Gil-Robles, la CEDA y el teatro político de la Segunda República

Gil Robles - Lider de la C.E.D.A. en un mitin

Las elecciones de 1933 auparon a estrellato a un político hasta entonces discretito: José María Gil-Robles. Un tipo que pasó de monaguillo de Ángel Herrera Oria a líder flamante de la derecha española en tiempo récord.

Y no porque fuera un genio del carisma: simplemente, era el último que quedaba en pie tras el inesperado derrumbe de la Monarquía.

Tras las elecciones de 1933, la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) se convirtió en el grupo más numeroso del Parlamento, y Gil-Robles en su cara visible: ora demócrata convencido, ora aprendiz de Mussolini. La palabra «camaleón» se queda corta. Verás.

Gil-Robles y la CEDA: Entre la sotana y la bandera republicana

Un político de camaleónico

Gil-Robles era capaz de proclamarse defensor de la democracia mientras ponía ojitos al autoritarismo. Monárquico por la mañana, republicano por la tarde. Aconfesional en el café, católico apostólico en la cena.

Todo dependía de la parroquia que tuviera delante. Nada extraño en política, pero él lo llevaba a niveles olímpicos.

Gil-Robles arrancó como lugarteniente de Ángel Herrera Oria, el CEO ultracatólico de El Debate, un periódico propiedad de la Asociación de Propagandistas Católicos (con la Iglesia hemos topado). 

Herrera fundó Acción Nacional para canalizar el voto conservador huérfano tras la caída de Alfonso XIII. Pero en un giro digno de telenovela, fue Gil-Robles quien obtuvo escaño por Salamanca mientras su jefe se quedaba fuera en Madrid. Karma divino.

Coche de Gil Robles.
La «Mula amarilla» el coche que utilizaba Gil-Robles en sus campañas electorales por España.

De la noche a la mañana, un bisoño Gil-Robles se convirtió en la cabeza visible de la derecha en el Parlamento. Un papel que la Iglesia tenía previsto para su jefe.

El chico no perdió el tiempo: enseguida destacó por su oratoria parlamentaria, mostrando dotes de hábil político y mejor organizador.

Como un pastor que junta un rebaño, recorrió España de cabo a rabo para ir reuniendo un fichero de «notables» y agrupación políticas conservadoras dispersas entre los escombros de la monarquía. De ese batiburrillo nació la CEDA.

En apenas dos años, Gil Robles organizó una estructura política moderna de ámbito nacional que conseguiría ganar las elecciones generales de 1933, las segundas del periodo republicano

La CEDA y el arte de besar la bandera republicana sin que se note

Por consejo de sus jefes jesuitas, Gil-Robles acató «leal y expresamente» la República. No por amor a la democracia, sino porque era la única vía para meter baza.

Roma lo tuvo claro desde el primer momento: la restauración monárquica iba para largo, y había prisa por reparar «los derechos de Dios», muy mal parados por la política anticlerical de las Cortes Constituyentes.

De paso, usó el republicanismo como escoba para barrer del partido a los monárquicos más recalcitrantes: Goicoechea y Calvo Sotelo se fueron para formar Renovación Española. De un plumazo, se deshizo de los únicos políticos que podrían hacerle sombra en el futuro.

Así, mientras trataba de convencer a los suyos de que el fin justifica los medios, hacía escapaditas a París para pedirle paciencia a Don Alfonso XIII “por el bien de España” y le daba a las JAP (juventudes del partido) mítines con más ecos de camisas negras que de corales gregorianos.

Un personaje.

A eso se le llamó accidentalismo: lo importante no era la forma del Estado, sino que Dios volviera a ocupar su trono. Y si era en una República, pues bueno, qué se le va a hacer.

En aquel momento, el nuevo líder de la derecha española era un pipiolo regordete de 35 años de edad.

La victoria que no supo digerir

Ya expliqué en el capítulo dedicado a las elecciones de 1933, la CEDA se presentó bajo una coalición que respondía al poético nombre de «Frente Antimarxista». El resultado fue aplastante: 215 escaños, 115 de ellos para la CEDA.

Cuando le preguntaron acerca de la posibilidad de formar Gobierno, en lugar de exigir el poder, soltó esta joya: “Creo que esta no es mi hora”

“Hoy hay que formar un Gobierno de tipo centro, al que yo daré todas las facilidades, excepto la colaboración mía ni la de los míos.”
—Gil-Robles al diario Luz, 21/11/1933

Ca-ga-te-lo-ri-to.

Declaraciones al diario Luz de Gil Robles 21/11/1933

¿Un fascista de manual, tal y como aseguran los oxpertos en historia?

No está en el catecismo del buen fascista renunciar al Poder cuando las urnas te lo ponen al alcance de la mano.

Mientras sus seguidores coreaban su nombre, él prefería hacer de telonero de Lerroux. Ni exigió el gobierno, ni dejó claro que haría con él. Un jesuita soplando y sorbiendo al mismo tiempo.

El «contubernio» empieza en casa

En el capítulo dedicado a las elecciones de 1933 hice la radiografía del “frente de derechas”. No voy a repetirme explicando el popurrí de partidos que se juntaron para ganar las elecciones, nos quedamos con la consecuencia: la victoria sacó a relucir todas sus costuras. 

El Partido Agrario fue el primero en abandonar la coalición para ir por libre, se declararon republicanos de toda la vida y aceptaron puestos en el Gobierno “a título personal”. Algunos de sus diputados más monárquicos hicieron las maletas para ir al grupo mixto.

La puntilla vino el 15 de diciembre de 1933, cuando El Debate publicó que:

“la Iglesia Católica no encuentra dificultad en avenirse con las diversas instituciones civiles sean monárquicas o republicanas...”

El Debate, 15/12/1933

Y que, por tanto, los católicos debían acatar al poder “en la forma con que de hecho exista”. Vamos, que Roma también era accidentalista.

Titular del periodico "El Liberal" (16/12/1933)
Jocoso titular del periódico "El Liberal" (16/12/1933).

La prensa monárquica montó en cólera. Gil-Robles había usado sus escaños, su apoyo, y ahora se declaraba republicano. Doble tirabuzón ideológico con caída en alfombra vaticana.

Jesuita hasta el final

La coalición estaba rota, pero Gil-Robles soñaba con gobernar algún día y apoyó desde fuera al Gobierno minoritario de Lerroux. En sus memorias culpa a Renovación Española de impedir un pacto más sólido, pero, sinceramente, suena a excusa de mal perdedor.

“De no conseguirse formar gobierno, se corría el peligro certísimo de que el presidente de la República disolviera unas cortes incapaces de gobernar”.

—Gil-Robles, No fue posible la paz

Yo me pregunto: ¿Y qué? ¿Acaso no acababa de ganar por goleada? ¿No tenía a la opinión pública rendida? Pues no.

El hecho es que Gil-Robles no quiso volver a enfrentarse al electorado después de declarse republicano. Prefirió quedarse en el palco, esperando que Lerroux se desgastara y cayera por su propio peso.

Creyó que Don Niceto Alcalá-Zamora acabaría tendiéndole la mano para formar Gobierno.

Spoiler: Lerroux cayó, pero no en sus manos.

“El presidente de la República iniciaba la funesta política de quebrantar los partidos fuertes, para imponer su voluntad a base de combinaciones entre grupos fragmentados.”

—Gil-Robles, No fue posible la paz

Mira quién fue a hablar.

Epílogo: El político que nunca fue

Para los españoles que ganaron la guerra fue un traidor, y si llega a caer en manos de los que la perdieron, seguramente no habría tenido tiempo para contarlo.

Ni los hunos, ni los hotros tuvieron ocasión: salió pitando de España dos días antes del golpe de Estado.

Acabó exiliado en Portugal. En la órbita del Conde de Barcelona (el abuelo del Rey), cuando este todavía soñaba desde Estoril quitarle el puesto al “Generalísimo”.

Formó parte del «contubernio de Múnich», defendió a CC. OO. en los estertores del franquismo y volvió para las elecciones de 1977, con 77 años. Se presentó como el cicerone democristiano de la reconciliación. No le votó ni la familia. Fin del trayecto.

¿Un fascista disfrazado de corderito republicano? ¿O un moderado que intentó salvar algo del naufragio? ¿Un visionario o un trepa jesuítico con miedo escénico?

Tú decides. Lo que está claro es que Gil-Robles fue un político accidentalista... en todos los sentidos.

6 comentarios:

  1. valiente abogado del caso reace/ aceite de redondela.....

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  2. valiente abogado del caso reace/ aceite de redondela.....

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  3. el abogado gil robles trata de aclarar el asunto reace aceite de redondela; candido conde pumpido ferreiro y mariano rajoy sobredo, no....

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  4. el abogado gil robles trata de aclarar el asunto reace aceite de redondela; candido conde pumpido ferreiro y mariano rajoy sobredo, no....

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  5. don alfonso yuste casañez, abogado leal

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  6. don alfonso yuste casañez, abogado leal

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