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Las aventuras del Doctor Uriel en la guerra civil


Voy a hablaros de un libro que —pienso— deberían leer los jóvenes (y no tan jóvenes) de nuestro país.

Es un libro recomendado por Ian Gibson. El famoso hispanista jamás había oído hablar del doctor Uriel, cuando en 1987 la nuera del doctor (casualmente irlandesa) le hizo llegar sus memorias.

Gibson comenta que le llegan "de una forma u otra" muchos manuscritos de la guerra cuya lectura es a menudo "decepcionante".  Sin embargo, después de leer las memorias de Uriel, no dudó en recomendarlo, escribir su epílogo, y acudir al acto de presentación del libro en La Coruña.

Solo nos acordamos de Gibson cuando aparece algún hueso en las cunetas de Granada, está claro que lo de Lorca se le ha ido de las manos. Sin embargo, Gibson no atrae interés mediático cuando habla de este otro tipo de memorias, una pena.

El historiador irlandés (nacionalizado español) ha dicho de Uriel:

"representa lo mejor de un país cuya tendencia cainita ha sido lamentada por múltiples estudiosos y pensadores tanto españoles como foráneos (...) este libro tiene un notable valor didáctico, y su impacto sobre los jóvenes actuales puede ser muy beneficioso."

"No se fusila en Domingo," son las memorias de un médico vocacional que solo deseaba ayudar al prójimo.

Uriel escribió sus memorias a partir de las notas, documentos, cartas y recuerdos que conservó a lo largo de los mil días que duró la guerra civil.

Es una de las pocas ocasiones en que la memoria se vuelve historia, una buena vacuna contra el fanatismo y la intolerancia que suelen teñir estos asuntos.

Pablo Uriel empezó sus memorias el mismo año que Manuel Fraga lanzaba la campaña "25 años de paz". El doctor quiso transmitir a sus hijos su experiencia personal, para que pudieran contrastarla con la propaganda que hacía llegar el Régimen "a través de sus clases en el instituto."

Retrato del Dr. Pablo Uriel.

Gracias a ello, podemos conocer el tipo de valores que el matrimonio Uriel quería transmitir a sus hijos. Y son sus descendientes, quienes después de su muerte, decidieron publicar la obra.

Una obra de la que hay dos versiones:

— la versión cómic  "Dr. Uriel", ilustrada por su yerno Sento Llobel y reunida por la editorial Astiberri.

— "No se fusila en Domingo", los escritos que pasó a sus hijos, publicados por la editorial Pre-textos.

Particularmente recomiendo la versión cómic, porque considero muy importante que la juventud lea sobre nuestra guerra civil.

"No se fusila en Domingo" es libro de texto en la comunidad de Aragón, y les alabo el gusto. Deberían incluirlo en el programa de la Academia Militar de Zaragoza; para que los cadetes tengan oportunidad de conocer lo que pasó en las camaretas donde duermen.

Para los amantes del cómic la calidad de la obra gráfica de Sento Llobel está fuera de toda duda, y desde el punto de vista histórico, Sento ha añadido hechos que quedaron en el tintero en "No se fusila en Domingo" y que hacen la historia mucho más interesante.

Un médico novato.

Pablo Uriel acabó medicina en Zaragoza poco antes de empezar el tórrido verano de 1936. Su primera experiencia profesional sería sustituir las vacaciones del médico titular de Rincón de Soto, un pueblecito de Logroño.

Uriel escucha los primeros disparos practicando piragüismo en el río Ebro.

Y allí le pilla el 18 de Julio que (como a tantos españoles) habría de cambiar su vida.

Se esperaba una sustitución tranquila. Sin embargo, Pablo Uriel acabaría diciendo de su primer trabajo: "Como algún día vean la cantidad de muertos que hubo allí, me van a tomar por un mal médico." 

Y hasta aquí puedo llegar, no es cuestión de hacer spoiler.

Atrapado en Belchite.

En la segunda parte, el Dr. Uriel nos cuenta sus peripecias hasta acabar destinado en una compañía del ejército franquista en el frente de Aragón.

Luchaba en el lado equivocado: en su expediente militar constaba que era militante de un sindicato universitario izquierdista: la F.U.E., con el agravante añadido de no haberse presentado voluntariamente ante la nueva "autoridad competente" cuando empezaron los tiros.

Uriel nos cuenta sus aventuras en la compañía del capitán Pellicer. Una compañía en "situación de descanso entre dos peleas" donde se sentía más seguro que cuando iba de permiso a Zaragoza.

Aquellos días pululaban por Zaragoza partidas de falangistas que se dedicaban al noble arte de buscar "rojos" por la ciudad, en vez de jugarse el pellejo en el frente; y el curriculum de Uriel era idóneo para acabar en carne de paredón... o cuneta de pinar, tal y como le pasó a su hermano Antonio.


Sento Lobel aporta excelente documentación anexa en la versión cómic. En la foto puede verse la exhumación del hermano de Pablo Uriel el 6 de Noviembre de 1971, todavía vigente el régimen franquista.

Y "tranquilamente" iba pasando el doctor la guerra hasta que se lio la marimorena.

Corrían los últimos días de Agosto de 1937, el ejército franquista acababa de apiolarse el País Vasco y amenazaba el resto de la cornisa Cantábrica.

Ante la comprometida situación, los generales republicanos decidieron aliviar la presión que sufrían sus tropas y lanzaron una ofensiva de distración contra Zaragoza.

Pero esta vez Franco —había mordido el mismo anzuelo en Brunete— pasó olímpicamente de ayudar a sus chicos en Aragón, y dio la orden tajante de resistir o morir. O sea "ahí os las apañáis", porque no vamos a parar la campaña del Norte.

La ofensiva republicana empezó muy bien, pero las tropas quedaron atascadas a 6 km de Zaragoza tras enconada lucha.

Al echar la vista atrás, se dieron cuenta que, en el rápido avance, se habían dejado atrás un foco de resistencia: un pueblo de tres mil y pico habitantes llamado Belchite.

La situación resultaba incómoda para la propaganda republicana, la prensa adicta hablaba de un gran avance victorioso y no quedó otro remedio que aplastar aquel foco "fascista".

En Belchite el Dr. Uriel estuvo practicando "cirugía paleolítica" [sus propias palabras] en un pueblo donde habían cortado el suministro de agua, electricidad, y pronto se acabaron los medicamentos.

Se estima que murieron unas 5.000 personas en 15 días; las fuerzas republicanas hicieron dos mil y pico prisioneros, entre ellos eel bueno del Dr. Uriel; que se quedó cuidando de sus heridos hasta el final.
La época de mi estancia en Belchite ha quedado fijada en mi memoria por una circunstancia que entonces no conocía: el 90% de las personas que me rodeaban murieron 3 meses más tarde. ("No se fusila en Domingo.")
No quedó otra opción que rendirse.

Al entregarse, un afroamericano de la XV Brigada Internacional le ofreció "coffe" y el Dr. Uriel creyó que —ahora que estaba en el lado de sus correligionarios—, su vida cambiaría para bien.

Pero los de la XV Brigada continuaron las operaciones, y dejaron al doctor en manos de un comisario político. Estuvo apunto de ser fusilado por segunda vez en un año.

Pronto comprobó que los hunos no eran mejores que los hotros.

El Dr. Uriel se entrega a las tropas republicanas en Belchite, sus captores exigen que salgan cantando la Internacional.
Yo estaba preparado psicológicamente para soportar la crueldad de los franquistas; la encontraba consecuente con los esquemas previos. Pero encontrar esa misma brutalidad en el campo de mis amigos fue una experiencia cuyas consecuencias pesarían sobre mi durante muchos años. ("No se fusila en Domingo.")

Los que venían del otro lado eran sospechosos...

Vencedor y vencido.


Y así llegamos a la tercera parte, donde el doctor nos cuenta sus peripecias en un "depósito de prisioneros" que habían habilitado en el monasterio del Puig.

Un edificio parecido al Escorial desde donde se podían observar los bombardeos italianos sobre Valencia.

Esta parte está poco desarrollada en "No se fusila en Domingo," sin embargo, Sento LLobel aprovecha en su comic mucho material que su suegro se había dejado en el tintero.

Siempre ayudando a los demás, Uriel trata de mejorar las condiciones de vida de los prisioneros.

Uriel acaba como prisionero de guerra en un batallón disciplinario, condenado a trabajar en unas obras de fortificación en los alrededores de Valencia.

Un ministro visitó las obras y prometió la libertad si acababan una carretera en el plazo fijado, nunca se cumplió la promesa.

Por fin acaba la guerra y el Dr. Uriel vuelve milagrosamente sano y salvo a casa.
Consiguió sobrevivir gracias a su vocación de médico y su actitud humanista de ayuda al prójimo.

Un par de años después, Franco le concedió la medalla de "sufrimientos por la patria", el Dr. Uriel nunca fue a recogerla.

Desde mi punto de vista, la ausencia de maniqueísmo en "No se fusila en Domingo," la convierten en una de las novelas definitivas sobre la guerra civil.
Uriel tiene la rara habilidad de describir la represión y el terror sin florituras. No es la típica obra creada para despertar odios o crear adhesiones.
Es una de esas pocas obras que superan el tópico simplista de los buenos contra los malos y, quizás por eso, no gusta a los fanáticos que obtienen réditos políticos polarizando nuestra sociedad.

Los mismos que sólo hablan de Gibson cuando aparecen huesos en las cunetas de Granada.

Precisamente por ello, el libro es una buena vacuna para nuestros jóvenes y no tan jóvenes...

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