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La ley de Amnistía de 1934

Alejandro Lerroux abordado por los periodistas
Alejando Lerroux forma Gobierno por segunda vez en tres meses. (17/12/1933)

La ley de aministía de 1934

En este capítulo voy a hablar de la ley de amnistía de 1934 que suspuso el final del segundo gobierno del partido radical en la República.

Verás.

Las elecciones de Noviembre de 1933 no habían servido para despejar el panorama político. Al contrario, alumbraron un inestable mapa parlamentario con el partido Radical gobernando en minoría.

Lerroux intentó ampliar la base de su Gobierno integrando Ministros de pequeños partidos republicanos, junto con algún independiente.

También atrajo al derechista partido Agrario nombrando Ministro de comunicaciones a José María Cid (los agrarios habían sido los primeros en abandonar el Frente de derechas que había ganado las elecciones de 1933).

A pesar de todo, era un Gobierno débil al que faltaba la mayoría necesaria para gobernar.

Lerroux gobierna con permiso de la C.E.D.A.

Mientras unos historiadores sitúan al partido Radical en el centro político, para otros era un partido reaccionario. Incluso hay oxpertos que lo tachan directamente de "fascista", apoyándose en las acusaciones que hacía la izquierda de la época.

Es como asegurar que Felipe González es un "fascista" porque lo dice de Pablo Iglesias.

Bien.

Lo cierto es que Lerroux había renunciado al marxismo años antes de que llegara la República (el P.S.O.E. lo hizo en 1979), pero esto no implica que su ideología se hubiera desplazado hacia el centro-derecha, seguía siendo un partido de izquierdas.

Lerroux llegó al poder con 70 años de edad. El roce con vida le había enseñado que el capitalismo no se puede conquistar como si fuera un castillo. A pesar de su pasado revolucionario y anticlerical, en los años 30 apostaba por la colaboración entre capital y trabajo para alcanzar la ansiada armonía social.

Por otro lado, hay que tener presente que los radicales no constituían un bloque homogéneo.

Verás.

El lerrouxismo nunca tuvo más de 5 escaños en la época alfonsina, pasó a tener 90 en las primeras elecciones de la II República.

Como suele pasar en estos casos, a la vieja guardia radical se sumó una legión de trepas de todas las procedencias. Una "panda" con tantas ansias de poder como difícil de manejar, tal y como se demostró con el tiempo.

Lerroux representaba el republicanismo histórico. Un republicano de toda la vida, frente a los republicanos "de aluvión" que aparecieron como setas tras la caída de Alfonso XIII.

Fue el político más votado en las elecciones Constituyentes de 1931, en un sistema electoral en el que el voto, no olvidemos, era nominal.

Recibió votos de todas las clases sociales. Era el líder indiscutible del partido, sin embargo, en 1934 Lerroux había perdido el ímpetu de su juventud. Ya no era el político batallador de la época alfonsina.

*   *   *

Ya he explicado en el capítulo dedicado la carrera política de Gil-Robles que el "Frente de derechas" (el auténtico vencedor en las urnas) no era más que una engañosa plataforma electoral que se desmoronó días después de las elecciones.

El periódico monárquico La Nación acusa a la C.E.D.A. de haber roto el Frente de Derechas cuatro dias después de las elecciones. (7/12/1933)

Las derechas quedaron definitivamente divididas entre posibilistas y monárquicos tras las elecciones.

Los que apostaban por un republicanismo "adaptativo" a la nueva situación, frente a los recalcitrantes que seguían soñando con la restauración de la monarquía.

Al igual que Lerroux, Gil-Robles también hacía filigranas para controlar a sus huestes. El acatamiento del régimen republicano generaba sentimientos contradictorios en amplios sectores de un partido integrado principalmente por monárquicos "de toda la vida". 

¿Cómo iba a gobernar Lerroux necesitado de los votos de la C.E.D.A., el principal partido de la oposición? 

Como reconoció Gil-Robles en sus memorias: era difícil imaginar dos partidos con más diferencias programáticas y doctrinales.

Creo que el chiringuito podría haber funcionado si no hubiera tenido que navegar entre tanta tormenta política: en los dos años de bienio Gil-Lerrouxista se sucedieron 10 gobiernos (15 si sumamos reajustes ministeriales), a lo que hay que añadir el golpe de Estado revolucinario de 1934.

Buena parte de las crisis fueron provocadas por las ambiciones partidistas de los propios protagonistas. Problemas de "proporcionalidad de reparto y acoplamiento de carteras" (como se decía en la época); sin embargo, lo más grave fueron las intromisiones de su excelencia Alcalá-Zamora, el Presidente de la República.

Considero significativo que Lerroux y Gil-Robles no se pusieran a parir en sus memorias. No puede decirse lo mismo del Presidente de la República, al que ambos ponen de vuelta y media.

Podría atribuirse al típico prurito político, si no fuera porque Azaña también mete hostias como panes al Presidente en las suyas.

Los tres coinciden en que don Niceto actuaba como un cacique que no se conformaba con enchufar a sus amigos, aprovechaba las lagunas jurídicas de la Constitución para tratar de dirigir la política de los distintos Gobiernos republicanos.

Ya traté este tema en el capítulo dedicado al final del bienio reformista de Azaña.

La legislatura de 1934 no iba a ser menos. Pronto empezaron los problemas.

La escisión de Diego Martínez Barrio

No habían pasado los primeros 50 días de Gobierno, cuando Diego Martinez Barrio, lugarteniente de Lerroux, le metió una puñalada trapera a su jefe.

La revista Blanco y Negro del 4 de febrero publicaba unas polémicas declaraciones en las que el número dos del partido se oponía a colaborar con la C.E.D.A.

Declaró: "La razón es bien clara. Soy un hombre de izquierdas".

Chúpate esa.

El recien nombrado Ministro de Interior no se quejó del apoyo de la derecha en la investidura, pero ahora no aceptaba “imposiciones”.

A pesar de la discrepancia, aseguró que seguiría militando en el partido "como un radical más, siempre leal al señor Lerroux, siempre dispuesto a una  ayuda eficaz y sincera, con mi voto y asistencia continua, pero sin compartir la responsabilidad personal en el banco azul”.

No se que opinarás tú, pero digo yo:

— ¿En qué estaba pensando cuando aceptó la cartera de Interior solo quince días antes?

Otro que tal baila.

A pesar de sus promesas de fidelidad eterna a su jefe, "espero que ha de vivir muchos años", Martínez Barrio ya se insinuaba como una nueva alternativa política.

"Creo fírmemente en una política de izquierdas (..) lo que sucede es que la izquierda, hasta este momento, se movió a impulsos de un criterio estrecho y sectario, con modos que la sensibilidad refinada el pueblo español no aguanta".

Dicho y hecho.

Tres meses después, Martínez Barrio abandonó el partido Radical para montar su propio chiringuito. Se llevó consigo 20 diputados.

En mayo nacía el Partido Radical Demócrata. En agosto cambió de nombre a “Unión Republicana” (lo de unión es de traca) tras admitir en su seno los saldos de temporada del Partido Radical-Socialista (había perdido 56 escaños en las elecciones de 1933), que a su vez provenía de otra escisión del Partido Radical en tiempos de la monarquía.

Pues ahí donde lo veis, este tránsfuga es considerado por los oxpertos en Historia como un ilustre masónico liberal, paladín del centro-izquierda republicano (los mismos que califican a Lerroux de "fascista").

Todo en orden.

Martinez Barrio se presentó en 1936 con el "Frente Popular" y ocupó los cargos de Presidente del Parlamento, Presidente interino de la República y Presidente de un fugaz gobierno al inicio de la guerra.

La ley de amnistía política de Abril de 1934.

Si has llegado hasta aquí, ya ves que a Lerroux le crecieron los enanos desde el comienzo de la legislatura. Pronto vino a darle la puntilla Alcalá Zamora con motivo de la promulgación de la Ley de Amnistía Política.

Verás.

El lobby historiográfico explica la amnistía de 1934 como una maniobra del "cínico y corrupto Lerroux, marioneta en manos de las derechas" para sacar de la cárcel al golpista Sanjurjo.

Te venden la amnistía de 1934 como una componenda política que indignó al Presidente de la República, a la izquierda, y hasta el bueno de Martínez Barrio no pudo soportar la política "cada vez más derechista de Lerroux". No le quedó otro remedio que hacerse tránsfuga.

Vale.

Desde mi punto de vista son verdades a medias que, al fin y al cabo, son la mejor forma de mentir.

Te cuento.

La Constitución republicana exigía que las amnistías se acordaran en el Parlamento para evitar los abusos del Gobierno.

La intención era buena, pero tenía el inconveniente de que el debate parlamentario las exponía a la "pasión partidista". Total, que en vez de ser banderín de clemencia y concordia, encendían la hoguera de la discordia.

A los desmemoriados históricos se les olvida que la Ley de Amnistía no alcanzaba solo a los autores de la Sanjurjada.

Formaba parte de la política de pacificación del Gobierno para "calmar las pasiones", iba dirigida a todos los encarcelados por “delitos sociales y políticos” sin distinción de ideologías. 

Se trataba de un compromiso electoral que llevaron en sus programas tanto los radicales, como de las derechas. Por tanto, había recibido el apoyo del 67% del electorado.

Es complicado determinar cuántos presos políticos había en España al final del bienio "progresista" de Azaña (la mayoría de historiadores ni siquiera mencionan su existencia).

Digo que es complicado porque la mayoría eran, como se decía en la época, "presos gubernativos": gente que no pasaba por los juzgados y no figuran en registros judiciales.

Oh.

No solo estaba preso el general Sanjurjo. Si hemos de creer a Solidaridad obrera, en aquel momento había 15.000 presos políticos. Posiblemente sea una cifra exagerada, el más moderado periódico Ahora (editorial, página 3), habla de entre 8.000 y 10.000.

Oh, Oh.

Lo que resulta irrebatible es que Azaña metió en prisión durante el bieno "progresista" a más anarquistas y comunistas que derechistas.

Oh, Oh, Oh.

El periódico anarquista "La Tierra" denuncia maniobras socialistas para retrasar la amnistía de elementos anarquistas en prisión (14/abr/1934)

La Ley de Amnistía era tan popular que el Gobierno quiso publicarla a bombo y platillo coincidiendo con las celebraciones del 3º aniversario de la República.

Pero "la excesiva ambición de unos y la cicatería de otros" (escribió Lerroux en sus memorias) alargaron las negociaciones parlamentarias y los presos celebraron el 14 de abril en la cárcel.

El sabotaje anarquista al Expreso Valencia-Barcelona causó 28 muertos y más de 40 heridos la semana siguiente de las elecciones. (Ahora, 12/12/1933.)

La última revolución anarquista había estallado la semana siguiente de las elecciones (cerca de 90 muertos). Resulta evidente que no iba incluida en las promesas de amnistía, a pesar de lo cual, las derechas cedieron y también fueron amparados por la Ley.

Titular de Solidaridad Obrera (19/04/1934)

Por si no quedas convencido, todavía hay más.

La amnistía alcanzaba a diputados que seguían exiliados, algo inusual en democracia.

El caso más significativo es el de Calvo Sotelo: había sido elegido diputado en las Cortes Constituyentes, elegido después vocal del Tribunal Constitucional por los Colegios de Abogados de España y acababa de revalidar escaño en las recientes elecciones. 

Sin embargo permanecía exiliado en París desde 1931.

El primer Parlamento republicano había nombrado una “Comisión de Responsabilidades Políticas” (no confundir con la franquista) y, atribuyéndose poderes judiciales, condenó a Calvo Sotelo “in absentia” a 12 años de confinamiento en Tenerife y 20 de inhabilitación.

Lo encontraron culpable de “alta traición” por su papel a la cabeza de Hacienda durante la dictadura de Primo de Rivera.

En cambio, la comisión no vio punible que los socialistas hubieran pactado la legislación laboral con la dictadura, ni que Largo Caballero hubiera sido Consejero de Estado del dictador.

La justicia que proporciona la aritmética parlamentaria tiene estos matices.

Para más INRI existía un precedente: en 1918 Alfonso XIII había permitido que los líderes socialistas presos por rebelión se presentaran a las elecciones, y fueron amnistiados después de conseguir escaño.

Sin embargo, Calvo Sotelo tuvo que permanecer exiliado en París hasta la amnistía de 1934 para eludir la "justicia de pandilla" del Parlamento republicano.

La votación de la "Ley del perdón".

Las derechas sacrificaron parte de sus aspiraciones iniciales a fin de llegar a un acuerdo con los radicales, para ello, se incorporaron delitos que interesaban a las izquierdas.

Nada hacía prever que la votación parlamentaria de la amnistía acabaría en formidable bronca tabernaria.

Durante la sesión, un vaso voló el hemiciclo hasta estallar en la cabeza del diputado Bau Nolla. Indalecio Prieto y el doctor Albiñana se enzarzaron a hostias, y tres diputados sacaron la pipa.

Normalidad democrática.

Finalmente, las izquierdas se retiraron del hemiciclo y la Ley se aprobó por 269 votos contra uno.

Imagina como sería la movida, que una comisión de partidos presentó una nota al Presidente del Parlamento pidiendo que, en lo sucesivo, se cacheara a los diputados antes de entrar en el Parlamento.

Ca-ga-te-lo-ri-to.

"La sesión fue de las más borrascosas que se registran en la historia del Parlamento" (Ahora, 21/04/1934)

Alcalá-Zamora apuntilla a Lerroux.

El trámite no acabó en el Parlamento. Antes de su publicación, la ley debía ser firmada por el Jefe del Estado.

Su Excelencia Alcalá-Zamora se negó, alegando que la amnistía reincorporaba en sus puestos a "militares indignos" que constituirían una "amenaza constante" para la República.

Los oxpertos se basan en la postura de Don Niceto para asegurar que todo era una componenda del gobierno Radical, apoyado por la CEDA, para liberar golpistas.

En cambio, si creemos a Lerroux, la realidad era mucho más prosaica: lo que estaba en juego era la carrera de altos mandos militares.

Verás.

El celo de Alcalá-Zamora por la República coincidía con un interés personal por complacer a militares "afectos" a los que perjudicaba la reincorporación al escalafón de sus compañeros: “de no haberse aprobado la amnistía, hubiesen alcanzado antes que la edad del retiro, el ascenso al empleo inmediato.”

Tela.

Como ningún Ministro apoyó al Presidente, a Don Niceto no le quedó otro remedio que envainársela y refrendarla.

Sin embargo, gracias a sus presiones, consiguió que la ley se aprobara junto con otros dos Decretos:

  • uno que impedía que la incorporación de los militares amnistiados alterara los turnos de ascenso.
  • otro que les ofrecía incorporarse a la reserva cobrando la paga completa.

No sé qué pensarás tú, a mí me parece que las acusaciones de Lerroux en sus memorias no carecen de fundamento.

Pues bien, a pesar de los decretos de última hora, Don Niceto no quedó satisfecho y acompañó la Ley de una nota de prensa explicando sus escrúpulos legales.

Ante semejante desafío a Lerroux solo le quedaban tres opciones:

  1. Tragar;
  2. Proponer al Parlamento la destitución del Presidente;
  3. Dimitir.

Gil-Robles cuenta en sus memorias que le ofreció su apoyo para destituir al Presidente. Lerroux no lo menciona. Vete tú a saber... 

A estas alturas del partido, Lerroux no debía fiarse ni de su sombra. Sin duda que el sentido del honor en los políticos era más acusado que ahora. Lo digo porque optó por la tercera: “le ofrecí, no obstante, mi firma para el mensaje y le presenté la dimisión”.

Si el primer Gobierno de Lerroux había durado tres semanas, el segundo duró cuatro meses.

Iba progresando.

*   *   *

Alcalá Zamora había ganado la batalla. Dio el Gobierno a Ricardo Samper, un personaje con poco peso político que esperaba manejar a su antojo.

Cuenta Gil Robles en sus memorias que se opuso a la maniobra, pero como ya he dicho, hay que tomar con cautela lo que escribió para quedar bien ante la posteridad.

El hecho cierto es que la C.E.D.A. permitió con sus votos la investidura de Ricardo Samper y Gil-Robles dedicó el verano a casarse y disfrutar las delicias de una luna de miel.

Samper solo duró 5 meses como Presidente del Gobierno. Hasta el 4 de Octubre. Fecha en que los socialistas dan el golpe de Estado de 1934, mal llamado "Revolución de Asturias".

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