El asedio del Alcázar de Toledo

Alcazar de Toledo

Toledo no tenía valor militar ni estratégico, sin embargo se convirtió en foco de atención internacional...

El Alcázar de Toledo: la leyenda

La épica del coronel Moscardó.

En honor a la verdad, hay que reconocer que si Moscardó hubiera querido librarse de aquel fregao, pudo haberlo hecho sin problema.
El 18 de Julio estaba concentrado con la expedición olímpica en Madrid, a punto de viajar a las olimpiadas de Berlín.

Sin embargo, Moscardó no perdonó que Azaña hubiera congelado su carrera militar y, en vez de largarse a Berlín, se volvió a Toledo (donde daba clases de gimnasia a los cadetes) para dar cera a favor de los rebeldes.

Se puso de acuerdo con el gobernador civil, que curiosamente era de Izquierda Republicana pero había experimentado un repentino cambio ideológico después de tener que lidiar con las "ocupaciones salvajes" de tierras en la provincia.

Ordenó venir a Toledo a todos los guardias civiles de la provincia y, siguiendo anticuadas tácticas de la guerra colonial, decidió atrincherarse en el Alcazar con unos 1.200 combatientes.

Los picoletos no tenían claro que dejaban atrás y trajeron consigo a sus familias. Sumaban otras 600 personas entre mujeres y niños. Sin embargo, (ojo al dato) Moscardó no deseó la misma suerte para su mujer y sus hijos... les mandó permanecer en el domicilio familiar.

Lo tenía claro.

Conocía de primera mano la suerte que habían corrido en el Cuartel de la Montaña, sabía lo que pasaría en caso de rendición. No quiso para los suyos el destino que esperaba a las familias de los guardias civiles.

El asedio del Alcazar de Toledo

Enrique Líster (un comunista que llegó a general durante la guerra) da en sus memorias esta interesante descripción del asedio:

“Durante más de dos meses, de cuatro a cinco mil hombres —la mayoría anarquistas—, acompañados de varios centenares de señoras (...), traídas de los burdeles de Madrid, se dieron la gran vida luchando contra unas piedras detrás de las cuales se defendían unos señores que, si no se lo pasaban tan bien como los atacantes, lo pasaban bastante mejor que sus compañeros que se batían en los frentes”.

Toledo se convirtió en una especie de destino turístico. Partidas de milicianos salían de Madrid a pasar un día de excursión bélica en Toledo: pegaban unos cuantos tiros contra el Alcázar y estaban de vuelta por la noche.

Paraban a cenar en los merenderos de la carretera de Extremadura. Tal cual.

Los sitiadores atacaban el Alcázar, mientras los sitiados disparan sobre la antigua ciudad imperial.

Mucha jarana.

Destrucción de patrimonio histórico

Alrededor de la fortaleza se demolieron edificios enteros que por su situación estratégica podían servir de parapeto.

Posada de la Sangre destruida durante el asedio al Alcazar de Toledo
Patio de la Posada de La Sangre.

Entre otros, la “Posada de la Sangre” donde, según la leyenda, Cervantes había escrito “La ilustre fregona.” En realidad, el original “Mesón del Sevillano” había desaparecido siglos atrás, pero la posada conservaba la leyenda de haber sido la morada del genial escritor y era muy visitada por los intelectuales de la época.

Se conservan numerosas fotografías de varios pioneros de la fotografía en España y gracias a ellos podemos conocer su aspecto.

Que si no fuera por ellos, ni imágenes habría.

Ya digo, mucho tomate.

*   *   *

El periodico Ahora informa la rendición del Alcazar de Toledo
El gobierno republicano, necesitado de titulares victoriosos, declaró hasta en 11 ocasiones la rendición del Alcázar.

El asedio del Alcázar de Toledo da la vuelta al mundo.

Se montó tal bronca en la antigua capital de reinos moros y cristianos, que el eco llegó a la prensa internacional. Toledo se convirtió en el símbolo de la polarización política de la sociedad europea de la época.

Los periódicos de derechas hacían énfasis en la capacidad de sufrimiento, resistencia y heroísmo de los insurgentes; dejaron de llamarlos "rebeldes", para pasar a a ser los "nationaux".

Mijail Koltsov en el asedio al Alcazar de Toledo
Mijail Koltsov, corresponsal de Pravda y espía personal de Stalin, se hizo retratar en Toledo durante el asedio. Controlaba la censura para los periodistas extranjeros acreditados en la zona republicana.

La prensa de izquierdas no se quedaba atrás, pintaba el fregao con otra cara: se exaltaba la lucha del proletariado en un país periférico del sur de Europa.

El "pueblo" había tomado las armas para defender sus intereses de clase. El proletariado del mundo unido levantaba el puño saludando a Toledo.

En lo único que coincidían era que la guerra de España era fratricida.

Moscardó en el papel de Guzmán "El Bueno"

Pintura sobre la leyenda de Guzmán el Bueno
Guzmán "El Bueno" arroja su daga por las murallas, para que los infieles sacrifiquen a su hijo rehén.

Resulta que los sublevados consiguieron hacer rehenes a varios políticos locales y sus familias. Y claro, lo normal entre vecinos bien avenidos: la familia del Coronel Moscardó fue hecha prisionera en represalia.

El Jefe de las milicias de Toledo quiso negociar con Moscardó, bastó una simple conversación telefónica. El diálogo fue simple: tu rindes la plaza y nosotros no damos matarile a tus churumbeles.

La propuesta fue rechazada.

Se hicieron gestiones diplomáticas para sacar de la fortaleza a mujeres y niños, pero no hubo tu tía. El cuerpo diplomático destinado en Madrid flipaba, por el caso omiso a los Derechos Humanos y tal.

Aquello se convirtió en un diálogo de sordos: "Tu tienes a los nuestros, pero nosotros tenemos a los tuyos."

Como en la Edad Media.

El hijo de Moscardó fue fusilado junto con otros 40 prisioneros como represalia tras un bombardeo franquista.

Según testimonios, iban a cargarse a los dos hijos de Moscardó, pero en el último momento, un miliciano se apiadó de que dos hermanos corrieran juntos la misma suerte, y soltó a uno ellos de la cuerda de presos donde se los llevaban "de paseo".

Que no se diga.

Tampoco corrieron mejor suerte los 60 rehenes en manos de Moscardó: fueron fusilados el mismo día de la liberación de la fortaleza.

Sus cuerpos fueron arrojados al cráter que dejó el segundo intento de voladura del edificio; un agujero de 100 metros de diámetro y 60 de profundidad.

Unos días antes, el Gobierno republicano había montado un show propagandístico. Convocó a los periodistas para que presenciaran el momento en que una mina haría saltar la fortaleza por los aires.

Intento de destrucción del Alcazar de Toledo explotando una mina
Explosión de la mina en el Alcazar de Toledo

El plan fue un auténtico fracaso: el zambombazo voló una de las torres, pero las demás siguieron en pie. Las murallas resistieron, cuando se disipó el polvo, continuó el tiroteo.

La prensa internacional entró en el edificio 10 días después, esta vez invitados por los servicios de inteligencia y propaganda del General Franco.

El asedio del Alcázar: un esfuerzo inútil.

El esfuerzo de los republicanos fue inútil. Se obcecaron en conquistar una fortaleza que no tenía ningún valor estratégico.

Emplearon hombres, artillería pesada y todo tipo de armas, que mejor hubieran servido para detener el avance de los rebeldes.

Mientras los republicanos derrochaban munición en el Alcázar, las tropas de Franco avanzaron más de 600 km desde Sevilla. Dieron un rodeo por Badajoz que sirvió para conectar con la zona controlada por el general Mola y dejar Portugal, un país amigo, a sus espaldas.

Ahora estaban a las puertas de Madrid.

Unos cientos de hombres aislados en el Alcázar, completamente rodeados de enemigos, nunca tuvieron capacidad ofensiva real.

Moscardó visitando con Himmler el Alcazar de Toledo
Moscardó [ascendido a general] visita con Himmler el Alcázar en 1940.

El asedio del Alcázar de Toledo acaba en leyenda.

El eco de la prensa internacional hizo que la gesta acabara en leyenda, los servicios de propaganda franquista sólo tuvieron que subirse al carro.

Echaron mano de los cantares del Mio Cid.

Llegó a compararse la figura del bueno de Moscardó con un héroe de la Baja Edad Media. Nada menos que Guzmán el Bueno, que en 1294 no quiso entrar en razones con los moros que lo sitiaban y aceptó que su hijo fuera degollado ante su presencia.

Se marcó la chulería de lanzarles el cuchillo desde la muralla.

Y tal.

Historiadores de todos los colores siguen discutiendo las repercusiones políticas y estratégicas de la toma del Alcázar.

Mientras que para unos fue una acción política que ayudó a Franco a afianzarse en el mando supremo de su zona, para otros supuso una demora en el avance hacia Madrid que solo sirvió para retrasar el fin de la guerra.

La polémica está servida.

Yo creo que la toma del Alcázar obedece a objetivos más simples: el factor humano.

Socorrer a compañeros en peligro forma parte del código deontológico del ejército español.

Un uso, tradición o costumbre [llámese como se quiera] que vinculaba a todo un colectivo profesional. Una mera cuestión de honor militar.

Sin necesidad de remontarnos a Numancia, existen antecedentes en las guerras coloniales de las Antillas y Filipinas; y otros mucho más cercanos: cuando las kabilas moras sitiaban a nuestras tropas en el Rif.

Sólo habían pasado trece años desde que Franco, al mando de dos banderas de la Legión, liberó la posición de Tifaruin.

Queipo de Llano intentó liberar dos meses después el Monasterio de Santa María de la Cabeza. Siempre se quejó de que Franco no le mandara refuerzos, pero lo cierto es que le hubiera encantado conseguirlo sin ellos.

En Octubre del mismo año se mandó desde Galicia una columna mixta de legionarios y voluntarios para liberar a los sitiados del Coronel Aranda en Oviedo.

En mi opinión, Franco sólo hizo lo que se esperaba de un militar en aquella época.

Sea por las razones que sean, lo cierto es que un siglo después, la leyenda del Alcázar continua...

Epílogo.

Lo que dejó escrito el Ministro socialista Julián Zugazagoitia en sus diarios durante la guerra civil:

"Por encima de todo rencor, por sobre la catástrofe de la guerra, el espectáculo de aquella resistencia tenía una grandeza épica, de la que como españoles podíamos ufanarnos.

Ese reconocimiento se hacía en secreto o en intimidades muy cerradas, que con descaro y en público era peligroso confesarlo"

(Guerra y Vicisitudes de los Españoles).


Bibliografía:


ㅡ Con el General Mola. José María Iribarren. Ed Heraldo de Aragón (1937)

ㅡ Cuatro Generales. La lucha por el poder. Guillermo Cabanellas - Ed. Planeta. Colección Espejo de España (1977)

ㅡ Queipo de Llano. Gloria e infortunio de un general.  Ana Quevedo Queipo de LLano. Ed. Planeta. Colección singular (2001)

ㅡ Guerra y visicitudes de los Españoles. Julián Jugazagoitia. Editoral Grijalbo (1977)

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