La dictadura de Primo de Rivera - Prólogo de la caída de Alfonso XIII

El general Miguel Primo de Rivera despachando con el Rey Alfonso XIII

El exilio de Miguel Primo de Rivera supuso el principio del fin de la Monarquía parlamentaria nacida de la Restauración en 1874.

En los ambientes palatinos, el Rey se refería al viejo general como "mi Mussolini". Y es que, en aquel momento, el italiano era el cheerleader de los que no estaban dispuestos a que se repitiera una revolución bolchevique en sus paises.

El final de la dictadura de Primo de Rivera

El régimen sovietico nacido tras la IGM exportaba la lucha de clases a sus vecinos y los líderes europeos no querían acabar como el Zar de todas las Rusias.

El problema tenía difícil solución, los acuerdos comerciales con Rusia habían quedado interrumpidos, nadie se fiaba de los bolcheviques que estaban rapiñando las riquezas del país (incluido inversiones extranjeras) en nombre del pueblo.

Lenin aseguró que la próxima revolución sería en España. Los acontecimientos que se venían desarrollando desde 1917 parecían darle la razón, pero el levantamiento del general Primo de Rivera lo cortó de raíz.

Reinado de Alfonso XIII: Conflictos sociales y un Estado inoperante

Dos años antes habían asesinado al Presidente del Gobierno, Eduardo Dato.

Cargarse a un presidente no era nuevo, ya le habían hecho el traje de madera a Cánovas del Castillo en 1897 y a Canalejas en 1912, el propio Alfonso XIII había salido milagrosamente ileso de cuatro atentados.

Lo de Dato fue diferente, no fue cosa de un extremista dispuesto a autoimolarse; por primera vez en la historia, un Presidente del Gobierno español era asesinado por una banda terrorista perfectamente organizada.

Estudiaron concienzudamente sus itinerarios, y el día señalado, le dispararon en la Puerta de Alcalá desde una moto con sidecar. Pusieron el coche oficial como un colador.

La motocicleta apareció poco después en un garaje de Pinar de Chamartín. Los terroristas consiguieron escapar y se refugiaron en Moscú.

La casta no volvió a dormir tranquila.

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El año anterior al golpe de Estado de Primo de Rivera se cometieron en España 1.259 atentados y 234 robos a mano armada.

En 1922 se declararon 487 huelgas y en 1923 otras 465 [más de una por día, oiga]. El caos crecía en las principales ciudades industriales por los atracos, asesinatos, secuestros y paros revolucionarios que paralizaban la economía.

Ya no era una cuestión política: el pistolerismo relacionado la actividad sindical se había convertido en un problema de seguridad ciudadana puro y duro.

En los cinco años anteriores al golpe de Estado se sucedieron, nada más y nada menos, que 12 gobiernos [uno cada 5 meses].

Alfonso XIII refrendaba con su firma los proyectos del Gobierno, el Gobierno presentaba el proyecto en las Cortes, la oposición lo criticaba, no salía aprobado y el Gobierno dimitía. 

A diferencia de ahora, el Gobierno tenía que dimitir cuando se constataba que no podía sacar adelante las leyes.

Los ministros que sucedían a los caídos tampoco podían hacer nada, porque el Gobierno anterior, ahora en la oposición, se vengaba.

Un círculo vicioso que degeneraba en caos. Se veía venir la dictadura.

Primer Gobierno de Miguel Primo de Rivera
Primer gobierno de Primo de Rivera

La Dictadura de Primo de Rivera

En Septiembre de 1923, el general lanzó un manifiesto titulado "Al País y al Ejército", y se convirtió en el nuevo gallo del gallinero sin pegar un solo tiro.

Primo de Rivera se había batido el cobre en Cuba y Filipinas. No se dejaba impresionar por jóvenes revolutas "made in Soviet", ni estaba dispuesto a dejarse mangonear por la vieja casta política.

"No tenemos que justificar nuestro acto, que el pueblo sano demanda e impone. Asesinatos de prelados, ex gobernadores, agentes de autoridad, patronos, capataces y obreros; audaces e impunes atracos, depreciación de moneda, francachela de millones en gastos reservados, sospechosa política arancelaria por la tendencia, y más porque quien la maneja hace alarde de descocada inmoralidad; rastreras intrigas políticas, tomando como pretexto la tragedia de Marruecos..." 

[Manifiesto "Al País y al Ejército" del Marqués de Estella. Capitán General de Cataluña. 13/09/1923]

Desde Palacio se contestó con una nota oficiosa: "El Rey acepta los hechos"

A pesar de las acusaciones de políticos e historiadores, nadie ha demostrado que el Rey estuviera involucrado. Unos años después, Alfonso XIII declaró en una entrevista desde el exilio:

¿Qué otra cosa pude hacer con un Gobierno totalmente desprestigiado y después de que uno de mis ministros huyera a Francia al tener noticia del pronunciamiento?

Se refería a Santiago Alba Bonifaz.

Este tipo era todo un personaje: fue en 5 ocasiones ministro de Alfonso XIII, en aquel momento ostentaba la Cartera de Exteriores y el pollo salió pitando a Francia sin decir esta boca es mía. 

Exiliado en París, empezó a conspirar contra la Monarquía. Volvió a España tras la instauración de la República. Fue elegido diputado y llegó a Presidente de las Cortes. 

Volvió a salir por patas el día siguiente al asesinato de Calvo Sotelo y empezó a colaborar con los franquistas desde Portugal.

Una vez acabada la guerra, su prometedor curriculum no impidió que unos falangistas le dieran una paliza cuando regresó a Madrid.

*   *   *

Un golpe de Estado incruento y bien recibido

Puede que te sorprenda o puede que no, lo cierto es que el golpe de Primo de Rivera fue acogido con una explosión de júbilo y esperanza.

Verás.

Alejandro Lerroux, entonces cabeza de filas del republicanismo histórico, escribió a Blasco Ibáñez una carta que después se hizo pública.

En dicha carta aseguraba:

"A pesar de que el hecho haya sido militarista, atropellador y de concurrir en él reprobables circunstancias, es lo cierto que se ha recibido bien y que sus autores o ejecutores están bien intencionados".

No solo Lerroux, el ambiente de júbilo se aprecia en todo el espectro político de la época:

Ángel Ossorio, otro exministro que esperó a la caída del general para autoproclamarse "monárquico sin rey al servicio de la república", escribía en "El Liberal" el 18 de Septiembre de 1923:

"Lo ocurrido tenía que ocurrir; estaba en el ánimo de todos; era necesario para la salud de la nación (..) Cuando los sublevados se jactan de haber recogido el ánimo popular, tienen razón".

Niceto Alcalá-Zamora, también exministro de la Monarquía y futuro Presidente de la República, decía el 21 de septiembre de 1923 en el periódico "La Acción":

"Al General le consta mi sincero y cordial deseo de que este régimen, a cuyo establecimiento e iniciativa nada me liga, realice una misión útil que, por mi parte, no encontrará obstáculos".

Otro futuro prócer republicano, don José Ortega y Gasset, escribía en "El Sol" dos meses después del golpe:

"Si el movimiento militar ha querido identificarse con la opinión pública y ser plenamente popular, justo es decir que lo ha conseguido por entero..."

Excepto Lerroux (que siempre fue republicano) la casta esperó a que cayera el general para convertirse en republicanos de toda la vida. La casta hizo olvidar su pasado a base de culpar al Rey de haber consentido la dictadura.

Es lo que hay.

Dictadura y economía

Los siete años que duró la dictadura de Miguel Primo de Rivera fueron años de bonanza económica.

El general no se anduvo con chiquitas y acabó a punta de sable con el terrorismo callejero, los sabotajes y las huelgas. Huelgas sin solución porque, lejos de perseguir mejoras laborales, tenían como único objetivo derrocar el estado capitalista opresor.

Gracias a la paz social, florecieron los capitales acumulados durante la Primera Guerra Mundial comerciando a la sombra de la neutralidad española. La economía explotó en aquella España de alpargata.

La balanza de pagos volvió a ser positiva, se incrementó la renta nacional por habitante, se duplicó el gasto en sanidad y se multiplicaron los kilómetros de ferrocarril y carreteras. Nacieron Telefónica y Campsa (antecesoras estatales de Movistar y Repsol) y hasta la Gran Vía de Madrid se construyó en este periodo.

No sólo hubo un milagro económico: el general se ganó el corazón de las madres acabando con la carnicería de soldaditos españoles en Marruecos.

La toma de Alhucemas, significó la pacificación definitiva del Rif tras 17 años de guerra: el "Vietnam" español del primer tercio del siglo XX.

Francisco Franco, Miguel Primo de Rivera y Sanjurjo cabalgando en Marruecos
El Coronel Francisco Franco, el General Miguel Primo de Rivera y el General Sanjurjo tras la toma de Alhucemas.

Primo de Rivera y política social

El dictador era sensible a las inquietudes de las masas obreras. Diseñó su propia política social cortando de raíz la actividad subversivo-terrorista de la C.N.T., al tiempo que establecía fuertes lazos con el P.S.O.E. y la U.G.T.

A lo mejor no me crees, pero los dirigentes socialistas se prestaron a pactar la legislación laboral con la dictadura.

Preocupado por el bienestar obrero, el viejo general nombró Consejero de Estado al socialista Largo Caballero, e incorporó gente del P.S.O.E. en los organismos sociales que se fueron creando.

Francisco Largo Caballero en el Congreso
Largo Caballero, nombrado Consejero de Estado por el Dictador, posteriormente fue nombrado Ministro de Trabajo en la República. Se reconvirtió en "Lenin Español" tras perder las elecciones de 1933.

El fracaso de la dictadura de Miguel Primo de Rivera

La casta exige su parte del botín.

Primo de Rivera realizó una labor de depuración para librar al país de las camarillas políticas que venían turnándose en el Gobierno desde la época de Cánovas.

Sin embargo, y en honor a la verdad, nunca vio el momento oportuno de retirarse y restaurar la Constitución, tal y como prometió inicialmente.

Se aferró al cargo sin que su partido único [la Unión Patriótica] consiguiera respaldo popular para continuar su obra. A pesar del progreso económico, los disconformes empezaron a denunciar que don Miguel no había sido elegido por las urnas.

Fue el inicio de una campaña sorda de desprestigio dirigida contra el Régimen. Primero llegó desde el exilio, a la que se fueron sumando los que habían perdido sus poltronas. 

La prensa retira su apoyo.

Periódicos como El Imparcial o El Liberal (los más difundidos de la época) fueron los primeros en sumarse a la campaña de descrédito. 

Era el mismo lobby que había arrastrado el país a la guerra de Cuba, asegurando que sería un paseo militar contra los gringos. Cuando las piltrafas del ejército volvieron a España tiritando de paludismo, el pueblo se indignó.

Entonces la prensa se sacó de la manga el problema del clericalismo y polemizaba sobre con quién debía ser la mujer del Rey. Morfina peridística para hacer olvidar el desastre del 98 y no se exigieran dimisiones.

Cuando estalló la guerra del Rif, se dedicaron a dar brillo a las victorias moras para debilitar al Gobierno y desmoralizar la sociedad.

La prensa era propiedad de los trusts financieros que hacían oposición al dictador, los mismos que venían mangoneado la sociedad española desde principios de siglo, y que la dictadura había apartado del poder.

La deserción de la aristocracia.

Las camarillas palaciegas también se volvieron hostiles porque la legislación laboral de la dictadura (respaldada por el P.S.O.E.) protegía a los trabajadores y mermaba sus privilegios.

También había militares celosos y descontentos: la política de ascensos daba prioridad a los que se jugaban la vida en los barrancos de Marruecos frente a los que arrastraban el sable por los despachos del Ministerio de la guerra en Madrid.

Iglesia, banca y patronal abandonan las filas de la dictadura.

Los representantes del clero se quejaban de que la Iglesia no recibiera suficiente dinero.

A pesar de ser profundo católico, reprochaban a Primo de Rivera que el presupuesto estatal había aumentado un 21%, mientras el destinado a la Iglesia solo había crecido en un 2,6%.

La banca y la patronal se forraron con la buena marcha de la economía; sin embargo no le perdonaron que un joven Ministro de Hacienda llamado D. José Calvo Sotelo incrementara la carga impositiva a los ricos y combatiera el fraude fiscal.

Les fastidaba el encarecimiento de los costes laborales que suponían las leyes de previsión y justicia social pactadas con los socialistas.

La renuncia del proletariado.

Los representantes obreros también hicieron la cama al general.

Mientras unos dirigentes socialistas colaboraban con el dictador, otros temían que el régimen les arrebatara la bandera de las reivindicaciones proletarias, y empezaron a alimentar hostilidad contra el Gobierno desde las casas del pueblo.

Titular del periódico Heraldo de Madrid: El Gobierno dice que Pablo Iglesias llevó una vida de austeridad y honradez
El Gobierno de Miguel Primo de Rivera elogia la figura del fundador del PSOE (Heraldo de Madrid. 10/12/1925)

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Total, que hunos por unas cosas, hotros por otras, y la mayoría por frivolidad, fue cambiando el ambiente de aceptación y popularidad inicial, por otro de clara hostilidad contra la dictadura.

Finalmente, un Primo de Rivera acorralado y diabético, presentó su dimisión al Rey el 23 de Enero de 1930. Tomó la misma senda de los Pirineos que habían recorrido tantos políticos camino del exilio.

Murió mes y medio después, solo y abandonado en el Hotel Pont-Royal de la rue Bac de París. Sus últimos días los dedicó leer las injurias que le dedicaba la prensa en España.

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Caida de la monarquía de Alfonso XIII

Uno se imagina al Rey sin su Mussolini, cavilando cómo formar un nuevo Gobierno.

Alcalá-Zamora posa junto a Alfonso XIII cuando era su ministro.
A la izquierda del Rey vemosa su ministro Alcalá Zamora, posteriormente reconvertido en Presidente de la República.

¿Sospechaba el Rey que acabaría siguiendo el mismo camino que su general?

Es probable. Después de todo, no era nuevo en el oficio. Conocía el paño.

Había sentido la presión de la casta desde su más tierna infancia. Su padre murió repentinamente estando su madre embarazada. Su condición de hijo póstumo, determinó que le proclamaran rey el mismísimo día de su nacimiento.

Con sólo 16 años, Alfonso XIII empezó a ejercer la profesión que había heredado de su padre. Llevaba toda su vida en política, creo que tenía experiencia suficiente para ser pesimista.

Lo veremos en el próximo capítulo, un caso inaudito en la Historia: una monarquía de siglos se derrumba tras unas elecciones municipales.

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