamás",

"singularmente capacitado para el asesoramiento". 

Además de la alta estima del Ministro, se daba la circunstancia que Franco conocía bien el paño: en 1917 había estado destinado en Asturias y su mujer era de Oviedo de toda la vida.

El caso es que Diego Hidalgo sentó a Franco en su propio despacho, le muestra los preocupantes telegramas que estaban llegando de Asturias y Cataluña, y le da el mando supremo de las operaciones.

El nombramiento no era oficial porque el Ministro se estaba pasando por montera la jerarquía de la cúpula militar entera, empezando por el propio Jefe del Estado Mayor del Ejército.

Lógicamente, saltaron chispas.

Seguro que alguno estará pensando que el Ministro era «otro fascista», pero lo cierto es que Diego Hidalgo era un político de «ideas avanzadas» (como se decía en la época):

Afiliado al Partido Republicano Radical, había sido fundador de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética y era socio de la editorial Cenit especializada en libros de divulgación marxista.

En 1929 había publicado un libro sobre sus andanzas por la Unión Soviética.

En la célebre sesión parlamentaria, Calvo Sotelo reprochó al Ministro las consecuencias de sus libros con una cita de Quevedo: “el que ordena lo que no hace, deshace lo que ordena”.

Cosas de la política.

Aspecto del centro de Oviedo cuando entraron las primeras tropas.  (Revista Crónica. 28/10/1934)

*   *   *

Ya he contado que el golpe de Estado de 1934 es el más anunciado de la historia de España. Los socialistas llevaban meses haciendo propaganda en los cuarteles para atraerse a la tropa.

Pensaban que, llegado el momento, los soldados “desertarían de las filas capitalistas” y no dispararían contra sus “hermanos proletarios”.

De ilusión también se vive.

Cualquiera que haya hecho la mili, sabe lo crudo que lo tiene un soldadito que se empeñe en desobedecer al mando. Vigente el estado de guerra, el acto es equiparable a un suicidio asistido.

Verás.

⋇ Las primeras tropas que se enfrentaron a los mineros estaban mal alimentadas y peor pertrechadas.

Eran soldados de reemplazo: maldita las ganas de morir en aquel marrón. A la mayoría le faltaba un mes para acabar la p*ta mili. Para colmo, sus superiores discutían entre ellos porque ninguno quería asumir el mando que jerárquicamente le correspondía...

⋇ Los aviones del aeródromo de León despegaron sin armamento.  En vez cortar el paso a las primeras columnas mineras que se dirigían a Oviedo, se dedicaron a realizar inocentes vuelos de reconocimiento.

El jefe de la base (un primo de Franco) fue destituido fulminantemente.

⋇ El Coronel responsable de la Fábrica de Armas Portátiles de La Vega desobedeció la orden de quitar los cerrojos a los fusiles.

Los mineros tomaron la fábrica con extraña facilidad, encontraron intactos los fusiles y hasta unos miles de pesetas en la caja... Lo mismo ocurrió en la fábrica de cañones de Trubia.

⋇ El Teniente-Coronel López Bravo embarcó en Ceuta al mando de un batallón de cazadores, pero lo desembarcaron deprisa y corriendo en La Coruña tras un conato de sublevación a bordo. Fue sustituido por el Teniente-Coronel Juan Yagüe.

Yagüe era otro de los perjudicados por la reforma militar de Azaña: lo tenían en situación de disponible voluntario en su pueblo de Palencia.

Franco llamó a Yague urgentemente a Madrid y lo mandó a Gijón en “autogiro” (no había aeropuerto) para ponerse al mando de las tropas que acababan de desembarcar procedentes de África, las únicas bien adiestradas para arreglar el entuerto.

"Autogiro" en el que viajó Yagüe a Gijón. ("Ahora". 18/10/1934)

Hubo más casos de militares reacios a “disparar contra el pueblo”tampoco viene al caso un relato minucioso.

Lo importante es que en 1934 ya era patente la división ideológica y política dentro del ejército.

También tuvieron sus más y sus menos los mandos militares que estuvieron del lado del Gobierno. Es muy sonado el pique del general López Ochoa (masón y liberal) con el Teniente-Coronel Yagüe (si por entonces no se había hecho falangista, poco le faltaba).

El primero era Inspector General del Ejército. Había sido nombrado jefe de las operaciones asturianas sobre el terreno por presiones de Alcalá-Zamora, pero Yagüe tenía hilo directo con Franco y carta blanca para operar con las tropas africanas. Dos gallos en el gallinero.

Digamos que Yagüe era muy de aplicar la ley marcial en caliente. Así se comprende mejor el rebote que se pilló al comprobar que Ochoa se dedicaba a pactar: "perdones, huidas y componendas" con Belarmino Tomás, a la sazón secretario del Sindicato Minero Asturiano.

(Se cuenta que Yagüe llegó a encañonar a Ochoa con la pipa).

El hecho cierto es que, mientras ambos militares discutían, Belarmino Tomás huyó de España dejando colgados a miles de mineros que seguían fugitivos en las montañas.

Lo de siempre: mientras los cabecillas se ponían a buen recaudo, el pueblo apechugaba las consecuencias.

Lo más irónico es que a López Ochoa no le sirvió de nada el compadreo con los líderes de la revolución: en abril de 1936 el Gobierno del Frente Popular lo procesó acusado de “feroz represor del pueblo”, y unos milicianos pasearon su cabeza ensartada en una bayoneta por las calles de Madrid al inicio de la guerra.  

Como lo oyes.

*   *   *

No voy a detallar la estrategia militar de Franco sobre el teatro de operaciones para no alargarme.

Te lo resumo brevemente: las mentes pensantes del Comité Revolucionario se lanzaron sobre Oviedo como pollos sin cabeza, pero se olvidaron de Gijón.

Un fallo.

Por el puerto del Musel desembarcaron las tropas de élite africanas que acabaron en un plis-plas con la incipiente "República Socialista Asturiana".

Entrada de las primeras tropas en el pueblo de Sama (Revista Crónica 28/10/1934)

Consecuencias de la Revolución de Asturias del 34.

La actividad económica quedó totalmente paralizada.

El Gobierno tuvo que actuar de urgencia para que «nadie quedara atrás» porque unas 30.000 familias se habían quedado sin medios de vida.

En el primer consejo de Ministros posterior a la liberación, se aprobó un crédito extraordinario de 70 millones de pesetas “para los primeros gastos de reconstrucción de la vida asturiana".

La indigencia se extendía entre la población.

A pesar de que los mineros pusieron buen cuidado en no destruir sus puestos trabajo, la minería no retomó la actividad hasta el 12 de diciembre por la resistencia de los mineros a entregar las armas.

Según estadísticas oficiales, se destruyeron cerca de 800 domicilios particulares, sin contar iglesias, fábricas y otros edificios públicos.

Asturias quedó incomunicada: volaron puentes, carreteras, levantaron las vías férreas, y cortaron las líneas telefónicas.

Según datos del Gobierno, murieron 855 civiles, 144 miembros de las fuerzas de seguridad y 85 del ejército.

3.000 heridos se lamían las heridas.

La prensa informa de niños que vagaban por las calles. Eran acogidos en orfanatos porque sus padres estaban muertos, huidos o desaparecidos.

El patrimonio artístico y cultural de Oviedo sufrió pérdidas irrecuperables:

La Universidad del siglo XVI quedó completamente destruida por la dinamita.

Ardió la biblioteca de Derecho más antigua de España.

La Catedral de Oviedo quedó parcialmente destruida. 

La Cámara Santa voló por los aires. Albergaba la capilla palatina de Alfonso II “El Casto” desde el año 800. Contenía piezas artísticas de la alta Edad Media y algunas de las reliquias más importantes de la Cristiandad.

La voladura destruyó también parte de la torre y las vidrieras de a catedral.

Los mineros convirtieron la Universidad en almacén de dinamita, al verse perdidos, la hicieron volar por los aires. Sólo quedó en pie fue la estatua de bronce de su fundador. (Mundo Gráfico 24/10/1934)

Los rebeldes asaltaron la sucursal del Banco de España en Oviedo y robaron 14 millones de pesetas. El mayor atraco de la historia de España hasta ese momento. 

Solo se recuperó el 30 % del dinero, los 9 millones restantes fueron a parar a cuentas de dirigentes socialistas en Bélgica.

Epílogo.

Para acabar, transcribo parte de la primera crónica que publicó el insigne corresponsal Manuel Chaves Nogales, al periódico "Ahora".

Chaves Nogales, procedente de Madrid, fue uno de los primeros periodistas que consiguió entrar en Asturias tras su liberación:

“Todo cuanto se diga de la bestialidad de algunos episodios es poco”.

(..)

“Sin embargo, silenciar que, aparte determinados episodios de ferocidad jamás igualada, que harán pasar a la historia este alzamiento como una de esas etapas en las que la humanidad retrocede a la barbarie, ha habido una gran masa humana lanzada a la revolución que ha sabido detenerse en los umbrales de la bestialidad, y que incluso ha podido hacer gala en ocasiones de unos sentimientos humanitarios de los que no se les creería capaces”.

(..)

“Preveo que, en esto como en todo, la opinión española se dividirá en dos bandos igualmente irreconciliables. 

El de los que afirmarán que la población minera de Asturias lanzada al movimiento es una horda de caníbales, y el de los que sostendrán que todo fué un juego de inocentes criaturas o, a lo sumo, de cabezas alocadas sin responsabilidad”.

Creo que con esto, está dicho todo.

*   *   *

¿Interesante?

Si la revolución asturiana fue una tragedia, no te pierdas la proclamación de independencia de Cataluña que ocurrió al mismo tiempo, fue de chiste.

Cataluña cierra el último artículo de la trilogía que dedico al golpe de Estado de 1934.

2 comentarios:

  1. Si quieres resultar medianamente coherente en lo que escribes, recomiendo que cites las fuentes oficiales consultadas. Está claro que el rigor científico no es lo tuyo, ni falta que te hace. Total, para escribir tonterías...

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    1. Solo en las fotos, ya tienes 5 fuentes de revistas y periódicos. De todas formas, aunque lo hubiera llenado de citas, no te habría gustado igualmente.

      Como dice Cervantes en el prólogo del Quijote:
      "¿Cómo que es posible que cosas de tan poca monta y tan fáciles de remediar puedan ser capaces de suspender y absortar un ingenio tan maduro como el vuestro, y tan hecho a romper y atropellar otras dificultades mayores.?

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