Exilio de Alfonso XIII: el día que España se despertó republicana.



En la madrugada del 16 de Abril de 1931, Alfonso XIII descendía por la escalerilla del “Príncipe Alfonso”, un buque de la armada española que acababa de atracar en el puerto de Marsella.

Por primera vez en su vida pisaba suelo francés sin honores de Jefe de Estado, tuvo que esperar en el muelle a que apareciera un taxi que lo llevara al hotel.

La noche anterior había partido de Cartagena. Durante la travesía cosieron una franja morada en el pabellón del buque. Poco después le cambiaron el nombre por "Libertad".

Aunque está enterrado en El Escorial, Alfonso XIII jamás volvió a pisar España.

Exilio de Alfonso XIII.

Antes de empezar, hay que aclarar una cuestión: el exilio de Alfonso XIII no vino como consecuencia del esfuerzo de un partido político o una clase social determinada, tampoco fue un movimiento revolucionario.

Se trata de un caso inaudito en la historia: una monarquía secular se derrumbaba tras unas elecciones municipales.

Como vamos a ver, hay regímenes que no caen por el empuje del adversario, sino por la deslealtad de los que supuestamente están encargados de defenderlo...

Voy a contar el final de los 29 años de reinado de Alfonso XIII, el derrumbe de la monarquía de la Restauración.

Marineros rodean el automóvil en que D. Alfonso de Borbón realizó el viaje de Madrid a Cartagena. (Ahora. 17/04/1931, pag 14)

Volvamos todos, y yo el primero, por la senda constitucional.

Después de la dimisión del general Primo de Rivera, el Rey quiso devolver España a la senda democrática. Para ello colocó en el poder a Dámaso Berenguer, un general con fama de liberal que había tenido sus más y sus menos con el dictador.

Berenguer formó un Gobierno de monárquicos sin compromisos y sin mirar su filiación política: ni con la dictadura, ni con el desgobierno que la provocó. Tenían el mandato real de restablecer las libertades suspendidas durante los 7 años anteriores.

El nuevo gobierno puso en libertad los presos políticos, legalizó la F.U.E., dejó retornar a los exiliados, devolvió su cátedra a Unamuno, restableció las libertades constitucionales y levantó la censura.

Todo en orden.

Había buena voluntad en la conocida como “dictablanda” de Berenguer, pero era un Gobierno con poco peso político sin fuerza popular que lo respaldase.

La situación era singular: el nuevo Gobierno promulgaba decretos en cuyos preámbulos se ponía a parir la obra de Primo de Rivera, que a su vez eran firmados por el mismo Rey que los había refrendado.

Oh.

La contradición era demasiado evidente para que la institución no quedara dañada. No bastaba decir que la Constitución había resucitado para solucionar los viejos problemas.

Los partidos de la Restauración nunca fueron verdaderos partidos, más bien redes clientelares controladas por caciques de paso corto y vista larga. Barones de la política que ante el anuncio de una futura convocatoria de elecciones, se dieron prisa en desmarcarse de una monarquía que veían tambalearse. De la noche a la mañana desaparecieron las "adhesiones inquebrantables".

No había día en que algún "barón" no declarara a la prensa que se había vuelto republicano.

El propósito del Rey de restaurar paulatinamente la democracia sabía a poco y ya nadie se lo reconocía. 

No se lo perdonaban los que habían perdido sus poltronas con la llegada de la dictadura, tampoco los que habían tenido que exiliarse. Ahora se declaraban republicanos de toda la vida, aunque hubieran ocupado toda suerte de cargos con la monarquía.

Tampoco se lo agradecieron los socialistas, y eso que habían colaborado estrechamente con la Dictadura. Gracias a ello mantenían pujantes sus organizaciones sindicales. No puede decirse lo mismo del sindicalismo anarquista.

Alfonso XIII había sido el primer monarca europeo en permitir presentarse a las elecciones a los republicanos, pero ahora, hasta los que habían colaborado con la Dictadura le reprochaban haberla aceptado.

Ah!

La casta se pone contra la Monarquía.

Mientras algunos ex-ministros pedían elecciones para decidir la forma del régimen, los socialistas pactaban con sus viejos enemigos los anarquistas, y los catalanistas ya no se conformaban con aranceles ventajosos. Ahora entraban en la corriente subversiva a cambio de un Estatuto con sabor a independencia.

¿Eh?

Al amparo de la generosidad de Berenguer retornaron los terroristas huidos y se reorganizó la C.N.T.  No tardaron en volver las huelgas "revolucionarias" y la violencia social que había motivado el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera.

Sin censura, en la prensa podía leerse: "La monarquía ha de ser destruida". Así las cosas, los republicanos se vinieron arriba e intentaron dar un golpe de Estado.

El Rey había ordenado a Berenguer pastelear con los republicanos, pero cuando el general vio que le montaban una cuartelada de estilo decimonónico (revolución de Jaca), decidió que para militaradas ya estaba él y atajó el asunto con contundencia.

Los insurrectos leen el bando en la plaza de Jaca: Artículo único. "Todo aquel que se oponga, de palabra o por escrito, que conspire o haga armas contra la República naciente, será fusilado sin formación de causa" Fermín Galán.

Tras lo de Jaca se suspendieron de nuevo las libertades y se restableció la censura.

Los protagonistas de la sublevación fueron fusilados sumariamente. Tres días después hubo otra intentona en Madrid, y de nuevo fracasó porque, o bien al PSOE le entró canguelo, o bien no tenía el poder de convocatoria del que tanto presumía.

Convocaron una nueva huelga revolucionaria que iría acompañada de un golpe militar protagonizado por elementos afines, pero el caso es que los obreros no salieron a la calle.

Sus protagonistas: Queipo de Llano y Ramón Franco [seguro que os suenan los apellidos] se libraron porque huyeron volando a Lisboa.

Portada de La Nación 13/12/1930

El verdadero instigador del golpe era el autodenominado "comité revolucionario". Se había formado el verano anterior en una reunión conocida como Pacto de San Sebastián; los mismos que poco después constituirían el primer Gobierno provisional de la República.

Parte de sus integrantes: Alcalá Zamora, Maura, Álvaro de Albornoz y Casares Quiroga fueron detenidos y acabaron cómodamente instalados en la cárcel Modelo de Madrid.

Para conocer el ambiente político del momento, basta decir que Largo Caballero y Fernández de los Ríos se presentaron voluntariamente en comisaría "por solidaridad con los compañeros", celosos de que sus camaradas encarcelados acapararan todo el protagonismo político.

Otros fueron más precavidos: Azaña, Lerroux y Martínez Barrio se escondieron en lugares de sobra conocidos por el general Mola (entonces director de la D.G.S.). Por aquel entonces, Mola era un general curtido en Marruecos que había aceptado el "marrón" de dirigir la seguridad del país en aquellos "delicados" momentos.

Indalecio Prieto, experto en escapismo, cruzó la frontera francesa disfrazado de fraile. No era la primera vez... ni sería la última

Para cualquier Director General de Seguridad es una patata caliente que tu Ministro te obligue a transigir con golpistas.

Cuenta Mola en sus memorias que su red de confidentes le prevenía puntualmente. Conocedor de la intentona de Jaca, mandó una nota personal al capitán Fermín Galán (habían luchado juntos en Marruecos) avisándole que el Gobierno conocía sus intenciones y que desistiera o se atuviera a las consecuencias.

Fermín Galán se pasó la nota por el forro y estrenó el santuario de mártires por la República.

Si Mola no enchironó a los que seguían escondidos es porque tenía órdenes de arriba en contrario. Hay que ser muy ingenuo para creer que aquellos pollos burlaron a la policía hasta el mismísimo día de la proclamación de la II República. 

Imposible permanecer declarado en rebeldía, cuando hasta la señora de la limpieza del Ateneo sabía donde se escondía Azaña, por cierto, que siguió cobrando puntualmente su nómina de funcionario de Gracia y Justicia. Solo salió de su escondite una vez que lo nombraron Ministro del Ejército.

Oh, ah, eh.

En fin...

El caso es que mientras los políticos presos acusaban a la monarquía de represiva y sanguinaria, el “comité revolucionario” recibía visitas en la cárcel y publicaba toda clase de notas de prensa y manifiestos. Para que el espectáculo fuera completo, se permitía celebrar multitudinarias manifestaciones de adhesión a los políticos presos en la puerta de la cárcel.

¿Os suena?

Ya digo, un marrón para Mola que nadie le agradeció después.

El viejo barco de la Restauración se hunde.

El sistema caciquil se desmoronaba y las deserciones de monárquicos iban en aumento. Finalmente, el 14 de Febrero de 1931 (dos meses después de lo de Jaca) el gobierno de Berenguer dimitió acorralado por el ambiente de protesta.

Después de muchas consultas, Alfonso XIII no encontraba repuesto en el Gobierno, ya nadie quería pilotar un barco que hacía aguas.

La monarquía de Alfonso XIII se tambaleaba.

Como nadie se le ponía al teléfono, el Rey acabó recurriendo a Sánchez Guerra, un viejo tránsfuga que había sido Presidente del Gobierno cuando el desastre de Annual, y que en un mitin reciente había tenido el morro de reconocerse monárquico pero no alfonsino.

La cosa no podía estar peor: para formar gobierno, Alfonso XIII tuvo que recurrir a un monárquico que no le reconocía como rey.

Como era de esperar, Sánchez Guerra salió rana: tuvo la ocurrencia de ir a la cárcel a pedir colaboración al comité revolucionario para formar Gobierno.

Los políticos presos no la habían visto más gorda en su vida: la oferta que les hacía aquél "monárquico sin rey" equivalía a su reconocimiento legal. Viendo la fruta madura se negaron a colaborar. Se autoproclamaron "gobierno provisional" e invitaron a incorporarse a la "revolución" a los barones que aún permanecían indecisos.

Alcalá Zamora (ex-ministro de Fomento) se había convertido en la cabeza visible de los republicanos, aseguraba a sus antiguos colegas que todos tendrían cabida en la futura República. Prometió evitar lo que la casta más temía: que rodaran sus cabezas, como le había ocurrido 13 años antes al Zar de todas las Rusias.

Con la promesa de inmunidad para el Rey, sus consejeros y los funcionarios de Palacio, decía que eclesiásticos, banqueros, terratenientes, industriales y comerciantes pensaron que ellos tampoco tenían nada que temer, y cada vez más gente se animó a saltar del barco que se hundía.

El Rey se quedaba solo.

Después de darle muchas vueltas al asunto, acabó nombrando Presidente del Gobierno al almirante Aznar, un marino que nunca se había metido en política pero en el que repentinamente descubrió madera de líder.

El gobierno Aznar tampoco representaba a nadie, y ya era demasiado tarde para cualquier iniciativa. España llevaba un año a la deriva.

*   *   * 

El Gran Mitin Republicano de las Salesas.

Gracias a la prensa, el juicio contra el "comité revolucionario" se convirtió en un acto publicitario contra la Monarquía: los acusados de golpistas se convirtieron en acusadores.

Oh my god!

El Tribunal Supremo dictó una de sus sentencias "históricas" y absolvió virtualmente a los encausados con una pena de 6 meses de cárcel. Según la sentencia, existían circunstancias atenuantes debido a un “estado de obcecación disculpable.”

Oh my...

Estuvieron en la cárcel menos de un mes.

El periodista (y diputado republicano) Roberto Castrovido tituló el juicio en un artículo como:  “el gran mitin republicano de las Salesas” (enlace a pdf). En el artículo aseguraba que un "ambiente de simpatía rodeó mimoso a los acusados" haciendo del juicio un gran mitin, por el "fausto acontecimiento de turnar en la tribuna (que tribuna fue el banquillo de los acusados) a socialistas y republicanos".

Al entrar en la sala, abogados y público se pusieron en pie, "flores a las señoras esposas e hijas de los acusados", y hasta "una merienda dispuesta por el Colegio de Abogados".

Definitivamente la monarquía se hundía.

El Heraldo de Madrid resalta la actitud "gallarda" de los golpistas. (20/03/1931)

Se hizo creer a la opinión pública que un mero cambio de régimen traería automáticamente la felicidad al país, y el pueblo, ilusionado, ya solo se conformaba con la República.

Oh....

Y de aperitivo... unas elecciones municipales.

El gobierno Aznar tenía el mandato regio de convocar unas elecciones que despejaran la situación. Su bajo perfil político parecía garantizar unas elecciones imparciales, pero, excepto los socialistas (el partido mejor organizado gracias a que había colaborado con la dictadura), ni monárquicos, ni republicanos tenían prisa.

Antes querían actualizar el censo electoral, meter a los que habían adquirido derecho a voto desde de las lejanas elecciones de 1923 [la mayoría de edad se alcanzaba a los 25 años.]

Una tarea en la que todos estaban de acuerdo, y que llevaría algún tiempo en aquella España de malas comunicaciones.

Entretanto, y para ir dando gusto a las impaciencias democráticas del personal, se convocaron unas elecciones municipales. Se restablecieron las libertades constitucionales interrumpidas desde lo de Jaca, y se volvió a levantar la censura.

Los líderes republicanos se presentaron en coalición con los socialistas en la llamada "Conjunción Republicano-Socialista" y (a excepción de los que seguían escondidos en rebeldía) todos los barones figuraban en las candidaturas de Madrid.

Vale.

*   *   *

El artículo 29 de la ley electoral estipulaba que en los ayuntamientos donde sólo hubiera una canidatura, no hacía falta convocar a las urnas.

Tal cual.

El 5 de Abril de 1931, por el artículo 29 resultaron triunfantes cerca de 13.929 concejales monárquicos contra 1.712 republicanos (cifras obtenidas del periódico Ahora del 12/04/1931. página 4)

La cosa estaba clara: el sistema caciquil seguía funcionando en la España profunda y no parecían unas elecciones peligrosas para la Monarquía. Ante estos resultados, republicanos y socialistas se apresuraron a declarar que eran unas elecciones amañadas y sin importancia...

...nadie esperaba que fuera el propio Gobierno el que elevara unas elecciones administrativas al rango de plebiscitarias.

Momento en el que el Presidente del Gobierno comunica a los periodistas que España se ha "despertado" republicana. (Ahora 15/04/1931. Pág 12)

España se acuesta monárquica y se levanta republicana.

El 12 de abril, siete días después, se celebraron las auténticas elecciones.

El resultado electoral fue similar: sumando los resultados del 5 de Abril, dieron un cómputo global de 22.150 concejales monárquicos contra 5.875 antimonárquicos (Ahora, 14/04/1931, página 7).

¿Cómo pudo interpretarse este resultado un rechazo a la Monarquía en unas elecciones que no planteaban un cambio de Régimen?

Era impensable que el régimen monárquico, con su ejército, sus fuerzas de seguridad, y todo su aparato estatal intacto, pudiera venirse abajo por los resultados (que ni siquiera eran adversos) de unas simples elecciones municipales.

Los primeros sorprendidos fueron los propios republicanos.

El diputado Santiago Alba reconoce en el Parlamento que el cambio de Régimen soprendió a los propios republicanos. (La Tierra. 17/09/1931.Portada)

La clave está en que la iniciativa no partió de los republicanos, sino del propio Gobierno.

*   *   *

El Lunes 13 de Abril, el Presidente del Gobierno hizo la siguiente declaración:

—¿Crisis? ¿Qué más crisis que la de un país que se considera monárquico, y a las 24 horas queda republicano (Ahora,14/04/1931, pag.8)

¿Os imagináis?

Un presidente del Gobierno, tras la noche electoral de unas municipales, presenta su dimisión y anuncia alegremente que un país de monarquía secular se ha “despertado” republicano.

Los periodistas alucinaron y corrieron a divulgar la noticia.

Así de chusco.

Tres franciscanos votando en su colegio electoral. (Ahora 14/04/1931. Pág 11)

Era cosa sabida, las candidaturas republicano-socialistas triunfaron en las grandes poblaciones donde se concentraba el proletariado. No era la primera vez.

Lo que hizo la ocasión diferente fue que la casta atisbaba la caída del régimen, y ninguno de los "barones" quiso ser el último en saltar del barco.

El propio Rey se dio cuenta que estaba todo perdido cuando supo que en el distrito de Palacio (donde vivían la mayoría de los funcionarios palatinos) habían arrasado las candidaturas republicanas.

*   *   *

En la España profunda la cosa estaba clara. Los caciques controlaban el voto. Buena prueba es que en más de la mitad de los pueblos ni siquiera se fue a las urnas por la gracia del artículo 29. Pero ya nadie reconocía la representatividad de dichas candidaturas, y en las ciudades el panorama electoral había cambiado.

El golpe definitivo a la Monarquía se lo dieron las clases medias: comerciantes, empresarios, abogados, periodistas, profesionales liberales, etc... ciudadanos que votaron por la República, porque estaban hartos de un Régimen corrupto que no había conseguido traer el progreso al país.

*   *   *

Exilio de Alfonso XIII: ¡Que se vaya!

Al ver perdidos sus tradicionales feudos electorales, los barones entraron en modo pánico y lo dieron todo por perdido. Desde el despacho donde se seguía el recuento electoral, Romanones mandó un recado al Rey a través de Florestán Aguilar, su dentista de cámara.

Le hizo llegar una nota comunicando que la monarquía estaba perdida y que la única solución era su salida inmediata de España, so pena de acabar como el Zar. 

El dentista llevó el recado a palacio a las 7 de la mañana. Al Rey (todavía en la cama) le extrañó que su principal Ministro le hiciera llegar una nota por mediación de su dentista. Según testigos se quedó lívido.

La nota (además de una puñalada por la espalda) significaba el destierro.

Esa misma mañana del 13 de Abril el Consejo de Ministros dimitió en pleno, dejando al Rey solo en el peor momento de su reinado.

Por la tarde, el presidente del Gobierno tuvo la famosa ocurrencia de declarar que el país se había despertado republicano.

En román paladino: el propio Gobierno daba la monarquía por finiquitada.

El Lunes por la noche los rotativos ya tenían impreso el titular anunciando la marcha del Rey el día siguiente. (Ahora, 14/04/1931, Portada)

Los republicanos se hubieran conformado con celebrar un triunfo parcial en las capitales, pero cuando se dieron cuenta del desconcierto del Gobierno, se apresuraron a sacar su gente a la calle.

Al día siguiente, el ya dimitido Ministro Romanones se entrevistó con Alcalá Zamora. La cita se produjo en el domicilio del doctor Marañón, médico personal del Rey y ahora reconvertido en flamante republicano. Meses después, Romanones declaró en una entrevista que el Rey le había ordenado convocar la reunión, pero los monárquicos más recalcitrantes siempre le echaron en cara que fue por su propia iniciativa.

Sea como fuere, el objetivo de la reunión era pactar una tregua, hasta convocar unas elecciones que de verdad fueran constituyentes y sinceras.

Pero Alcalá Zamora —sabiéndose ganador— contestó que sólo se comprometía a contener a las masas, a condición de que el Rey saliera pitando de España.

*   *   *

Los gobernadores civiles, informados de que la monarquía se desmoronaba, abandonaron sus puestos y un rosario de proclamaciones republicanas se extendió por toda España.

En Barcelona, cuando Francisco Maciá se enteró de que su colega Companys acababa de autoproclamarse Alcalde de Barcelona, fue corriendo al edificio de enfrente (la Diputación Provincial, después "Generalitat") y por el simple método de entrar y asomarse al balcón, no se conformó con proclamar la República española, ni la República a secas, proclamó, nada más y nada menos, que la República Catalana.

Oh my God.!

Cuenta Josefina Carabias en sus memorias lo mucho que flipó al día siguiente, cuando tomando un café con otros periodistas, apareció un compañero recién llegado de Barcelona enseñando un salvoconducto que ponía:

REPÚBLICA CATALANA.

"Permítase la salida del territorio de l’Estat català a don Melchor Fernández Almagro." 

Si algo caracteriza la historia del independentismo catalán es lo pintoresco de sus proclamaciones.

Oh my...

*   *   *

Exilio de Alfonso XIII: camino de Cartagena.

Las fuerzas de seguridad mantenían el orden público. Era perceptible que confraternizaban con los manifestantes callejeros.

El general Sanjurjo (entonces director de la Guardia Civil) fue requerido para que sofocara las manifestaciones, pero se desentendió del tema alegando que su obligación era mantener el orden, no defender un reinado. Advirtió al Rey que no cargaría la Guardia Civil contra el pueblo.

Sanjurjo entendió que las elecciones municipales habían sido plebiscitarias y se puso del lado de la voluntad popular. Gracias a su actitud, la proclamación de la República no se tiñó de sangre pero (como en el caso del general Mola) tampoco se lo agradecieron después.

Así las cosas, comunicaron al Rey que no se podía garantizar la seguridad de su familia. Para entonces, sólo permanecían fieles dos ministros del gabinete.

A pesar de que Palacio estaba a 500m de la estación del Norte, el nuevo gobierno obligó a la reina a coger el tren en el Escorial para evitar desórdenes en la despedida. En la foto: un alto de la comitiva en la carretera de la sierra para que la reina viera Madrid por última vez.

El general marqués de Cavalcanti pensaba que no se había marcado el último gol y proclamó la adhesión inquebrantable del arma de caballería. Sin embargo Alfonso XIII no quiso ser el instigador de una guerra civil y optó por salir de España.

Al anochecer, una comitiva de automóviles salía a toda velocidad por una puerta trasera del Campo del Moro camino de Cartagena. Llegó a las 4 de la madrugada. Al día siguiente, su mujer y sus hijas fueron obligadas a tomar el tren camino de París.

El Lunes, a las 11 de la noche, al correr el rumor de que había abdicado el Rey, se formó una imponente manifestación. Las fuerzas de orden público fraternizaron con los manifestantes. (Ahora 15/04/31. Pag.11)

Catarsis social.

Los Madrileños festejaron la llegada de la República con la alegría que despiertan en el pueblo los grandes acontecimientos:
el mismo entusiasmo con el que en mayo de 1886 habían celebrado el nacimiento del Rey y el mismo con el que habían aplaudido el advenimiento de la Dictadura de Primo de Rivera en 1923.

El 14 de Abril de 1931 España vivió una catarsis que alcanzó a todas las clases sociales.

Emocionante momento en que se iza la bandera tricolor en el balcón principal del Ministerio de Gobernación en la Puerta del Sol de Madrid. (Ahora 15/04/1931. Pág. 16)

Está claro que el proletariado se entregó al cambio de Régimen, pero no hay que olvidar que también confió en la República la clase media y buena parte de la aristocracia, el clero y la alta burguesía.

En definitiva, el pueblo confió en unos dirigentes que prometieron desmontar las oligarquías políticas y caciquiles, y llevar a España hacia el progreso con paz, trabajo y tranquilidad. Se creyó en la República de orden que habían prometido los republicanos.

Sin embargo... ¿Supuso el cambio de Régimen un cambio en la honestidad de las costumbres políticas?

Es algo que iremos desgranando en los capítulos de esta Crónica Política de la II República.

8 comentarios:

  1. Excelente,
    La mejor síntesis que he leído.

    Tal vez me falte la influencia de Ortega en las clases medias y altas para que apoyaran el republicanismo.

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  2. Hola,
    en realidad si que he mencionado a Ortega,
    solo que de pasada,
    quizás te ha pasado desapercibido porque he traducido del latín su artículo más famoso de aquella época: "Delenda est Monarchia"

    (Está incluido un link al artículo original.)

    Muchas gracias por tu amble comentario,
    sin duda que Ortega ayudó a crear ambiente.

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  3. Fantástico resumen. Y me encanta el tono burlón.

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  4. Buen repaso. Faltó la historia de la crisis económica y de la violencia social del s.XX (represión antisindical, la guerra en África,etc) Gracias

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    1. Son cerca de 4.000 palabras, imposible abarcarlo todo. Muchas gracias por leerlo.

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  5. muy bien explicado,nunca se voto una republica y el pueblo lo que queria era una mejora en su vida,le dsba igual si era la republica o monarquia quien se la proporcionara

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  6. Sabes si se pueden adquirir las memorias del general Mola en alguna librería?

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