"Mañana van a hundir a cañonazos una casa vieja y vacía, desde la que hoy se ha hecho fuego a la tropa. No sé bien si van a fingir mañana que hay gente dentro. Este programa le entusiasma [al ministro de interior] y llega a decirme que influirá ventajosamente en la cotización de la peseta."
Este artículo está dedicado a la “semana sangrienta sevillana”, esta acabó con la destrucción a cañonazos de Casa Cornelio en plena plaza de la Macarena.
Semana Sangrienta Sevillana y la demolición de Casa Cornelio
Antes de nada, es importante conocer el clima laboral que había en España tres meses después de la proclamación de la II República.
La guerra entre U.G.T. y C.N.T.
Un rosario de huelgas generales y parciales se extendían a lo largo y ancho de la península acompañadas de alborotos y enfrentamientos con la fuerza pública.
La más resonante era la de Telefónica por ser de ámbito nacional y estratégica para las comunicaciones del país. La Confederación Nacional del Trabajo, el histórico sindicato anarquista, era la organización sindical dominante en la empresa.
La concesión del monopolio a la International Telephone and Telegraph (ITT) en la dictadura de Miguel Primo de Rivera se convirtió en argumento estrella para dar caña a la monarquía. Los republicanos acusaban al monarca de haberse vendido a los intereses de una empresa extrangera.
El 25 de abril de 1930, Indalecio Prieto llegó a decir en el Ateneo madrileño que los huelguistas telefónicos eran “los Daoíz y Velarde de nuestros días, los que defienden a la patria de la invasión yanqui.”
Sin embargo, tras la proclamación de la República, la situación había cambiado radicalmente.
Me explico:
Republicanos y socialistas habían buscado alianzas con la C.N.T. en los últimos años de monarquía. El problema es que las alianzas "contra alguien" se acaban cuando ese "alguien" desaparece y deja enfrentados a los que antes eran amigos.
Desde que Largo Caballero fue nombrado Ministro de Trabajo, la U.G.T. consideraba las huelgas “inoportunas”, mientras que los anarquistas seguían con sus huelgas, revueltas y sabotajes.
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("Ahora" - 17/07/1931) |
En definitiva, huelgas del momento tenían un marcado carácter político:
El enfrentamiento entre la U.G.T. y la C.N.T. por el control de las masas obreras.
La C.N.T. seguía con su sueño húmedo de comunismo libertario: acusaba a los socialistas de haberse vendido al capitalismo, y al nuevo Ministro de Trabajo de favorecer a su sindicato.
Vale.
Supongo que no te sorprenderás si te digo que anarquistas y socialistas se llevaban a matar en el sentido más literal de la palabra.
El acercamiento entre unos y otros empezó a forjarse tras la debacle del P.S.O.E. en las elecciones de noviembre de 1933. Se materializó por primera vez (de forma parcial y recelosa) en el golpe de Estado de 1934, y culmina en las elecciones de 1936 con la C.N.T. pidiendo a sus afiliados votar al "Frente Popular."
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("El Sol" - 13/08/1931) |
Sevilla “la Roja”
El sindicalismo sevillano presentaba peculiaridades. A la rivalidad entre ambos sindicatos, hay que añadir un tercer player: los comunistas.
El P.C.E. no había recibido más de 50.000 votos en las elecciones a Cortes Constituyentes, no obstante tenía su bastión en Sevilla.
Las obras de la Exposición Iberoamericana de 1929 habían sido motor económico de la ciudad durante los últimos años de dictadura.
Miles de trabajadores habían huido de los “jornales de hambre” (como se decía en la época) del campo andaluz atraídos por la abundancia de trabajo. Una vez pasado el evento, quedaron en paro forzoso, hacinados en arrabales, faltos de higiene y sin prestaciones sociales.
Como a can flaco todo son pulgas, la Expo supuso un estrepitoso fracaso económico que dejó vacías las arcas municipales. El ayuntamiento se vio forzado a subir tasas e impuestos, convirtiendo Sevilla en una de las ciudades más caras de España.
La miseria se extendía entre las clases más desfavorecidas: caldo de cultivo para reivindicaciones, huelgas y algaradas.
Sevilla era un avispero.
La semana sangrienta sevillana
La mecha prendió un caluroso sábado 18 de julio de 1931, cuatro días después de la apertura de las Cortes Constituyentes.
Un enfrentamiento entre huelguistas y esquiroles de la cervecera "La Cruz del Campo" (actualmente propiedad de Heineken) derivó en un tiroteo con la muerte de un obrero.
El domingo 19 se celebró un mitin con la actuación estelar de Ángel Pestaña (Secretario General de la C.N.T.) recién llegado desde Barcelona.
Esa misma noche, un “frente único de trabajadores” se reunió en asamblea y declaró la huelga general. El “frente” exigía el arresto de los Guardias que sofocaron la revuelta, la dimisión del Gobernador Civil y, ya de paso, la del Ministro del Interior en Madrid.
Casi ná.
El Gobernador de Sevilla, don José Bastos, apenas llevaba 11 días en el cargo. No había terminado de deshacer las maletas y le explota la primera jarana en las manos:
"—Desde anoche empecé a recibir avisos y telegramas de varios pueblos de la provincia dando cuenta de la declaración de huelga general sin previo aviso. De aquí, de Sevilla—continuó diciendo—, he recibido de la Unión local de Sindicatos el oficio declarando la huelga general, de carácter francamente revolucionario por el contenido de las conclusiones."
Acto seguido, el Jefe Militar de Sevilla mandó “enarenar” las calles previendo tener que movilizar la caballería.
El lunes 20 se celebró el entierro del obrero.
Acabada la ceremonia, se organizó una manifa hacia el centro de la ciudad.
La plaza de la Macarena se fue llenando de obreros expectantes esperando a los que venían del sepelio. El ambiente se fue cargando. El Gobernador ordenó desplegar efectivos de Guardia Civil y Guardia de Seguridad y...
...y
… se montó un pifostio monumental.
La Macarena y Triana se convirtieron en campo de batalla: suenan tiros entre obreros y guardias. Se dispara desde azoteas. Tranvías asaltados. Las colas de las panaderías son disueltas a tiros. Los comercios echan el cierre y la gente despavorida se refugia en los soportales.
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"A la amenaza constante de los revoltosos ha respondido la autoridad reestableciendo cuantos servicios permiten las circunstancias" (Ahora - 23/07/1931) |
Los sindicalistas culpaban a los guardias, los guardias alegaban que fueron los primeros agredidos.
No se podía atravesar desde la calle Campana a la Macarena sin ser cacheado varias veces. La misión de los reporteros se volvió peligrosa: la fuerza pública “no conoce a nadie y las órdenes son muy severas.”
El paro en Sevilla era total.
El Alcalde don José González y Fernández de La Bandera —del partido Radical Republicano— publicó un bando por la tarde:
“si mañana martes, sin causa justificada o debida autorización, faltase alguien a su trabajo, será inmediatamente dado de baja en la plantilla o borrado de las listas de jornaleros, sin posible reingreso."
¿Comorr?
El bando finalizaba:
“Sevillanos, por la República, por España, por Sevilla, no dejarse engañar por unos cuantos malvados a sueldo (..) Vuestro alcalde espera defendáis el orden, garantía indispensable para el trabajo y el ejercicio de los derechos ciudadanos, única forma de mantener la gloriosa República española.
Sevillanos: ¡Viva la República! ¡Viva España! ¡Viva Sevilla!”
A última hora de la noche el gobernador notificó a la prensa que la ciudad estaba en calma.
Todo en orden.
El martes 21, Sevilla amaneció en calma. Volvieron las colas a las panaderías y tiendas de comestibles.
Sin embargo, el aspecto de la población era triste: los tranvías eran conducidos por soldados. Los taxistas no acudieron a las paradas. Muchos comercios no abrieron, otros lo hacían con los cierres echados.
El gobernador, acompañado por el alcalde, pasearon por el centro ordenando abrir a los comercios “medrosos”, al tiempo que amenazaban "con imponer multas a quienes se resistieran."
Grupos de sevillanos se ofrecieron voluntarios para asegurar el abastecimiento de la ciudad con coches y camiones particulares.
Según la prensa, las autoridades daban a los voluntarios los correspondientes permisos y… ojo al dato: pistolas automáticas.
Como lo oyes.
“La ciudad parece que reacciona merced a las enérgicas medidas adoptadas por las autoridades. Esta noche la población tiene un aspecto más normal que la anterior, aparecen abiertos mayor número de bares y cafés”.
El Gobernador recibe informes de que la situación en los pueblos continúa siendo grave. En Dos Hermanas unos huelguistas intentaron incendiar el edificio de Telefónica con los esquiroles dentro. En Utrera asaltaron una fábrica textil.
El miércoles 22 amaneció con el centro de Sevilla materialmente ocupado por fuerzas de Seguridad, Ejército y Guardia Civil. Cachean y piden la documentación a "cuantos individuos infunden sospechas”.
La calma era solo aparente.
“A media mañana, como obedeciendo a una consigna, en distintos puntos de la ciudad se dispara sobre la fuerza pública desde azoteas y casas deshabitadas. Esta contestó con gran energía”.
Los pistoleros hacían fuego contra los tranvías, los soldados que los custodiaban repelían las agresiones.
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“La bellísima señorita María Pepa Jimeno González, muerta ayer al ser alcanzada por un proyectil cuando cerraba uno de los balcones de su casa” (El Liberal - 24/07/1931) |
Por la tarde, el ejército emplazó ametralladoras en calles estratégicas del centro de la ciudad.
Ante semejante panorama, el Gobernador Civil se ve obligado a declarar el estado de guerra y resigna sus poderes al Jefe Militar de Sevilla, general Leopoldo Ruiz Trillo:
“por no haber sido suficientes las enérgicas medidas tomadas por las autoridades para la pacificación moral y material de Sevilla y su provincia”.
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El ejército emplaza ametralladoras en el centro de Sevilla |
Esa noche se produjo un suceso muy muy grave, tan grave, que dio lugar a la primera Comisión de investigación Parlamentaria de la II República.
Te cuento.
Cuatro comunistas muertos en el Parque de María Luisa
A lo largo de la mañana del jueves 23, empezó a correr un rumor por la ciudad: a las 4:00 de la madrugada se habían escuchado tiros en los jardines de la Expo.
Han muerto cuatro presos cuando eran conducidos a los sótanos de la Plaza de España. Se habían habilitado como cárcel provisional porque los detenidos no cabían en los calabozos.
Se rumoreaban extrañas circunstancias:
— Raro por la hora.
— Raro que los transportaran en una camioneta particular escoltada por dos turismos.
— Raro por los escoltas: cuatro guardias de seguridad y cuatro guardias civiles acompañados por cuatro “guardias cívicos” (voluntarios civiles armados).
La camioneta sufrió un pinchazo en la zona más oscura del parque. Como estaban a solo 15 minutos andando del destino, deciden llevarlos a pie.
Nada más echar a andar, fueron atacados por un grupo de pistoleros. Se produce un tiroteo en el que mueren los cuatro detenidos.
"El Sastre", “Parrita”, "El Cojo de los Pestiños" y Rivera Barbecho.
Solo salieron mal parados los cuatro comunistas presos: dos mueren en el acto, uno al poco tiempo, y queda un herido grave.
En lugar de ingresarlo en el hospital más cercano, lo llevan al Hospital militar en la otra punta de la ciudad. Murió al poco de ingresar.
— Raro que ni asaltantes, ni agentes, ni siquiera la camioneta, hubieran recibido un solo impacto.
— Vale que tres de los presos intentaran escapar (a pesar de ir esposados), pero es que el cuarto tenía una pierna amputada a la altura del muslo. Raro, raro.
Todo parecía indicar que les habían aplicado la ley de fugas.
Sigamos.
Sevilla amanece desierta. Los barrenderos salen a trabajar, pero se retiran coaccionados con amenazas.
Sonaron tiros sueltos en las calles Torneo y Sta. Clara cuando un grupo de obreros se negó a dispersarse. Se clausuran varios centros sindicales.
El pan llegaba a Sevilla en camiones particulares. Como en los días anteriores, se formaron largas colas en los pocos despachos que seguían abiertos.
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"Una nutrida cola de vecinos que previsoriamente se provee de pan" (Ahora - 23/07/1931) |
Los guardias entraban en las tabernas a cachear a los parroquianos. Detienen a los que portan carnets de la C.N.T.
La destrucción de la Casa Cornelio a cañonazo limpio
Los anarquistas estaban comiéndole las papas a la todopoderosa U.G.T. Era ostensible que los socialistas no tenían fuerza para desconvocar las huelgas.
El Consejo de Ministros se reunió de urgencia el 21 de julio y aprueban dar un golpe de efecto para solucionar rápidamente el problema.
A los pollos no se les ocurre otra cosa que mandar cañonear una taberna donde, según unos, importantes personajes del Obrerismo Sevillano se reunían a tomar los vinos, según otros, se había hecho fuego contra la tropa.
Ca-ga-te-lo-ri-to.
A las once de la mañana del jueves 23, el general Ruiz Trillo ordenó desplegar una batería del Tercio Ligero en la explanada de la Macarena. Los cañones apuntando a la taberna.
“No habrá que decir el efecto que produjo entre los vecinos la presencia de las piezas de artillería”![]() |
"Frente a la ya famosa casa de Cornelio, los soldados emplazan la pieza de artillería que ha de destruirla." (Ahora - 25/07/1931) |
El general habló con uno de los hermanos Cornelio. Le ordena que recoja lo indispensable porque van a demoler la taberna. Los alucinados vecinos de las casas colindantes reciben el mismo consejo “por el bien de su seguridad”.
La plaza se llenó de curiosos. El Liberal de Sevilla informa que unos se preguntaban si el Gobierno tendría los santos bemoles de bombardear una taberna vacía. Otros sabían de buena tinta que la decisión estaba tomada y era imparable.
A las 17:00 ordenaron despejar la plaza. Solo se permite la presencia de periodistas, fotógrafos y “algunos voluntarios que prestan servicios a la autoridad”.
Unos periodistas aseguran que hubo 20, otros 21 y hasta 22 cañonazos. Supongo que era difícil mantener la concentración en medio de semejante estruendo.
Fueran los que fueren, lo cierto es que dejaron el edificio hecho unos zorros. La planta baja quedó hecha un revoltijo de escombros y maderas. Se rumoreaba que habían quedado enterradas 45.000 pesetas en existencias.
Consummatum est.
A las diez de la noche la tranquilidad era completa. Se advertía mayor confianza en los sevillanos, la prensa lo ilustra muy gráficamente: “muchos vecinos estaban sentados a las puertas de sus casas”.
La mañana del viernes 24, unos individuos atacaron el cuartel de la Guardia Civil de la Plaza del Sacrificio. Murió un capitán.
A partir de entonces, la fiesta entró en su fase final: tiros sueltos y la carga contra un grupo que intentó saquear los restos de la taberna.
El hecho es que el singular fusilamiento calmó el soliviantado espíritu sevillano. La prensa informa que los obreros fueron incorporándose al trabajo y la ciudad recuperó su aspecto normal.
El balance de la semana sangrienta: 20 muertos y unos 200 heridos.
Todo en orden.
Pues atento, que la historia no acaba aquí.
Comisión de Investigación sobre los sucesos de Sevilla
Los republicanos habían llegado al Poder con la promesa de acabar con las tácticas represivas de la Monarquía, no era de recibo que cometieran las mismas barbaridades.
El Parlamento republicano aprobó nombrar la primera comisión de investigación de su historia.
El 2 de agosto, ocho diputados viajaron a Sevilla para aclarar los sucesos. Estaban de vuelta en Madrid nueve días después.
El dictamen final de la comisión fue publicado en el diario de Sesiones del 14 de Agosto, su veredicto era el siguiente:
Respecto de los cuatro comunistas muertos:
"Que existen indicios vehementes y tan destacados, que hacen llegar las deducciones lógicas a la zona de la delincuencia." (sic)
“Que estos indicios dejan a salvo a las autoridades civil y militar, aunque señalándose una cierta inhibición de autoridad en el señor gobernador civil de Sevilla, y en este hecho concreto; llevando la Comisión, como consecuencia, su analisis induciario solo a las personas que realizaron la conduccion de los presos."
En cualquier otro momento, dejar irse de rositas a los responsables hubiera supuesto una escandalera parlamentaria de muy señor mío. Sin embargo, solo se mostraron críticos media docena de diputados que poco después serían conocidos como el “grupo de los jabalíes.”
Tal era el buen rollo, que incluso aprobaron borrar del dictamen lo de “cierta inhibición de autoridad” del Gobernador.
Respecto la destrucción de la casa llamada de Cornelio:
La comisión “estima que es algo espectacular e ineficaz, no insistiendo, como en el caso anterior, por ser menor el daño causado y, además, reparable.”
Todo bien.
No voy a extenderme más con el suceso de Casa Cornelio: creo que habla por sí solo. Solo comentar que los hermanos Mazón jamás recibieron indemnización alguna.
Las pesquisas de la comisión dejaron sin resolver la madre del cordero: la identidad de la persona que había ordenado la conducción. Alguien que asumiera la responsabilidad y alejara las sospechas de un asesinato encubierto.
El Gobernador declaró no estar presente a esas horas en el gobierno civil. Los guardias civiles dijeron que les había mandado el cabo. El cabo que lo había ordenado un civil que “interrogaba a los detenidos”. El caso es que esa persona no apareció por ninguna parte.
Se supo que la mayor parte de los voluntarios eran monárquicos, y sabiéndolo, se les permitió que acompañaran a los detenidos.
El Gobernador alegó que era nuevo en la ciudad y no conocía de qué pie cojeaba el personal.
A la pregunta de por qué los republicanos no se habían ofrecido voluntarios, el Alcalde de Sevilla dio una curiosa contestación a la Comisión:
“Porque no querían tener contacto con aquellos elementos monárquicos y porque les parecía absurda aquella conducta (..) como si en tiempos de la Monarquía se hubiera acudido a los republicanos para defender al rey.
Por eso y no por otro motivo no prestaron su asistencia en los primeros momentos republicanos y socialistas.”
No sé como lo ves tú, a mi no me resulta convincente.
Incluso hubo parlamentarios republicanos que defendieron la actitud de los monárquicos:
"Y aunque algunos de estos guardias cívicos fueran monárquicos, ¿que?
— ¿No está reconocido por todos que espontáneamente trabajaron por la tranquilidad de Sevilla?
— ¿No fueron ellos los que llevaron la leña a las panaderías?
— ¿No fueron ellos los que garantizaron el abastecimiento de agua de la ciudad?
— ¿No fueron ellos los que llevaron sobre sus espaldas las reses sacrificadas a las carnicerías?
— ¿Pensaban entonces en Alfonso XIII, o trabajaban por los intereses de la República?"
Lo más sorprendentemente es que ni siquiera se propuso a votación el dictamen. Se aprobó por aclamación y todos fueron confirmados en sus cargos.
Puedes opinar lo que te parezca. Yo creo que, con el Parlamento recién constituido y el 85% de los escaños en poder de la coalición republicano-socialista en el Gobierno, sus señorías todavía disfrutaban su luna de miel.
Nadie volvió a acordarse de los cuatro comunistas muertos.
El problema es que la violencia social, lejos de menguar, siguió en aumento.
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