"Casi todos los gobernadores de Portela han huido, abandonando las provincias. En algunas, también se ha marchado el secretario del Gobierno. No hay autoridades en casi ninguna parte y la gente anda suelta por las calles".
(Memorias de Azaña. 19/02/1936)
Así empezaba Manuel Azaña su nueva etapa como Presidente del Gobierno. Un país sin autoridades y con la gente "suelta por las calles". El ambiente ideal para estrenar mandato, ¿no?.
La investidura fue un parto sin epidural: tres días después de las elecciones, antes de la segunda vuelta, sin escrutinio oficial, y, por supuesto, saltándose a la torera el trámite constitucional de entrega de poderes. Puro procedimiento made in República.
El sainete electoral de 1936: cómo se cocinó la vuelta de Azaña
Bienvenidos al 16 de febrero de 1936
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| Policía votando en la jornada del 16 de febrero de 1936 (autor desconocido) |
Como quien recoge la casa tras una fiesta, Azaña supo al instante el berenjenal que acababa de heredar. El 20 de febrero anotaba en su diario:
“Resulta que el Gobierno republicano nace, como el 31, con chamusquinas. El resultado es deplorable. Parecen pagados por nuestros enemigos.”
Las “chamusquinas” eran iglesias en llamas. La “gente suelta por las calles” eran las huestes del Frente Popular dedicándose a liberar presos de la Revolución de Asturias, porque eso de esperar una amnistía oficial era muy burgués.
Se lanzaron a las cárceles con la misma energía que a las sedes de partidos enemigos.
| Manifestación frente a la cárcel modelo de Madrid exigiendo la liberación de los presos al día siguiente de las elecciones. ("La agonía de España", 1936) |
La derecha, con el susto metido en los calzones, tragó con la investidura exprés. Incluso votaron a favor del primer Decreto-ley: una amnistía general que era ilegal según el artículo 102 de la Constitución. ¿Y quién estaba para legalismos con las turbas en la calle?
"Tienen tanto miedo que, si no llevase el proyecto de ley a la Diputación de las Cortes, acabarían por venir a pedírmelo."
Portela Valladares, que debía aguantar hasta la apertura de las Cortes el 16 de marzo, se bajó del barco antes de que explotara. Azaña escribió que le entregó el poder "como si me diese las llaves de un piso desalquilado". Clase.
| Francisco Galán (instructor de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas) arenga una multitud frente al Ministerio del Interior al día siguiente de las elecciones. (Ahora. 18/02/1936) |
Incluso José Antonio Primo de Rivera aplaudió el nombramiento de Azaña en un artículo en Arriba. Decía que era preferible al «pantano cedoradical del último bienio». Hasta los falangistas confiaban más en Azaña que en la República. Así íbamos.
La resurrección de Manuel Azaña
Tras el descalabro de las elecciones de 1933, pocos españoles hubieran apostado que Azaña volvería a gobernar algún día.
Después de pasar dos años al frente del ejecutivo, al político republicano con más prestigio en la actualidad, no le votó ni la familia. Consiguió escaño gracias a que el PSOE le cedió un puesto en las listas por Bilbao en la segunda vuelta. Que cosas.
Pasó 1934 de perfil bajo. Renunció al típico recurso del pataleo que solo hubiera contribuido a desgastar más su imagen y se dedicó a rehacer su partido: Izquierda Republicana. Una recicladora de restos del naufragio electoral, entre ellos los radical-socialistas y la ORGA gallega de su inseparable amigo Casares Quiroga.
| Azaña recibe la visita de su mujer estando preso en el destructor Sánchez Barcaiztegui. |
Hasta que llegó su bautismo de mártir: detenido tras el golpe catalanista de 1934. Le pilló en Barcelona, había mantenido reuniones con Companys los días anteriores. Lo detuvieron escondido en la casa de un alto funcionario de la Generalitat. Pasó la Navidad en un barco-prisión, lo cual siempre da cierto caché revolucionario.
El Supremo lo absolvió por falta de pruebas. La comisión parlamentaria promovida por la derecha no consiguió otra cosa que victimizarlo más. Resultado: tour de mítines en campo abierto llenos de obreros movilizados por la UGT, que aplaudían como si vieran a Gardel. De nuevo en el candelero.
"El señor Azaña dio un mitin en un campo de las cercanías de Madrid a donde fueron a oírle muchos millares de personas, la mayoría socialistas y obreros, el resto republicanos".
El Frente Popular: la coalición de los que no se soportaban
A la facción más templada del socialismo le interesaba potenciar una figura del izquierdismo liberal y burgués. La presencia de Azaña mitigaba el repelús que suscitaba la violencia revolucionaria de Largo Caballero en amplios sectores del electorado progre.
El PSOE estaba roto: prietistas contra caballeristas, y Besteiro pintando menos que un cenicero en una moto. Pero todos coincidían: la absurda Ley electoral de la II República impedía ganar las elecciones en solitario.
Azaña empezó formando una coalición de partidos republicanos de izquierda. A saber: además de Izquierda Republicana, se sumó Unión Republicana: los tránsfugas que Martínez Barrio arrancó al Partido Radical de Lerroux en febrero de 1934, y el Partido Nacional Republicano de Sánchez Román, formado con restos de liquidación de la “Agrupación al Servicio de la República”.
Los socialistas se unieron a finales de 1935. Tras una espinosa negociación en la que los republicanos aceptaron las exigencias de Largo Caballero para que entraran los comunistas.
Fue el P.C.E. quien puso de moda el término “Frente Popular”, un término que ya utilizaban en Francia siguiendo consignas de Moscú. Jorge Dimitroff (secretario de la VII Internacional) la describió como la “táctica del caballo de Troya”.
El Frente Popular tenía su propia franquicia en Cataluña: “Front d' Esquerres” que agrupaba a las izquierdas catalanas en torno a E.R.C.
| Las elecciones de 1936 se convirtieron en un plebiscito sobre la revolución de octubre, igual que las del 31 lo fueron sobre la monarquía. |
Aunque el Frente Popular se presentó con un único programa electoral, lo cierto es que cada uno se rascaba con sus propias uñas: los marxistas se comprometieron a dar sus votos, pero se negaron a formar parte del futuro gobierno.
Para los marxistas, las elecciones eran “una gran batalla revolucionaria” que abriría “el camino para acciones de tipo superior” (Mundo Obrero, 21/01/1936).
Acordaron un texto cargado de buenas intenciones, como todos, pero lo realmente llamativo es el énfasis que pusieron los burgueses en plasmar lo que rechazaban de sus socios marxistas.
“No aceptamos la nacionalización de la tierra... ni de la banca... ni el subsidio de paro... ni el control obrero...”
Un Frente Popular donde siete partidos querían una cosa y dos decían que ni hablar. Teniendo en cuenta que los partidos marxistas aportaban la inmensa mayoría de los votos, queda clarinete quien tenía la sartén por el mango.
No obstante, no hubo impedimento para que el «acuerdo» fuera todo un éxito: sirvió para engatusar a la burguesía progre y hacer frente a un centro-derecha etiquetado en bloque como “fascista”.
Desde viejo, los anarquistas se negaban a participar en cualquier institución del «estado opresor», pero esta vez apoyaron desde fuera: querían la amnistía.
En definitiva, el programa era una carta a los Reyes Magos que solo coincidía en el enemigo común: la derecha.
¿Qué podía salir mal?
El Frente de derechas: Frankenstein no lo habría hecho mejor
La derecha se unió como quien firma un pacto de no agresión entre tribus rivales. La CEDA negociaba listas con carlistas, alfonsinos, radicales, agrarios, regionalistas catalanes y lo que se terciase. El popurrí tenía un lema claro: «contra la revolución y sus cómplices».
| La lluvia destiñó este arrogante cartel de "El Jefe" en la Puerta del Sol, causando rechifla entre los madrileños. |
Sin programa común, sin compromiso de gobierno, y con todos sabiendo que el día después se darían la espalda. Pero eh, al menos, sabían lo que no querían.
Se trataba de una coalición «anti» en la que los votantes sabían lo que rechazaban: la revolución marxista, pero no sabían a favor de qué votaban.
Mientras el votante de izquierdas fue con ilusión a las urnas, el de derechas, iba con la nariz tapada: a nadie se le escapaba que Gil-Robles había tenido todo un año para acabar con el peligro revolucionario que ahora prometía erradicar.
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| “Contra la revolución y sus cómplices”: el eslogan de la coalición antimarxista. |
Pucherazo, la gran tradición nacional
La derecha aceptó el improvisado nombramiento de Azaña pensando que sería temporal: tapar el vacío de Poder originado por la huida de Portela. Error. Como dice el refrán: el que así mismo se capa, buenos c0j0nes se deja. Se pusieron a gobernar como si hubieran ganado por goleada.
«Nosotros no hemos venido a presidir una guerra civil; más bien hemos venido con la intención de evitarla»
Mientras tanto, los escraches, incendios, motines y ocupaciones crecían. ¿Reacción del Gobierno? Lo llamaron «expresiones del júbilo popular» y atribuían la violencia a las «provocaciones fascistas». Lo de siempre.
| Asaltos a comercios e incendios en Puente de Vallecas (“La agonía de España”, 1936). |
Balance: 11 gobernadores civiles abandonaron sus puestos por coacciones. 16 muertos, 36 heridos graves. En ese oasis democrático se hizo el recuento electoral.
"Ha habido en las más de las provincias, enjuagues, falsedades y coacciones, determinantes de la resurrección de unas cuantas docenas de candidatos derrotados"
| Alteraciones en una plantilla de la Junta Provincial del Censo de Jaén. (Sacado del último trabajo de Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García) |
La historiografía seria ya no discute si hubo fraude, si no cuánto pesó en la victoria. Tusell abrió el melón y desde entonces, hay consenso: hubo pucherazo.
"Transcurren los días, y se desconocen, con inaudita tardanza de los escrutinios, los datos electorales precisos. Se ve claro que los desórdenes han servido y aún sirven para lograr radiantes resurrecciones postelectorales escasos de mayoría no alcanzada el día 16."
Votos sí, escaños no
Si nos centramos en cuántos de nuestros abuelos votaron rojo y cuántos azul, las elecciones de 1936 en España resultaron en un empate técnico.
Cuatro millones cuatrocientos y pico mil españoles votaron al Frente Popular, mientras que otros cuatro millones cuatrocientos y poco mil votaron al Frente Antimarxista.
Pero gracias al disparatado sistema de la Ley Electoral en traducir los votos en escaños, el pucherazo, y una comisión de actas que parecía un chiringuito de partido, el Frente Popular se llevó 263 escaños. El Frente de derechas, 156. El centro, 54.
| En la primera sesión de la legislatura se escuchó "La Internacional" por primera vez en la historia del Parlamento español. |
¿Y qué hizo Azaña? Aguantó apenas dos meses como Presidente del Gobierno, hasta que se hartó de aguantar a sus socios revolucionarios. Entonces hizo mutis... para arriba: lo nombraron jefe del Estado de la República.
Pero eso, es otra tragicomedia que contaré en el siguiente capítulo dedicado a la proclamación a Presidente de Manuel Azaña.


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