Las Memorias de Agustín de Figueroa (El suegro de Raphael).


Agustín de Figueroa.

Corría el 24 de Junio de 1936.

Noche veraniega en Madrid, Agustín de Figueroa escuchaba de labios de su amigo Federico García Lorca la lectura de su última obra: “La casa de Bernarda Alba.” 

Lorca pensaba estrenarla en Octubre en la capital, pero hubo que esperar para ver el estreno hasta 1945 y finalmente fue en Buenos Aires.

Un mes después de aquella velada, la vida de ambos daba un giro inesperado con el estallido de la guerra civil.

Lo de Federico es de sobra conocido.
Vamos a dedicar este artículo a su amigo Agustín, el Marqués de Santo Floro, que es una historia mucho menos trillada.

Mientras Lorca se escondía en casas de falangistas granainos, nuestro protagonista también se encontraba en delicada situación:

lo habían recluido en la cárcel femenina de Ventas, inaugurada tres años antes por Victoria Kent.

Una cárcel para mujeres que de la noche a la mañana se llenó de curas, toreros, comerciantes, actores, aldeanos, Grandes de España, viajantes…

Agustín de Figueroa la describe como un lugar con “algo de colegio, de barco y de clínica.”

*    *    *    *

"Fulano ha salido en libertad. Y, en seguida, viene la interrogación:
Pero… ¿”buena”?
La “buena” libertad se llama entre nosotros, a la que llega de día.
Los que salen de noche… ¿para qué precisar.?
Todos sabemos a qué atenernos".

*    *    *    *

"La larga reclusión, las privaciones, el hambre, el frío, constituirían un mal relativo.Lo verdaderamente cruel, lo intolerable, es la tensión en que vivimos."

Agustín de Figueroa.

Hoy día, Agustín de Figueroa sería más conocido como el suegro de Raphael (con ph),
pero en aquellos tiempos era el hijo de Romanones y nieto de Alonso Martínez  (ambos ex-ministros y figuras políticas importantes de la Restauración).

Agustín de Figueroa es suegro de Raphael
Natalia Figueroa, hija de Agustín de Figueroa, se casó en Venecia con Rafael Martos en 1972.

En aquellos tiempos convulsos, semejante pedigrí era motivo suficiente para acabar con los huesos en la cárcel.

Oficialmente le habían acusado de participar en un complot para asesinar a Largo Caballero, nuestro sucedáneo de Lenin Ibérico.

Acusación imposible de creer, porque Agustín era apolítico. Nunca se vio atraido por la tradición política familiar: lo suyo eran la literatura y el arte.

Agustín de Figueroa tiene obra como escritor, historiador, periodista y dramaturgo, también hizo pinitos en el cine:

dirigió en 1927 “Sortilegio”, una de las primeras películas de cine mudo que se rodaron en España, en la que intervino como autor, actor y director.

Agustín de Figueroa en Sigüenza
Empezando por la izquierda: 2ª Bebé Morla, 4º García Lorca, 5º Agustín de Figueroa, 8º Carlos Morla.
Fuente: Nueva Alcarria.

Fue amigo de los escritores más influyentes de la generación del 27.

“Agustín es un ser lleno de encanto personal.
Es un “Romanones” aparte.
(...)
Nos canta romanzas de otra época que a mi de nuevo me conmueven, de autores como Paolo Tosti o Densa. Escuela romántica italiana”.
No se parece en nada a sus hermanos. (Lo digo sin intención de menospreciarlos).

Esto lo cuenta Carlos Morla Lynch, por lo que llegados a este punto, no me queda otro remedio que hablaros de este señor y sus diarios.

El matrimonio Morla: amigos de Agustín de Figueroa.

Carlos Morla escribió unos diarios que hoy día son considerados uno de los más importantes testimonios de la vida en Madrid de los años 30.

Agustín aparece en dichos diarios, fueron publicados en un libro titulado "En España, con Federico García Lorca" y recogen las vivencias de Carlos Morla en el Madrid republicano.

Morla era encargado de negocios de la Embajada de Chile, un diplomático que había llegado a España coincidiendo del advenimiento de la II República.

Agustín y Carlos se hicieron amigos, y puede que algo más.

Carlos Morla Lynch estaba también presente en aquella velada veraniega, cuando Lorca hace la primera lectura de La Casa de Bernarda Alba.

Hoy día conocemos muchos aspectos de la vida bohemia de la generación del 27 gracias a los diarios de Carlos Morla.

Buscando a Agustín de Figueroa.

Cuando la mujer de Carlos Morla (María Vicuña) se enteró de la delicada situación de su amigo, no dudó en unirse a su amiga la aristócrata argentina Delia del Carril [amante de Neruda] y ambas mujeres removieron cielo y tierra para sacarlo de la cárcel.

No resultó fácil, porque la Dirección General de Seguridad cambiada de domicilio cada vez que el edificio era localizado por la artillería franquista.

La DGS estaba situada en la C/ Victor Hugo 4, en la trasera del edificio de Telefónica. Ambos eran objetivos militares que compartían trayectoria para los obuses que venían del cerro Garabitas.

El desorden, la confusión y el caos reinaban en el Madrid asediado.

Estas cosas las conocemos por la continuación de los diarios de Morla, los que corresponden al periodo de la guerra civil.

Fueron editados en otro libro titulado "España sufre: Diarios de guerra en el Madrid Republicano."

*   *   *

La liberación de Agustín de Figueroa.

Agustín tuvo más suerte que Lorca, al menos pudo contarlo: parece ser que intercedió por él el presidente del gobierno de Francia, el millonario socialista Léon Blum, que lideraba el Frente Popular galo.

Fruto de las gestiones internacionales, fue liberado el 3 de Diciembre de 1936, e inmediatamente acogido como refugiado en la embajada de Chile.

“Lo traen a casa. (...) Yo me espero una escena patética, de alta fuerza emotiva.
¡Nada! Agustín llega, tranquilo, un poco ido, con la cabeza rapada, sonriente, abrazando a todos como distraído.
Bebé lo mima, le da café, le pone un traje mío y le arregla su habitación”.

A finales de 1936 ya solo conseguian refugiarse en las Embajadas los más afortunados.

Tras seis meses de guerra, quien había conseguido en Madrid un escondite garantizado por el tiempo, no se atrevía a perderlo, y quien había conseguido pasar por lo que no era (amparado en el disimulo), tampoco osaba acercarse las Embajadas que estaban vigiladas por los servicios de inteligencia.

Para un recién salido de la cárcel, sin un domicilio seguro, lo usual era volver a la checa y de ahí, con suerte, otra vez en la cárcel, sin suerte, a una cuneta.

Los que habían sido presos, volvían a ser víctimas propiciatorias del exceso de celo de unas organizaciones sindicales que controlaban las calles de Madrid tanto como despreciaban al Gobierno.

Agustín tuvo suerte, lo ampararon sus amigos en la Embajada de Chile.

*   *   *

Encerrado en la Embajada.

La Embajada chilena albergó a más de 2.000 perseguidos políticos, hacinados en sus dependencias. Fue ampliada con varios edificios que alquilaron para acogerlos.

Hemos hablado algo del asilo diplomático en Madrid a propósito de éste salvoconducto.

Agustín compara aquella Embajada con un Arca de Noé en la que la convivencia no era nada fácil: 

“la educación se pierde cuando hay hambre, frío y tedio”.

“Si el general Franco no entra pronto, los asilados se van a ir a las manos”.

Refugiados políticos en los jardines de la Embajada alemana en Castellana nº6.

Agustín de Figueroa aprovechó aquellos días de exiliado para escribir el relato de su experiencia en la cárcel. 

Comparte sus escritos con Carlos, los repasan juntos en la azotea de la Embajada, mientras toman el débil sol del invierno madrileño.

Corría Febrero de 1937, Figueroa llevaba tres meses encerrado en la Embajada y empieza a sospechar que la entrada de Franco, la ansiada liberación, va a demorarse más de lo previsto.

*    *    *    *

"Agustín de Figueroa, con mucha circunspección, ofrece leerme unas cuartillas que le dedicó ′un amigo de la cárcel͑′.
Es un retrato del propio Agustín bien hecho y bastante expresivo”.

“Allí nos cuenta episodios de sus cuatro meses de cárcel:

cosas atroces, seres abiertos y también escenas maravillosas de humanidad, de bondad y de corazón”.

*    *    *    *

Las Memorias del Recluso Figueroa.

Desde mi punto de vista, aquellas cuartillas constituyen uno de los más bellos testimonios de nuestra guerra civil.

Tratan sucesos que hablan por si solos, con elegancia y humor, ingredientes inusuales en oreoa relatos que han sido inspirados por la musa del terror.

El libro tiene dos partes:

En la primera, nos cuenta su experiencia personal en la cárcel de Ventas.

Figueroa se convierte en un testigo privilegiado que observa con su lupa particular lo que ocurre a su alrededor.

Un presidiario intelectual que repara en los detalles, en lo curioso, en lo anecdótico de aquella sombría experiencia.

Es una historia de lo cotidiano, del gesto, lo que se ha dado en llamar historia de lo pequeño, pero no por ello insignificante, todo lo contrario, son los cimientos de la verdadera historia.

La segunda parte son una serie de dieciséis cuentos, basados en experiencias y testimonios que fue recopilando en aquella “Arca de Noé” como describe la Embajada donde se hacinaban los refugiados:

“Aquí también permanecen muchos seres de distintas castas, al abrigo de un gran peligro y en espera de la rama de olivo y de un arco iris triunfal”.

Los cuentos de Figueroa están basados en hechos reales.

Su particular capacidad de observación y la pasión por los detalles, convierten cada una de las historias en pequeñas joyas literarias que se leen con interés y una sonrisa en los labios, porque Figueroa sabe resolver con fino sentido del humor las partes más duras de los relatos.

Son cuentos que recuerdan los de Chaves Nogales, que empieza ahora a ponerse de moda con su mítico “A sangre y fuego”.

*   *   *

Cambiar de bando.

El encierro agobiaba a Agustín.
Llegó la primavera, había terminado su libro y cada vez le hastiaba más el ambiente claustrofóbico de la Embajada.

Entonces toma la arriesgada decisión de escapar del refugio diplomático y cruzar la línea del frente.

Agustín no quiso contar en sus memorias cómo se gestó su huida, pero parece que algunos de los cuentos están sacados de aquella experiencia.

“Bien quisiera referirte, lector, una serie de episodios que constituyen la etapa más movida, arriesgada y novelable de mi vida en la España soviética.

Pensé hacerlo de cierto modo, a medias.

Pero hubieras advertido (...) falta de unidad (...) conexiones desconcertantes (..) cortadas por la censura (...)

Todavía no ha llegado el tiempo en que el evadido pueda decir la verdad, toda la verdad de su historia”.

Sabemos que su amigo Carlos Morla no se fiaba de su “contacto” para pasar al otro lado,

“no se le ha aconsejado nada y él emprende el viaje de motu propio”, asegura Carlos Morla en sus diarios el 14 de Marzo de 1937.

Escribe más como diplomático, que como amigo.

Dentro de la embajada, Agustín estaba amparado por el derecho de asilo internacional, pero salir clandestinamente para "cambiar de bando" era harina de otro costal.

Su “contacto” era un inspector de la CNT que habría de proporcionarle coche, gasolina y un salvoconducto hasta Alicante.

Una vez allí embarcaría en el torpedero argentino “Tucumán” pero el compromiso era que tenía que embarcar también el inspector anarquista (un pájaro de cuidado).

El destructor "Tucumán" [en aquella época se les llamaba "torpederos"] hoy día es motivo de dimes y diretes entre los que se sacan el sueldo memoriando la historia.

El destructor Tucuman rescató a 1240 personas en 12 viajes. Acogió españoles de los dos bandos, incluso embarcó a refugiados no tenían visado ni documentación.

Unos meses antes, este mismo "contacto" había hecho gestiones para sacarlo de la cárcel,
gestiones paralelas a las que hacían sus amigos desde la Embajada.

Aquellos “trámites” habían provocado un último e imprevisto traslado del recluso a las Escuelas Pías de San Antón, que también se habían habilitado como cárcel.

A los Morla les dio un soponcio cuando fueron a buscarle y les comunicaron que había sufrido un último trasladado.

No se les pasó el susto hasta que consiguieron localizarle de nuevo, circunstancia que motivó el retraso de su liberación.

El caso es que en esta ocasión, aunque no sabemos los detalles, se sabe que la aventura salió bien y Agustín pudo desembarcar sano y salvo en Marsella.

Agustín de Figueroa dedicó el libro a los Morla, el matrimonio que le salvó la vida.

*   *   *

Con los hotros.

Cuando parece que todo el pescao está vendío y no hay más historia que contar, Agustín escribe un último capítulo titulado “Lo que es aquello.”

En él nos describe el ambiente opresivo que se encuentra al lado de sus "correligionarios", y del que son protagonistas ciertos "conocidos" que habían tenido la suerte de ausentarse de Madrid “antes de la Revolución.”

"Rara es la persona recién llegada de la zona roja que no me pregunte con aire confidencial, apenas cambiadas las primeras impresiones:

— ¿Verdad que aquí no se dan cuenta lo que es aquello?.

Hay en esta pregunta, para quien sabe escucharla, un fondo de melancolía, una queja. 

— ¿Querrás creer que varias personas me han preguntado que porqué no he venido antes? 

Son demasiadas exclamaciones: — ¡Hombre… tú aquí.! Pero… ¿vives?, Y luego, sin transición, como la cosa más natural del mundo, añaden: "Pues nada chico, que te dábamos por muerto.

— Ya me va cargando tanta sorpresa  he oído decir a uno de aquéllos".

O el caso de "cierta dama" que acaba de llegar procedente de Madrid "en un estado mucho más flamante - preciso es reconocerlo- que el de sus compañeros de fatigas".

— No me faltaron botes de leche condensada y otras cosillas… Como pude conseguir algunos “enchufes”.

— ¡Ah! ¿Pero usted tenía enchufes?.

Y aunque resulte sorprendente Figueroa acaba pidiendo piedad.

"Toda piedad, toda comprensión es poca para los que llegan… Necesitan nuestra compasión, como un bálsamo. La esperan."

Figueroa pidiendo piedad en pleno 1939, año de publicación del libro. III Año Triunfal.

Las memorias se publican el mismo año que acaba la guerra.

*   *   *

Un libro que nunca ha sido reeditado.

Cuando escribo este artículo apenas pueden encontrarse media docena de ejemplares en librerías de viejo por internet y desde mi punto de vista a muy buen precio.

"Tal vez lo peor de la cárcel sea, para mi, éste exceso de odio que respiro, esta ola de odio que me envuelve, sin invadirme.

Odio en los rojos sin entraña; odio en la mayoría de los presos, sedientos de venganza.

Es necesario que los españoles aprendan a amarse. El fuego no se apaga con fuego. El odio no se apaga con odio..."

Las Memorias del Recluso Figueroa no son el típico desahogo panfletario escrito a flor de sentimiento y destinado a provocar la adhesión o repulsa de los correligionarios.

Al contrario, es un libro en el que el "enemigo" también merece indulgencia y comprensión.

Creo que este libro puede ser terapéutico para los que no pueden conciliar el sueño por tener un bisabuelo enterrado en alguna cuneta.

Agustín de Figueroa era un intelectual español que aquel verano de 1936, se vió arrastrado por una guerra incivil que le partió el corazón.

Sus memorias han quedado encapsuladas por el tiempo, olvidadas; quizás porque no son útiles a fanáticos y demagogos.

Yo no tengo duda que el tiempo las pondrá en su sitio.

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Bibliografía:
  • Memorias del Recluso Figueroa, de Agustín de Figueroa. Ed. Librería General. (1939)
  • En España con Federico García Lorca, de Carlos Morla Lynch. Ed. Renacimiento. (2008)
  • España Sufre. Diarios de Guerra en el Madrid Republicano, Carlos Morla Lynch. Ed. Renacimiento. (2008)
  • Agustín de Figueroa, Marqués de Santo Floro. Tribuna Abierta. ABC. 23/05/1988
  • Agustín de Figueroa y la sociedad española de la restauración. Tribuna Abierta. ABC 8/06/1988
  • Meses de Esperanza y Lentejas, de Samuel Ros. Ediciones Españolas. (1939)

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