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Azaña a la salida del Palacio Presidencial (antes real) tras presentar su dimisión a Alcalá Zamora. |
El descrédito popular consecuencia de los sucesos de Casas Viejas, marcó el principio del fin del Gobierno de coalición de los socialistas con los partidos republicanos de izquierda.
El proceso terminó con la convocatoria de elecciones generales a finales de 1933.
El final del bienio progresista de Azaña
En este artículo voy a explicar la caída del Gobierno de Azaña que supone el fin del primer bienio republicano.
El primer síntoma de cabreo en la opinión pública son las elecciones municipales de abril de 1933. Fueron convocadas para elegir las corporaciones municipales que habían sido destituidas en los primeros meses de República.
Verás.
Elecciones municipales parciales de Abril 1933
La ley electoral de la monarquía establecía que, en aquellos ayuntamientos donde se presentaba una única candidatura, no hacía falta recurrir a las urnas.
Como lo oyes.
Las corporaciones constituídas por este curioso procedimiento en las elecciones municipales que trajeron la proclamación de la II república, fueron inmediatamente sustituidas por "comisiones gestoras" (gente de la cuerda) nombradas a dedo por el nuevo Gobierno.
En estos ayuntamientos, el voto estaba tradicionalmente controlado por elementos conectados con el Poder. En definitiva, los típicos caciques que mantenían redes clientelares a base de cambiar favores, intermediar en gestiones oficiales o practicando la usura.
Si quieres creer que estos pueblos, dominados por el analfabetismo, se habían convertido en modelos de normalidad democrática tras dos años de República, adelante, ningún problema con esto, pero es posible que tu visión de aquellos tiempos esté idealizada.
Lo cierto es que la mayoría los caciques se habían vuelto republicanos de toda la vida, y los que no quisieron entrar por el aro, fueron sustituidos por elementos afines.
Pues bien, las municipales de 1933 resultaron un desastre para el Gobierno reformista: sus candidatos sacaron la mitad de concejales que la oposición.
Azaña los descalificó llamándolos “burgos podridos” y la prensa amiga minimizó el resultado tachándolos de “últimos reductos del monarquismo”.
No obstante, a nadie se le escapaba que esos ayuntamientos habían sido "ministeriales" (como se decía en la época) toda la vida: tierra conquistada para el partido en el Poder. Era la primera vez en la historia que votaban contra un Gobierno.
El hecho fue interpretado como un claro síntoma de malestar social.
La caída del gobierno de Azaña
Alcalá Zamora aprovechó la coyuntura para ejercer el poder moderador que le atribuía la Constitución.
Me explico.
El Gobierno necesitaba una doble confianza para mantenerse en el Poder: la del Jefe del Estado y la del Parlamento.
El problema es que la redacción constitucional era confusa. No quedaba claro quien se llevaba el gato al agua en caso de que el Presidente de la República y el Parlamento no estuvieran de acuerdo.
Un campo de minas, oiga.
Yeah!!
El hecho es que Don Niceto intentó frenar la política de un Gobierno que —a su juicio— se había escorado demasiado a la izquierda y empezaba a poner en peligro la estabilidad del Régimen.
Provocó la caída del Gobierno en junio, aprovechando que Azaña le propuso una remodelación ministerial.
La maniobra sorprendió a propios y extraños, dado que no había ningún tipo de crisis dentro de la coalición. Era una simple remodelación de Gobierno: sustituir al Ministro de Hacienda ―enfermo de cáncer―, y desdoblar el ministerio de Agricultura, Industria y Comercio.
Don Niceto objetó que, antes de aceptar los nuevos nombramientos, quería llamar a consultas a los representantes de todos los partidos. Azaña (que ya se lo esperaba), lo interpretó como una retirada de la confianza presidencial y en el mismo acto presentó la dimisión.
Según don Niceto, era necesario restaurar la "concordia republicana": que volviera al Gobierno el partido Radical, segundo en número de escaños (90).
Los radicales eran antiguos compañeros de fatigas en la lucha contra la monarquía. Empezaron participando en el Gobierno provisional, pero pasaron a la oposición a principios de 1932 por no estar de acuerdo con las políticas marxistas del PSOE (el partido con mayor número de escaños: 115). Su jefe de filas, Alejandro Lerroux, acusaba a Azaña, con 26 escaños, de ser una marioneta en manos socialistas.
Uff....
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Alejandro Lerroux comparece ante la prensa tras ser llamado a consultas por Alcalá Zamora (Ahora. 9/6/1933) |
Lógicamente, los partidos en el Gobierno no estaban por la labor.
El primero que vetó a los radicales fue el PSOE (donde empezaba a imponerse la vía revolucionara comandada por Largo Caballero). Tampoco entraron al trapo los Radical-socialistas (tercera fuerza con 59 escaños) que a su vez procedían de una antigua excisión de los Radicales.
A todo esto, el periódico "El Socialista" empezó a publicar veladas amenazas de huelga general si el PSOE salía del Gobierno.
Un lío.
En definitiva, la crisis provocada por Alcalá Zamora resultó inútil dada la composición del arco parlamentario de las Cortes Constituyentes.
Se la envainó. No le quedó otro remedio que recurrir a un Gobierno constituido por los mismos partidos que el anterior.
Todo quedó en agua de borrajas. No obstante, la herida se cerró en falso y volvió a supurar tres meses después. Concretamente, el 8 de Septiembre de 1933.
De nuevo vino precedida de unos malos resultados electorales.
Elecciones al Tribunal de Garantías Constitucionales de Septiembre 1933
Fue en la elección de vocales al Tribunal de Garantías Constitucionales, equivalente a nuestro Tribunal Constitucional y —lamentablemente— tan politizado como en la actualidad.
De los 23 puestos electivos, dos salían del propio Parlamento, otros dos los votaban los colegios de abogados, cuatro los catedráticos de Derecho y el resto eran concejales municipales en representación de cada una de las regiones de España.
Los partidos de la coalición sólo consiguieron la tercera parte de los vocales. Una vez más, los resultados fueron interpretados en clave de malestar político y social.
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Elecciones al Tribunal de Garantías Constitucionales en Sevilla (Ahora. 5/09/1933) |
Sorprendió que los abogados ―el sector profesional que más activamente apoyó el advenimiento de la República― eligieran a Calvo Sotelo, un monárquico de la ultraderecha.
Calvo Sotelo había sido elegido diputado en las primeras elecciones republicanas, pero permanecía exiliado en París porque la "Comisión parlamentaria de Responsabilidades Políticas" (no confundir con la franquista) había dictaminado que era culpable de cohecho en su proceder como Ministro de Hacienda durante la dictadura.
Estas cosas pasan cuando es la aritmética parlamentaria la que imparte justicia.
Vale.
Tambien resultó llamativa la elección del diputado y magnate empresarial Juan March. Llevaba año y medio encarcelado como “preso gubernativo” (léase: sin mandato judicial) por orden de la misma comisión. Cuando la peña empezaba a preguntarse por qué no lo soltaban, o bien lo juzgaban de una puñetera vez, resulta que March fue elegido juez del Tribunal Constitucional.
Bien.
La puntilla definitiva vino porque estas elecciones terminaron de envenenar las relaciones entre los partidos que compartían Gobierno. A la vista del resultado, era evidente que no se habían respetado los pactos electorales.
Por primera vez, llegó al Consejo de Ministros la lucha que venía enfrentando a los partidos de la coalición en la calle.
* * *
Al Parlamento no asistía ni Dios. Para llegar al quorum, se hacían coincidir las votaciones con el día de cobro de dietas. Ya se habían promulgado las principales leyes de desarrollo de la Constitución. En definitiva: las Cortes (no olvidemos que eran Constituyentes) estaban durando demasiado.
El caso es que Alcalá-Zamora volvió a la carga: retiró una vez más la confianza al Gobierno, provocando una segunda dimisión.
El primer Gobierno de Lerroux y la exclusión del P.S.O.E.
El arco parlamentario seguía siendo el mismo. Todo hacía pensar que se repetiría la situación anterior.
Sin embargo, Lerroux se las apañó para formar un nuevo Gobierno ampliando el número de carteras a trece, de las cuales, siete estaban ocupadas por los mismos partidos que habían gobernado con Azaña, con la significativa exclusión del P.S.O.E.
Después de toda una vida de lucha política, el histórico líder republicano alcanzaba la presidencia del Gobierno por primera vez. Lo malo es que tenía 70 años y lo hacía con una losa de mármol a la espalda: compartía Gobierno con los mismos partidos a los que venía haciendo oposición.
Sus primeras declaraciones fueron una promesa de reconciliación: “Vengo a pacificar España y si me dejan, a consolidar la República”.
Anunció un cambio de timón. Lo tenía claro: “a pesar de su buena voluntad” el Gobierno anterior la había cagado, generando un creciente malestar social. Prometió modificar las leyes que suscitaban más polémica en la calle.
Veamos:
1) Quería relajar la interpretación de la Ley de Términos Municipales. Diseñada por Largo Caballero para acabar con el “caciquismo patronal”, la ley levantaba ampollas en el campo.
¿Por?
La ley impedía a los jornaleros trabajar fuera del término municipal donde estaban empadronados. Para entendernos: los de Villariba no podían trabajar en Villabajo.
La idea parecía buena: evitar que los patronos introdujeran mano de obra forastera para bajar el precio de los jornales.
Lo malo eran los inconvenientes: la oferta y demanda de trabajadores no coincidía con la división territorial. Acentuaba el paro en los ayuntamientos con poca carga de trabajo, mientras en otros quedaban las cosechas sin recoger.
No está claro quién estaba más cabreado: si la patronal o los jornaleros.
2) Lerroux también prometió reformar los Jurados Mixtos: la versión republicana de los comités paritarios creados por la dictadura de Primo de Rivera para resolver conflictos laborales.
Estaban compuestos con igual participación de patronos que de obreros, por lo que el voto del presidente era decisivo.
Desde que el P.S.O.E. controlaba el Ministerio de Trabajo, la UGT se había ido apoderando de las presidencias, haciendo de ellas arma electoral. Lógicamente, el resto de interlocutores sociales no se mostraban por la labor.
Mientras los empresarios denunciaban que los jurados mixtos no eran imparciales, la CNT se quejaba que el Ministro de Trabajo favorecía a la UGT para arrebatarles afiliados. Si hemos de creer el testimonio del propio Azaña CNT y UGT vivían una "guerra civil".
3) Lerroux también anunció una amnistía para liberar a los "presos gubernativos" (como se decía en la época) por motivos políticos. Solo seguirían detenidos los que estuvieran bajo procesamiento judicial.
Los oxpertos en historia subvencionada te hacen creer que, la Ley de amnistía política de Lerroux, estaba hecha a medida del general Sanjurjo y sus amiguitos golpistas. Lo que no te cuentan es que, al final del bienio "progesista", había miles de anarquistas y comunistas encarcelados sin orden judicial.
Si no me crees, puedes consultar el periódico Ahora del 22/04/1934 (editorial, página 3), que cifra entre 8.000 y 10.000 el número de "presos gubernativos".
Las intenciones de Lerroux eran buenas, pero no pudo cumplir sus promesas porque su Gobierno sólo duró 21 días. Los que tardó en presentarse ante las Cortes.
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Lerroux presenta su Gobierno ante las Cortes. (Ahora. 3/10/1933) |
Un sainete parlamentario
El 2 de octubre, Lerroux fue al Parlamento “entregado a la indulgencia de todos, para que consideren los intereses del régimen”.
Recordó que la I República había caído por las "luchas intestinas" y pidió apoyo temporal para sacar adelante los presupuestos. No se habían empezado a preparar y ya debían estar presentados.
Eso sí, mantuvo el mismo criterio que venía pregonando desde la oposición: las Cortes habían excedido su función Constituyente y estaban "divorciadas de la opinión del país".
Indalecio Prieto contestó con un duro discurso reprochándole que solicitara la confianza a unas Cortes que consideraba acabadas. Anunció el fin de la colaboración del P.S.O.E. con los partidos republicanos que se habían prestado a "eliminar a los socialistas del Poder", y presentó una moción de “no confianza” al Gobierno (venía siendo una moción de censura).
El rechazo de los socialistas era cosa sabida. El auténtico campanazo lo dio Azaña. No olvides que su partido participaba con un Ministro en el nuevo Gobierno.
¿Qué pasó?
Se sumó a la moción de Indelecio Prieto, y no solo eso, lo más flipante es que arrastró consigo al resto de partidos que acababan de prestarse a colaborar con Lerroux.
¿Comorr?
A Lerroux no le extrañó la postura de Indalecio Prieto. Dijo que era un león “y entre leones siempre podremos entendernos”. En cambio, se cebó con Azaña acusándole de no tener corazón, como las serpientes.
Textual: le llamó "serpiente".
Espetó que un león nunca podría pelear con una serpiente, y que, en vista del panorama, se iba a Palacio a presentar su dimisión al Presidente.
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Largo Caballero en un mitin de aquellos días: "prefiero la anarquía y el caos al fascismo" |
Unos historiadores responsabilizan de la ruptura a Lerroux por su "actitud provocadora". Otros opinan que sus señorías fueron a la sesión con la tela cortada de casa. Todo depende de a quien quieras creer. Ya sabes.
El hecho es que cuando Lerroux y sus ministros se marchaban, fueron requeridos por el Presidente del Parlamento ―Julian Besteiro― para que permanecieran en el banco azul hasta que se resolviera la votación de “no confianza” al Gobierno.
¿Eh?
A Julián Besteiro (catedrático de lógica) no le pareció incoherente obligar a votar la “no confianza” a un Gobierno que no existía porque acababa de dimitir.
Verás... todo tiene explicación.
El objetivo era que el Gobierno saliera derrotado por las Cortes en vez de dimitido. De esta forma, Lerroux quedaba incapacitado para intentar formar un nuevo Gobierno en aplicación del Art. 75 de la Constitución.
¿Te das cuen?
Pues los oxpertos en historia siguen poniendo el VAR para ver si fue penalty o falta en ataque.
Convocatoria de elecciones. Noviembre de 1933
Con los partidos republicanos a la gresca, el P.S.O.E. más cerrado que el coño de una muñeca, y los radical-socialistas escindiéndose entre los a favor y en contra de colaborar con el PSOE, decía que se fue al garete la coalición “republicano-socialista” que había permanecido en el Gobierno desde el comienzo de la República.
La situación se volvió ingobernable. Era inevitable convocar elecciones, aunque se presentó una espinosa decisión: ¿quién sería el encargado de organizarlas?.
Nueva crisis (la sexta en dos años y medio), nuevas llamadas a consulta en el Palacio Presidencial. Aquello superaba las sempiternas crisis de Gobierno de la Monarquía.
El problema era que seguía vigente la vieja tradición española: las elecciones las ganaba el partido que las convocaba. En román paladino: quien controlara el recuento desde el Ministerio de la Gobernación (actual Interior). Nadie se fiaba de nadie.
Tras cinco días sin Gobierno y una misteriosa visita de Azaña, Marcelino Domingo y Martínez Barrio al domicilio particular de Lerroux (lo pillaron durmiendo en la cama), el viejo republicano accedió a que fuera su segundo de filas el encargado de organizar las elecciones (en sus memorias lo calificó de traición).
El 9 de octubre nacía el primer Gobierno de Martínez Barrio. Un gobierno provisional (duró dos meses), creado exclusivamente para dirigir las elecciones.
Martinez Barrio formó un Gobierno constituido por políticos de segunda fila (un independiente en Gobernación) con la única misión de vigilarse los unos a otros, para que nadie pudiera usar el Poder en beneficio electoral.
Normalidad democrática.
Se convocaron las elecciones de 1933: la primera vuelta el 19 de Noviembre y la segunda para el 3 de Diciembre.
* * *
Lo cierto es que fueron unas elecciones modélicas. Dejaron votar a las mujeres y hay relativo consenso de que fueron las más limpias de todo el periodo republicano. Por cierto: ratificaron el descontento de los españoles.
Acababa así el primer bienio conocido como “progresista” y empezaba el segundo bienio "radical-cedista", apodado "clerical-fascista" por la izquierda de la época y "negro" por nuestro lobby historiográfico subvencionado.
Lo vemos en el próximo capítulo dedicado a las elecciones de 1933
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