Índice del Blog

Crónica de la muerte de Benito Pérez Galdós (Caballero Audaz - 1920)


Crónica de la muerte de Benito Pérez Galdós.

Después del éxito que ha tenido la última entrevista a Galdós de José María Carretero Novillo, "el maestro de la interviú del siglo XX español".

(si no sabes quién es el Caballero Audaz, es mejor que primero te pases por aquí)

Decía,que me he decidido a publicar otro documento periodístico de José María Carretero, otro que es totalmente inédito en internet.

Nada menos que la crónica de la muerte de Benito Pérez Galdós.

Resulta que el Caballero Audaz tuvo en sus brazos al genio de la literatura en su último aliento.

Como lo oyen, dos grandes de la literatura juntos en desagradables circunstancias....

— Desacostumbrados familiares rondando por la casa de Galdós...

— Días de agonía...

Galdós, un literato famoso, hoy hacemos aniversarios conmemorativos de su muerte solapados por el COVID, junto con el Caballero Audaz, un olvidado por la historia.

Es lo que hay.

*   *   *

Vayamos con la entrevista:

El coche se ha detenido a la puerta del hotelito árabe enclavado en una calle obscura y solitaria del barrio de Argüelles...

Invadido por una infinita angustia he oprimido el timbre... Una ampolla de luz ilumina aquel trozo de calle abandonada. La espesa neblina que comienza a extenderse al anochecer da una sensación de aislamiento.

Entre las gasas grisáceas que tendíanse sobre el negro fondo de la noche, como una sucesión infinita de telones, sólo se destacaban algunas lucecillas rodeadas de un halo blancuzco, como un turbio cendal rasgado por la llama...

A mi me parece esa noche más noche  que nunca...

Victoriano, el antiguo criado, me franquea la verja del hotel...

— ¿Qué hay, Victoriano? ¿Cómo sigue?...

— Acabando...

Y silenciosos atravesamos el jardín; bajo nuestros pies cruje la arena mojada...

Suenan unas gotas de agua.

En el hall nos recibe don José Hurtado de Mendoza...

Su figura recia, su arrogancia y sus palabras confusas nos recuerdan al maestro.

Me hace pasar a la habitación de la izquierda...

¿Qué hay en esa habitación?... Recuerdos del glorioso que se extingue.

Muchos libros, algo de desorden y un poco de la triste vejez.

En el centro la poltrona donde se hundía Don Benito...

Sobre una silla su característico sombrero negro y la bufanda: una bufanda verde. En un rincón su cayadita de caña americana... Sobre las librerías tres bustos escultóricos del maestro.

El señor Hurtado de Mendoza tiene los ojos enrojecidos, y todo él parece agobiado por el dolor...

— Amigo mío, sigue agonizando... Desde el 29 está así... ¡ Es terrible.!...

— Quiero verle...

— Si, suba usted... Ya no le conocerá...

— ¿Quiénes están con él?...

— Nosotros y su hija...

—¿Cómo su hija? - me sorprendí.

— Si, su hija: María Pérez Galdós.

Y así hablando, sigilosamente llegamos a la alcoba de don Benito y penetramos con pasos temblorosos...

No se oía más que la angustiosa respiración del glorioso, que más que respiración era un ronquido comatoso.

Yacía en el lecho luchando con la Muerte, que parecía tenerle atenazado por el cuello...

Su naturaleza privilegiada defendíase rudamente contra aquel acoso de algo que nosotros no veíamos pero que advertíamos por al presistente actividad de los movimientos.

Clavaba los codos en el lecho, y arqueando su pecho en tremendas contracciones, parecía querer escaparse, querer librarse de aquel martirio...

Después, con sus manos largas y descarnadas, buscaba los embozos y purgaba por descubrirse, por arrollar hasta la cintura las ropas de la cama.

Y exhalaba suspiros y ayes desesperados.

Tenía las facies desencajadas; las pupilas, espantosamente quietas, apenas brillaban, y la faz amoratábase.

El maestro moría bajo el Cristo crucificado que siempre presidió su sueño...

A la cabecera del lecho había una señora menuda, humilde, de rostro simpático, ojos pequeños y mirada dulce...

El sobrino de don Benito nos presentó:

— María Pérez Galdós, hija de Don Benito...

Después, volviéndose a un caballero que había a nuestra derecha, continuó la presentación:

— El señor Verde, esposo de la hija de don Benito...

Toda nuestra atención la atrajo el moribundo, que suspiraba más hondamente...

— ¡¡No puedo más!! — Exhaló transido de angustia—. ¡¡No puedo más, hija mía!!

Y con sus manos secas y ateridas buscó las manos de su hija, que lloraba en silencio...

— Oye, papá, oye: ¿quieres agua?...

El glorioso agonizante movió la cabeza levemente, y entonces María le dio una cucharadita de agua...

Luego, nada...

Unas horas terribles esperando que el alma buena y santa del hombre justo volase a su mansión.

Todo se fue extinguiendo, y el mártir quedó vencido, aquietado por la Muerte a las tres de aquella madrugada.

Yo besé varias veces sus manos, ya casi rígidas, ye escapé a extender mi dolor por las negras calles desoladas de Madrid.

Entierro de Pérez Galdós.
Paso del cortejo fúnebre de Pérez Galdós por la Puerta del Sol de Madrid (Nuevo Mundo 9/01/1920)

*  *   *

Eso es todo amigos.

Bueno, no.

Queda por publicar otro documento periodístico inédito en Internet: donde se cuenta cómo se conocieron José María Carretero Novillo y Benito Pérez Galdós.

Próximamente en este blog.

---

PD1. Decía José María Carretero (El Caballero Audaz):

"La Interviú es el arma más poderosa del arte moderno. Por ella, nuestra época y los hombres contemporáneos serán mejor estudiados y sus figuras quedarán mejor delineadas que ningunas otras ante la posteridad."

PD2. Este artículo está publicado con permiso de los herederos de los derechos literarios de "El Caballero Audaz."

No hay comentarios:

Publicar un comentario