Azaña sale del Congreso después de jurar su nuevo cargo. |
Azaña: segundo presidente de la República
Esta es la crónica política del nombramiento de Azaña a Presidente de la segunda República española.
Azaña había quedado al frente del gobierno tras las elecciones de 1936, pero de ahí, a dirigir el país, mediaba un abismo.
El problema es que llegó al Poder prisionero de sus aliados del Frente Popular. Habían ido juntos a las elecciones, pero los marxistas se negaban a participar en un gobierno "burgués".
A los pocos días de empezar a gobernar, Don Manuel ya estaba acongojado por los atentados a personas, iglesias, periódicos y sedes de partidos que se cometían por los pueblos y ciudades españolas.
Azaña: un Presidente de Gobierno desbordado
Don Manuel empezó a lo suyo, como si no pasara nada.
Ya he contado como Alcalá-Zamora lo nombró Presidente del Gobierno antes de que terminara el recuento de las elecciones de 1936, y, como, sorprendentemente, la derecha votó a favor de su primer e improvisado Decreto-Ley de amnistía.
Pues bien, el 1 de marzo se vio forzado a promulgar otro que, desde mi punto de vista, es el mayor atropello jurídico y social de todo el periodo Republicano.
Sus socios le obligaron a promulgar un nuevo decreto que imponía a empresarios y autónomos la readmisión de todos los que habían participado en el golpe de estado de 1934, así como el despido forzoso de los trabajadores que les habían sustituido.
Los empresarios habían despedido a los insurrectos porque el anterior gobierno lo exigió para recuperar la normalidad y recomponer la maltrecha economía nacional.
La nueva Ley, no sólo forzaba a readmitir a los obreros, también obligaba a indemnizarlos por el tiempo que hubieran estado en el paro que ellos mismos habían convocado.
Es poco conocida la enorme trascendencia social que tuvo esta medida. Miles de españoles sufrieron en sus carnes como —por obedecer a un Gobierno—, el siguiente los castigaba.
El revolucionario de 1934 recuperó su puesto. El agresor ㅡcuando no asesinoㅡ del patrono se reintegró con honores al cargo que había perdido al ingresar en prisión, exigiendo los jornales que había perdido durante el tiempo de condena.
El decreto, además de inconstitucional, transgredía artículos de los códigos civil, penal y procesal.
Ca-ga-te-lo-ri-to.
En la calle de la Montera (a 100 metros de la Puerta del Sol), la iglesia de San Luis ardía a las 7 de la tarde del 13 de marzo, ante la mirada impasible de la policía. |
* * *
Azaña pensó que el decreto calmaría a las fieras y siguió a lo suyo: anunció la convocatoria de unas elecciones municipales.
Lo cierto es que ya tocaba: llevaban sin celebrarse desde el 14 de abril de 1931. Tras los favorables resultados electorales, el momento parecía propicio para el "Frente Popular".
¿Qué podía salir mal?
Ahora verás.
Azaña las desconvocó una semana después y no volvió a sacar el tema nunca más.
¿Motivo?
Socialistas y comunistas le exigieron los mejores puestos en las listas y anunciaron a bombo y platillo un “nuevo 14 de abril” para dominar la República y “proclamar el soviet y la dictadura del proletariado”.
Agüita.
¿No me crees?
Mira lo que escribió Azaña a su cuñado (de gira teatral por sudamérica) el 28 marzo:
“Esto es una simpleza, pero, por lo mismo, es dañoso. Los republicanos protestan y el hombre neutro está asustadísimo. El pánico de un movimiento comunista es equivalente al pánico de un golpe militar. La estupidez sube ya más alta que los tejados.”
La estupidez subía “más alta que los tejados”, pero lo cierto es que el ambiente social no permitía celebrar unas elecciones democráticas.
Azaña reculó y la convocatoria de municipales quedó enterrada para siempre.
El 25 de Marzo 70.000 campesinos realizan una masiva ocupación de tierras en Badajoz siguiendo las consignas de la U.G.T. |
Azaña abandona el Gobierno para ser Presidente de la República
Creo que es fue este momento cuando Manuel Azaña decide quitarse de enmedio para buscarse un retiro dorado en la Jefatura del Estado.
Después de un mes al frente del Gobierno, don Manuel era perfectamente consciente de que acabaría desbordado por sus socios marxistas.
"Vamos cuesta abajo por la anarquía existente en algunas provincias, por la taimada deslealtad de la política socialista (..), por los disparates que el Frente Popular está haciendo en casi todos los pueblos, por los despropósitos que empiezan a decir algunos diputados republicanos de la mayoría.
No sé, en esta fecha, como vamos a dominar esto. Si no tuviese a la vista la cuestión presidencial, ya habría dado la espantá; pero quisiera dejar también a la República libre del maleficio de Priego"
Solo había un escollo. Para coronarse Presidente, había que cargarse a Don Niceto Alcalá-Zamora.
Resulta que Don Niceto estaba más cabreado que una mona. El 15 de marzo, unos parientes suyos estuvieron a punto de ser linchados en Alcaudete (Jaén).
Fueron encarcelados por el alcalde (lees bien: por un alcalde) para “tranquilizar a las masas”. Todo porque la familia del Presidente se había opuesto a que les ocuparan las tierras.
Por cierto, Azaña se partía el culo contándole la “anécdota” a su cuñado.
Normalidad democrática premium.
Imagínate el humo que le saldría por las orejas cuando se dio cuenta que también iban a por él. Alcalá Zamora era un marrajo difícil de lidiar: la Constitución le daba poder para deponer al Gobierno si le daba la gana.
Bastaba alegar que había crisis en la coalición. Algo público y notorio tras la precipitada desconvocatoria de las municipales. Tampoco hubiera sido la primera vez: Alcalá Zamora ya había precipitado la caída del Gobierno de Azaña en 1933.
No había tiempo que perder.
La destitución de Alcalá Zamora
Indalecio Prieto hizo el papel de colaborador necesario en la operación derribo. Se encargó de presentar una moción parlamentaria el 7 de abril con la firma de todos los partidos del Frente Popular.
Atento. El asunto es más chusco de lo que parece a simple vista.
La Constitución establecía mecanismos para que el Presidente de la República no pudiera abusar de sus prerrogativas. Para ello, confería al Parlamento la potestad de destituir al Presidente por dos vías:
— La primera era la típica moción de censura del artículo 82. El problema era que se necesitaban ⅗ partes de los votos y no salían las cuentas. La derecha odiaba a Don Niceto tanto como la izquierda, pero no se podía contar con ellos.
La estocada podía acabar en cornada: si la votación no salía adelante, las Cortes se disolvían automáticamente.
— La segunda opción era el artículo 81. Una opción mucho menos arriesgada, pero que carecía de la más mínima moral política.
Adivina cual fue la elegida.
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Largo Caballero repasa la Constitución en uno de los salones de la Cámara. (Ahora, 8/04/1936) |
Me explico:
El artículo 81 ofrecía la posibilidad de destituir al Presidente si los diputados entendían que la última disolución de las Cortes había sido injustificada. Bastaba aprobarlo con mayoría absoluta.
La Constitución atribuía al Presidente potestad para disolver libremente el Parlamento una vez. No obstante, para impedir que disolviera las Cortes cada vez que no le gustaran, en el supuesto de una segunda disolución, sus señorías podían juzgar si había sido necesario hacerlo. En caso negativo, llevaba aneja la destitución del Presidente.
El art. 81 fue la opción elegida. De estas tristezas está hecha la política.
¿Que por qué lo digo?
Porque la estrategia era farisaica por partida doble.
Te cuento.
La izquierda venía pidiendo la disolución de las Cortes desde que la derecha ganó las elecciones en 1933. Don Niceto había impedido que la C.E.D.A. (el partido con más escaños) accediera a la presidencia del Gobierno. Si el Frente Popular estaba gobernando, era gracias a que el Presidente había convocado elecciones en mitad de la legislatura.
Era de una hipocresía supina salir ahora diciendo que don Niceto había hecho mal en disolverlas.
Azaña, Prieto y otros diputados en el bar del Congreso el día de la destitución del Presidente de la República. |
Alcalá-Zamora se defendió alegando que la disolución de las primeras Cortes no entraba en el recuento por su naturaleza "Constituyente".
Pero como quiera que el Parlamento no se disolvió después de aprobarse la Constitución de 1931 (nunca fue sometida a referendum) y sus señorías siguieron legislando como si nada, lo cierto es que las primeras Cortes habían operado como ordinarias.
Dejando aparte las discusiones —siempre interminables— de Derecho Constitucional, lo cierto es que el Parlamento votó que la segunda disolución habia agotado la facultad presidencial.
Alcalá Zamora fue destituido por 238 votos, uno más de los necesarios. La abstención de la derecha puso de manifiesto el rechazo que generaba en todo el arco parlamentario. Hasta su testaferro político, Portela Valladares, votó en contra.
Cargarse al primer Presidente de la II República llevó menos trámite que echar a un bedel. Solo votaron a su favor cinco diputados.
Don Niceto, despechado, se largó con su familia de vacaciones. La guerra civil le pilló en un crucero de lujo por los fiordos noruegos. No volvió a pisar España.
Indalecio Prieto: sustituto de Azaña al frente del Gobierno
«Amigos y compañeros. Si el desmán y el desorden se convierten en sistema perenne, por ahí no se va al socialismo, (..) se va a un desorden económico que puede acabar con el país»
Azaña estaba compinchado con Indalecio Prieto: una vez nombrado Presidente de la República, le propuso como su sucesor en el Gobierno.
Don Inda parecía el mejor colocado para frenar las violencias de las masas obreras. Alguien que estuviera dispuesto a poner orden entre los suyos, y de paso, evitar un levantamiento militar, tal y como predijo en el famoso mitin de Cuenca.
Sin embargo, el gorrino salió mal capado. El que cortaba el bacalao en el P.S.O.E. era Largo Caballero y el Lenin Español no estaba por la labor.
Carente de toda visión de Estado, a la "mula honesta" le interesaba un Gobierno débil para seguir adelante con su sueño húmedo de redención obrera. Se negó a que el P.S.O.E. participara en un gobierno "burgués".
Lo cierto es que el estuquista pudo con Besteiro, Indalecio Prieto, Fernado de los Rios y cuantos representaban algo de superiodiad intelectual en el partido.
(Lo de "mula honesta" es un remoquete que ㅡsegún Sánchez-Albornozㅡ le puso Besteiro, añadía: "honesta pero mula").
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El comité ejecutivo de UGT, a la sazón presidido por Largo Caballero, publicó el 7 de mayo una nota que enterraba las pretensiones de Indalecio Prieto:
«La Unión General de Trabajadores dará por cancelados sus compromisos con el Frente Popular si se forma un gobierno en el que entren elementos socialistas y recabará su libertad de acción en defensa de los intereses de la clase trabajadora.»
El caballerismo vetó a Indalecio Prieto amenazando poner en contra a la todopoderosa U.G.T.
Azaña sale de su casa para ser investido Presidente de la República. |
El 10 de mayo, Don Manuel Azaña era investido segundo Presidente de la República.
No había llegado a cumplir 100 días como Presidente del Gobierno. De nada sirvieron las protestas de su partido. En Izquierda Republicana veían desolados como su mayor activo político renunciaba a la acción gubernamental para dedicarse a inaugurar exposiciones.
Sin apoyos internos, Indalecio Prieto no se atrevió a desafiar a los caballeristas y renunció definitivamente a presidir del Ejecutivo. Entregó una nota de prensa que decía:
"Me he visto en el trance de no acceder al ofrecimiento cariñoso del Presidente de la República, movido yo por el afán de no avivar disensiones, respecto de las cuales sería pueril disimulo, puesto que muchos se complacen en proclamarlas a gritos".
Puede que se perdiera la última oportunidad de evitar la guerra incivil, o puede que no. Quien sabe.
Así las cosas, Azaña recurrió a un Gobierno en el que las carteras clave fueron a parar a sus íntimos. La única novedad fue la incorporación de Esquerra de Cataluña.
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Azaña nombró presidente a un gallego de salud delicada llamado Santiago Casares Quiroga.
Casares Quiroga es un viejo conocido de este blog. Fue Ministro en todos los gobiernos de Azaña del el primer bienio.
Empezó en el poco influyente Ministerio de Marina, pero enseguida pasó a Interior (antes Gobernación), donde se doctoró en desmanes varios: dirigía la cartera cuando los sucesos de Castilblanco (diciciembre 1931), en la insurrección anarquista del Llobregat (enero 1932), en el golpe de Estado de Sanjurjo (agosto 1932) y cuando la matanza de Casas Viejas (Nochevieja de 1933).
Como Ministro de interior tuvo fama de "implacable"; sin embargo, una vez investido Presidente se fue ahogando entre dos miedos: el miedo a una revolución obrera y el miedo a una insurrección militar.
Acabó dimitiendo en la noche del 18 de Julio.
Pero a eso ya llegaremos, antes hay que contar algunos sucesos de interés que ocurrieron los meses previos a que se abriera definitivamente la veda.
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𐰢 El próximo capítulo está dedicado a la violencia en la Primavera del 36.
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