Con el general Mola (José Maria Iribarren.)


El papel de Mola en la guerra civil me recuerda al de Brian Jones, el Stone perdido, solo que en vez de aparecer ahogado en la piscina de su chalet, Mola se estampó contra una montaña en un accidente de aviación.

Estaba interesado en la vida del general cuando me enteré de la existencia de “Con el general Mola” de José María Iribarren.
Reconozco que me hice con el libro, más por su historia - la historia del propio libro- que por el posible interés de su contenido.

Como dijo Baroja, los grandes acontecimientos no producen buena literatura, más bien engendran libros mediocres.
Así que pensé que sería otro más de los muchos títulos dedicados a la justificación y la propaganda sobre la guerra civil.

Estaba completamente equivocado.

Resulta que al segundo día de abrirse la veda, Iribarren se presentó como voluntario en el cuartel donde Mola dirigía el golpe en Pamplona, y quiso el azar que el general lo nombrara su ayudante personal.

Yo me había enterado de estas cosas por los trabajos de Ricardo Ollaquindia y Vicente Cacho Viu, y cuál fue mi sorpresa al comprobar que las obras de Iribarren se mueven por las librerías de viejo de España.

Lo curioso de “Con el general Mola” es que acabó siendo pasto de la censura franquista en plena guerra civil.

Es uno de los primeros libros, si no el primero (estos matices son cosa de historiadores) que censuró la dictadura franquista.
Se publicó en Mayo de 1937, cuando la censura era censura de guerra.

Retrato del General Mola
Foto del general Mola dedicada al autor del libro.

Al bueno de Iribarren no se le ocurrió otra cosa que ir apuntando en cajetillas de tabaco las cosas que escuchaba y que le parecían “curiosas y dignas de ser contadas” en aquel tórrido verano del 36.

Como ayudante del general gozaba de un puesto privilegiado, le acompañaba en reuniones, viajes y comidas durante aquellos días de frenética actividad; días en los que un golpe de estado fallido se convertía en guerra civil.

Después pasó las notas a limpio y escribió un libro. Y claro, tantas cosas curiosas y anecdóticas contó, que acabó desentonando con el nuevo lenguaje de la España nacional.

Un libro que se retiró de las librerías.


El Delegado Nacional de Prensa del Movimiento le mandó presentarse en Salamanca, y en cuanto se registró en una pensión aparecieron unos señores con el típico: "por favor, acompáñenos a comisaría".

Mal momento para cabrear las altas esferas del cuartel general de Salamanca, ahora que Franco acababa de ser ascendido "Generlísimo" y empezaba a ostenar a la jefatura del nuevo Estado.

Corrían tiempos que entre una medalla honorífica y un pelotón de fusilamiento, mediaba una delgada línea... en este caso roja. Días en que toda España (si digo bien: toda) estaba sembrada de cadáveres por tapias y cunetas.

Lo pasó fatal, como el mismo dice: “un malhadado libro que me ocasionó muchos disgustos y desazones.” 

A los pocos días de ponerse a la venta, la nueva Delegación Nacional de Prensa y Propaganda ordenó la inmediata recogida y destrucción de todos los ejemplares.

La orden de destruir un libro, que había sido publicado con el beneplácito del general Mola (fotografía dedicada en contraportada),
decía que el mandato cayó mal en Pamplona.

Yo supongo que la Policía de Pamplona no tenía muy claro todavía quien acabaría cortando el bacalao en la nueva España.

El caso es que la policía y guardia civil pamplonicas se limitaron a retirarlos de las librerías y arrancarles las portadas.

Y claro, fue tal el morbo que despertó el suceso, que el libro no paró de circular de mano en mano.

Los sapiens somos así, nos va el cotilleo.

Mola se asoma al balcón de Capitanía, "acaba de sublevarse," - nos dice Iribarren.

"Con el General Mola" se publica un mes después del Decreto de Unificación, con Fal Conde exiliado en Portugal, en unos tiempos en que no todo el mundo podía gastarse 6 pesetas en un libro.

Uno de esos ejemplares mutilados, firmado por el autor, es el que figura en mi biblioteca.

¿Y qué fue lo que tanto cabreó en el cuartel del Generalísimo?

No voy a extenderme en este asunto porque para eso ya están los mencionados trabajos de Ricardo Ollaquindia y Vicente Cacho Viu, que pueden encontrarse fácilmente en internet, basta con poner sus nombres (por separado) + “Iribarren” + “pdf.”

Con el General Mola, un diario.


El libro tiene formato de un diario que abarca los primeros dos meses que siguieron a la sublevación militar del el tórrido verano del 36.

A un servidor le gustan los cotilleos y el libro está repleto.

Iribarren cuenta cotilleos y anécdotas que hoy día nos permiten conocer el ambiente que se vivía alrededor del general Mola.
Y me puse a escribir lo que veía y lo que oía para que otros, años después, leyesen lo que había hecho nuestro pueblo. 
Yo, que leyendo la historia de nuestras guerras civiles, de nuestra guerra de Independencia, sentí el hambre de esos detalles que las Historias no consignan, me prometí a mi mismo recoger lo que hubiera querido que otros me hubiesen dicho.
Iribarren fue tomando nota de las cosas que se hablaban en comidas y reuniones, que al lector actual, le permiten conocer aspectos íntimos de la vida de los generales sublevados y muchas anécdotas de sus épocas africanas.

Lo mismo hablaban de lo que se siente al recibir un balazo, como que el padre de Mola era un gran tirador de rifle, imitador de Guillermo Tell: “colocaba a mi madre con frutas en la cabeza y en las manos abiertas y él, desde lejos las atravesaba.”

Lo que oyes. 

También es memorable la descripción que da Iribarren de Millán Astray: “ojo tuerto, cara de momia, los dientes desmochados, la manga vacía.” "Cuando se iba a la cama gritaba: ¡A ver mis legionarios, que me desnuden!".

Tal cual.

Cuenta que Millán Astray entraba en el despacho de Mola a dictar un discurso que había de pronunciar para radio Castilla “dictando salvajadas rojas en un tono declamatorio tan patético, que temo oír de un momento a otro los sollozos de la mecanógrafa.”

Imagínate el careto del jefe de prensa y propaganda, cuando cayó el libro en sus manos en el Cuartel General de Salamanca...

O el cuento del "morito" que descolgó un teléfono que sonaba en un despacho del Ayuntamiento de Talavera.

Resulta que la llamada era del subsecretario del Ministro de la guerra en Madrid pidiendo información sobre el frente y el morito estaba tomando el ayuntamiento...

Los diarios de Iribarren son un excelente testimonio de lo que se ha dado en llamar la guerra corta, la del verano caliente.
Los dos primeros meses de una guerra en mangas de camisa, cuando todo el mundo pensaba que aquello iba a ser cosa de pocos días.

Es el testimonio de una guerra de columnas, muy familiar para los generales rebeldes: los más viejos como Cabanellas y Queipo la habían practicado en Cuba a finales del XIX y todos ellos, más recientemente, contra las díscolas tribus del Rif .
Hacía menos de dos años que el Gobierno había enviado unas columnas para tomar Oviedo después del golpe de estado de 1934.

Iribarren da testimonio de una guerra civil a la antigua, de estilo colonial, guerra de columnas en un atrasado país del sur de Europa.

*   *   *

“El matador Ortega, a quien la Prensa dio por fusilado, se encuentra a salvo. Le facilitaron la fuga unos milicianos a los que tuvo que dar dinero.”

Se refiere a Domingo Ortega, que el 10 de Mayo de 1936 había sufrido una tremenda pitada en la Monumental de Madrid.
El motivo: una noticia aparecida en el periódico "El socialista" informando que el torero había contribuido con 25.000 pesetas a los gastos de la campaña electoral de la C.E.D.A.

A pesar del desmentido posterior, el torero había quedado marcado como "fascista" y a nadie extrañaba que lo hubieran "paseado."

Iribarren —obviamente— sólo relata atropellos de los "rojos," sin embargo, sus diarios también atufan a represalia "azul".

Nos dice de Mola: ”hace un año hubiese temblado por firmar un fusilamiento, hoy firmo 3 o 4 diarios y tan tranquilo”. Según Iribarren, le afectó mucho ver una fotografía de su hermano zarandeado por unos milicianos en un periódico de Barcelona.

Este vehículo está hecho con el chasis de un camión comercial Ford que había sido convenientemente blindado para misiones de orden público. Iribarren lo califica de "tanque enemigo."

Y esta guerra arcaica y apolillada queda plasmada en los diarios de Iribarren cuando nos relata cafés de sobremesa en los que se habla de cocinas transportadas a lomos de mulos que “guisan durante la marcha”; de“un medio eficacísimo” para desalojar edificios consistente en quemar en el portal “una docena de guindillas bien secas en un costal de paja,” o del nuevo papel de los aviones: “la aviación es para que preparen un avance; no para castigar al enemigo solamente.” 

Todo muy curioso.

Iribarren también se nos pone poético cuando nos describe un viejo “navegando” en su trillo sobre “oleadas de oro” cual “Neptuno en el mar de Castilla.” Uno puede cerrar los ojos e imaginar el cartel de “Abonad con Nitrato de Chile” a la entrada del pueblo.

A pesar del idilio en la era, se constata que la guerra ha retrasado la faena agrícola: “ahora están las mujeres y los viejos sobre los trillos.”  Mujeres y viejos que interrumpen la faena para saludar a lo romano la comitiva de Mola a su paso por los remotos pueblos de Castilla. No me digan que no es descriptivo.

*   *   *

Las fuerzas de Mola se habían apoderado sin dificultad de Navarra, la Rioja, todo el valle del Duero y una parte de Aragón, pero quedaron pronto atascadas en los puertos de Somosierra y Guadarrama, camino de Madrid . El poder se tomaba en Madrid.

Estos hechos quedan recogidos por Iribarren que nos habla de columnas que “a la vez que marcha militar, expedición punitiva y caravana de propaganda” levantan a su paso “el espíritu de las provincias.”

Primeros voluntarios requetés en incorporarse a las columnas que salieron de Pamplona. Los Carlistas habían prometido el concurso de 8000 voluntarios civiles cuando empezara el levantamiento.

En la sierra de Madrid los sublevados comprobaron que la lucha se complicaba cuando los indisciplinados milicianos encontraban donde parapetarse, nada que ver con la lucha en campo abierto.

Una parte muy interesante es la crónica del primer viaje que Franco hizo a Burgos el 15 de Agosto, sólo un día después de la toma de Badajoz. La operación conectó definitivamente las dos grandes zonas rebeldes, hasta ese momento aisladas por tierra, dejando además una frontera amiga a sus espaldas.
“bajete, moreno de soles africanos, los hombros anchos, la sonrisa simpática, saludaba con el brazo en alto a la enardecida muchedumbre.”
Puro peloteo —seguro que en Salamanca opinaban que lo de “bajete” sobraba—, pero Iribarren demuestra ser un testigo excepcional cuando nos cuenta ques, después del discurso de Franco, Mola ordena que no entre nadie en su despacho y nos describe a los dos generales inclinados sobre el mítico mapa de carreteras Michelin.

Dice Jesús Alonso Millán en "La guerra total en España"  que en 1936 la cartografía militar de España era dispersa y de mala calidad. El testimonio de Iribarren lo confirma: “En Valladolid no quedan mapas ni medias de luto.”

También se relata la campaña de Guipúzcoa, con la trascendental toma de Irún, una acción que cerraba a la frontera con Francia, dejando embolsada la zona republicana en la Cornisa Cantábrica.

Los diarios describen una toma posición a posición, pueblo a pueblo, con pocos medios materiales.
Todavía no ha llegado la guerra convencional, de momento es guerra tercermundista y fratricida que los turistas franceses seguían con catalejos desde las alturas de la frontera de Hendaya.

– No avancemos más, mi general – le decían, que ayer tiraban desde aquella casa. 
– Yo voy negro de ver lo que se expone. No se da cuenta que es el general. Sigue creyéndose que está de teniente de Regulares. Un día le van a dar un susto gordo... 

Se nota que la ayuda militar exterior es escasa, la mayoría de los muertos son de bala. Nada que ver con los bombardeos masivos —seis meses después— de la toma de Bilbao.

"Era la guerra fresca y alegre. La guerra en mangas de camisa en que el fusil y el corazón lo decidían todo. (...) Aún no habían aparecido los tanques rusos, ni los cañones de tiro rápido, ni las bandadas de trimotores cargados con toneladas de explosivos." (Mola datos para una biografía, 1938.)

La legión Cóndor, no llegaría hasta noviembre, las mismas fechas en que llegaban los primeros katiuskas rusos a los puertos del Mediterráneo.

Cuando empezó la guerra, el ejército español contaba con unos 200 aviones, gracias a la ayuda extranjera llegaron a operar cerca de 3.000.

Hubo que esperar al 15 de Octubre para que Largo Caballero intentara organizar un ejército convencional, fecha del Decreto de constitución del nuevo Ejército Popular de la República.

Un nuevo ejército en el que se intenta poner fin a la indisciplina miliciana sustituyendo los capellanes por comisarios políticos. Se acababa la guerra corta y empezaba la guerra convencional.

Iribarren acaba sus diarios el 19 de Septiembre prometiendo una segunda entrega con la conquista de Madrid. Por esas mismas fechas Franco se dirigía a socorrer a los sublevados en el Alcázar. Está claro que Iribarren no podía imaginar que faltaban más de 900 días para que cayera la capital, tampoco que iba a tener problemas con la censura. La guerra no iba a ser breve.

*   *   *

El mítico Ángel Viñas cita a Iribarren en su libro sobre Balmes.


Para ratificar la participación de Franco en el asesinato del general Balmes, el historiador Ángel Viñas Martín me aseguraba en Facebook, que Franco “lo medio reconoció en una cena íntima con Mola y varios otros militares el 16 de Agosto en Burgos.” 


Angel Viñas, cinco semanas después, sigue sin confirmar su fuente. Mutis por el foro.

Me pareció que se refería al libro de Iribarren y por eso se lo pregunté. No me contestó y es una lástima, el de la pajarita siempre había atendido amablemente mis inquietudes. Luego me enteré que lo ha confirmado en declaraciones a la prensa.

Mi edición es de mayo 1937, y en ella Iribarren habla de una cena de doce comensales, cuando Franco viaja a Burgos por primera vez.

Veamos lo que dice Iribarren: una cena a la que asisten Mola, Kindelán, Moreno Calderón y sus ayudantes.
En la cena Franco les cuenta cómo “presidiendo el entierro de Amado Balmes, asesinado en circunstancias misteriosas, consiguió escabullirse sin ser visto y escapar desde el cementerio al aeródromo, en donde un trimotor lo esperaba para trasladarlo a Tetuán.”

Estas cuatro palabras: “asesinado en circunstancias misteriosas” no parecen una confesión de asesinato —ni siquiera a medias—, pero lo cierto es que Iribarren dice textualmente “asesinado” y supongo que es a lo que se agarra el bueno de Viñas para ir diciendo por ahí que Franco lo "medio reconoció".

Para mi no tiene demasiado interés un asunto que, en caso de ser ciero, —como mucho— cambiaría de sitio el primer muerto de la guerra civil (mas bien parece una excusa para juntar en un título "Franco" y "asesinato"); pero Ángel Viñas se equivoca cuando dice que hay una segunda edición censurada en la que se borró la "confesión" de Franco.

Por una sencilla razón: tal segunda edición no existe.

Yo había transmitido a Viñas una duda: si Franco se había cargado a Balmes... ¿qué necesidad tenía de ocultarlo?

Aquellos días, eliminar "desafectos" no era un acto bochornoso que hubiera que ocultar a los camaradas. Al contrario.
Sin ir más lejos: Franco había mandado fusilar unos días antes a su propio primo por el mismo motivo y el hecho fue público y notorio.

¿Por qué ocultar lo de Balmes?

Ya hemos dicho que la primera edición de "Con el general Mola" se retiró del mercado. No hubo segunda edición. Para mi que Viñas se confunde con otro libro: una biografía que Iribarren escribió sobre Mola ese mismo año, titulado: “Mola. Datos para una biografía y para la historia del alzamiento nacional.”


Segundo libro de Iribarren sobre Mola. 1938

Con este nuevo libro, Iribarren pretendía congraciarse con el Régimen después del "problemilla" que tuvo con el anterior. Distinto título y distinto contenido, no es una segunda edición censurada de "Con el general Mola." 

Ángel Viñas se confunde —o nos intenta liar— cuando habla de una segunda edición censurada en la que han borrado lo de Balmes.

"Mola, datos para una biografia y para la historia del alzamiento nacional" se publicó en 1938, 100 páginas menos, las mismas 6 pesetas y todo un homenaje al Brian Jones español, el Stone perdido en un accidente de aviación.

Al otro —al que murió en la piscina—, los Stones le hicieron un concierto-homenaje dos días después de su muerte. Jagger (vestido de sacerdotiso blanco) soltó mariposas blancas en el escenario, aquello resultó un fiasco porque la mayoría murieron en las cajas antes de ser liberadas...

Concierto gratuito de los Stones en Hyde Park en memoria de Brian Jones.


*   *   *

"Con el general Mola" es un libro fresco y vivo. Los diarios de Iribarren nos dan una visión social de una guerra en la que el factor humano está muy presente.

Desde mi punto de vista, “Con el general Mola” en uno de los mejores testimonios de los primeros días de la guerra civil, un libro que fue censurado, pero no en el sentido que pretende hacernos creer Ángel Viñas.

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