Azaña dramaturgo: el fracaso literario de un chanchullo político.

El presidente Azaña con el elenco de actores

El 19 de Diciembre de 1931, Don Manuel Azaña se estrenaba como dramaturgo en el teatro Goya de Barcelona con un drama titulado “La Corona.”

Azaña había llegado dos meses antes a la presidencia del Gobierno, justo despúes de la dimisión de Alcalá-Zamora.

Don Niceto, Presidente del primer Gobierno Republicano había dimitido después de condenar el maltrato que la nueva Constitución daba a la Iglesia Católica.

Una Constitución que había sido aprobada por el Parlamento solo diez días antes del estreno.

Un brillante estreno en Barcelona.

Imagínate el ambiente.

El autor acababa de ser nombrado nuevo Presidente del Gobierno, el estreno despertó gran expectación:

Todo quisqui se preguntaba lo que diría el político por boca de sus personajes. Había motivo para el morbo:

En una novela anterior, "El jardín de los frailes", el ahora presidente había criticado duramente la enseñanza recibida en un colegio de los Agustinos.

En definitiva, los rumores sobre la intencionalidad política de la obra, y el papel estelar de la catalana Margarida Xirgu (la actriz del momento), dieron al estreno carácter de gran acontecimiento.

Noticia de "El Sol" 19 de Diciembre 1931.

*   *   *

Resulta chocante que Azaña se empeñara en presenciar su primer estreno desde un palco, a la vista de todo el mundo.

Algo inusual en aquella época. Lo normal era pasar en soledad el mal trago del estreno. ¿Motivo? Cuanto menos gente hubiera alrededor, menos amargo resultaba un posible fracaso.

Los dramaturgos solo se dejaban ver una vez verificada la buena acogida del público.

Cuesta creer que Azaña pretendiera (como asegura en sus memorias), mantener separada su actividad literaria de su vida política:

“Mi propósito era ir de caballero particular”

No hace falta ser muy perspicaz para deducir que era imposible: basta recordar que aquellos días se estaba negociando el primer Estatuto de la Historia de Cataluña.

“En cuanto se enteraron en Barcelona, comenzaron a preparar honores y fiestas, como para corresponder a mi buena disposición con el autonomismo.” (sic)

Y con cierta dosis de jactancia, cuenta que cuando confirmó que asistiría al estreno, don Francisco Maciá se empeñó en que: 

“mientras estuviese en Barcelona, sería huésped de la Generalitat.

Yo me resistí, pero no hubo otro modo de zafarse”.

“La Esquerra me ha acaparado, y como en los pueblos se luce trayendo al personaje político influyente. Bueno. Lo mismo me da” (sic)

Ya.

Lo cierto es que el nuevo Presidente del Gobierno aprovechó el viaje, supuestamente privado, para dejarse fotografiar al lado de Maciá en un acto oficial en Gerona.

Hoy día el acto se consideraría un atentado cultural: mada más y nada menos que la retirada de la primera piedra de las murallas de la ciudad. Un monumento histórico que urgía destruir porque estaba taponando el crecimiento de la ciudad.

Contra todo pronóstico, la coordinación del Ejército de Tierra (propietario del monumento) con la Generalitat fue excelente: en aquel momento, Azaña además de Presidente del Gobierno y era Ministro de Guerra.

Lo poco que ha quedado del monumento, es el trozo de muralla carolingia, más grande de Europa en la actualidad.

Azaña, junto con Maciá y el alcalde de Gerona quitando la primera piedra de las murallas.

Cuenta Azaña en sus memorias que un miembro de la comitiva porfiaba que Gerona era más bonita que Toledo.

“Esta indiferencia mía ante las pequeñas exaltaciones del amor propio local, que despiertan en otros castellanos reacciones violentas, es quizá lo que me distingue y me hace simpático a los catalanes.” (sic)

*   *   *

De vuelta en Barcelona, acudieron por la noche al estreno.

Según la prensa, la platea del teatro Goya ofrecía un aspecto brillante, atestada de personajes del mundillo político y cultural de Barcelona.

El Presidente no esperó al final de la representación y posó con el elenco de actores al acabar el segundo acto. Obsérvese el semblante tenso y serio de los actores.

Imagínate.

Excepcionales medidas de seguridad en el centro de Barcelona.

Un dispositivo policial se distribuyó estratégicamente dentro y fuera del teatro, para evitar incidentes de “elementos perturbadores”. Existía el temor de que elementos anarquistas la liaran parda.

Estaba la flor y nata de la casta republicana española.

Además del Presidente de la Generalidad, “casi todos los diputados que se encontraban en Barcelona” y otras personalidades políticas “venidas expresamente desde Madrid.”

“La aparición del Sr. Azaña fue saludada con una prolongada ovación. En otro palco proscenio se encontraba la señora de Azaña, acompañada por la señora de Maciá y su hija.”

El público se aburre.

Todo hubiera ido como la seda, si no fuera porque “La Corona” resultó un coñazo que aburrió «soberanamente» al público. El morbo se disolvió como una cucharilla de azúcar en el café.

"La Corona" era una casposa historia de amor que Azaña había escrito tres años antes, cuando se enamoró de Lola Rivas Cherif, una mujer a la que doblaba en edad.

Una obra de “pulcros” diálogos sin intencionalidad política. Los personajes “hablan siempre para decir cosas enjundiosas y densas”. Resultaba pesada para el público español, más aficionado a comedias, sainetes y astracanadas.

Salvo algún que otro artículo descaradamente adulador, la crítica periodística, dejó claro que la obra era un coñazo.

La tildan de “lenta,” “fatigosa,” “falta de intensidad dramática”. 

Incluso la prensa amiga, reconocía que “lo perfecto de la forma" no llega a "sobreponerse a la falta de interés”.

Crítica literaria del periódico "La Libertad."

El primer acto tenía un pase, pero el segundo y el tercero resultaban insufribles y los espectadores acababan pidiendo la hora.

Con decir que “La Corona” solo aguantó 5 días en cartelera, creo que está dicho todo.

Tres días después del estreno, el teatro Goya ya anunciaba un nuevo estreno para el día de Navidad: “Vidas Cruzadas” de Jacinto Benavente.

Con estos antecedentes, cualquier otro dramaturgo habría caído en el cajón del olvido. La competencia era fuerte.

No olvidemos que Azaña tuvo la “desgracia” de ser contemporáneo de los hermanos Quintero, Muñoz Seca, Unamuno, Mihura, Benavente, Valle Inclán o García Lorca. 

Con estos antecedentes, resulta sorprendente que Azaña se empeñara en reestrenar 4 meses después en Madrid, coincidiendo [¿casualmente?] con los actos conmemorativos del primer aniversario de la II República?

"La Corona" tampoco funciona en Madrid

Josefina Carabias (asistió al estreno madrileño) no entendía por qué el insigne político se empeñaba en repetir la experiencia. El público de Madrid era el más difícil de España. Lo cuenta en sus memorias: "Los que le llamábamos Don Manuel".

Carabias fue una de las primeras mujeres periodistos de España. Dio sus primeros pasos cubriendo la corta (pero fulgurante) carrera política de Azaña.

En solo dos años, nuestro personaje había tocado las estrellas: de candidato a vocal en la Junta Directiva del Ateneo de Madrid, a la Presidencia del Gobierno de España.

Cuenta Josefina en su libro:

“Los hombres, cuanto más amigos de Azaña eran, más largas tenían las caras. Ninguno estaba contento.
¿Para qué dar nuevos motivos de crítica?

A medida que transcurría la representación, se oían murmullos:

—¡Qué bien escrita está…! —repetían una y otra vez los inasequibles al desaliento.

Cuando en el teatro se oye decir que una obra «está muy bien escrita», ello quiere decir que la gente se aburre.”


*    *    *    *

La revista semanal Estampa dedicó un reportaje al estreno de Madrid. (16/04/1932) 

Llegados a este punto, no me queda otro remedio que hablar de Margarita Xirgu y su socio: el promotor teatral Cipriano Rivas Cherif, que, [¿casualmente?] era cuñado de Azaña.

La Xirgú (el público madrileño la bautizó con acento) se había dado a conocer con "Salomé" en 1910, en el teatro Principal de Barcelona.

Era la primera vez que una mujer enseñaba el ombligo en un escenario y la obra resultó "pecaminosa" para las autoridades. Corrían los felices años 20, el morbo que destapó el suceso, dio el espaldarazo definitivo a su carrera.

*    *    *    *

—  ¿Su apellido de usted es Xirgu ó Xirgú?... ¿Con acento o sin acento?... 

—  Todo el mundo ha dado en llamarme Xirgú, y ¡me da un coraje.! 

—  Es un apellido muy original y que se presta mucho a la celebridad. Además, el nombre de Margarita combina perfectamente.

(...)

—  ¿Y cuándo Da Rosa la contrató sabía usted el castellano.?... 

—  Ni una palabra. Yo siempre hablé el catalán y mi teatro fue catalán. El castellano lo aprendí en poco tiempo, en menos de un año; figúrese usted ¡con qué miedo trabajaría las primeras veces.!... ¡Horroroso.! 

(...)

—  ¿Está usted satisfecha de su debut en Madrid?...

Sonrió con inefable alegría.

—  ¡Oh! ¡muy satisfecha!, ¡satisfechísima!... 
Yo temía al público de Madrid como al de ninguna parte. Era el tribunal, que, con su fallo, iba a decidir mi causa artística... 

¿De qué me hubiera servido mi espléndida torneé por América y provincias, si no gusto aquí?... 

De nada; pero se alzó el telón, y cuando yo en las primeras escenas levanté los ojos y observé, con qué respeto, con qué atención, se adelantaban las cabezas para escucharme, como si se hubiese tratado de una artista ya consagrada, respiré satisfecha.

(Entrevista de José María Carretero a La Xirgú en 1913)

*    *    *    *

Teatro, negocios y familia política

Daba la ¿otra casualidad? Que a Cipriano le habían adjudicado la explotación del Teatro Español de Madrid, de titularidad municipal. La concesión se prolongó hasta 1935.

Hay que decirlo todo: El tándem artístico de la Xirgú con Cipriano Rivas Cherif, representó las obras de teatro más innovadoras de la época.

Pero con "La Corona" no tuvieron suerte, solo duró un mes en la cartelera madrileña.

Según el periodista José María Carretero Novillo, la aventura resultó un fracaso empresarial para el «cuñadísimo», que solo la mantuvo en cartel: “los días de cortesía obligada para el autor”.

Retrato de Azaña con su familia política. De pie su cuñado Cipriano Rivas Cherif

*   *   *

Azaña había escrito La Corona en Febrero de 1928, cuando todavía era un anónimo funcionario del Registro de Últimas Voluntades. No encontró quien quisiera representarla.

La obra se publicó por primera vez (no confundir con el estreno) en 1930, Editorial Mundo Latino.

Según el historiador Santos Juliá (citando memorias del propio Rivas Cherif), no interesó a la Xirgú en un primer momento. Consideró que la obra adolecía de:

“cierta lentitud y exceso que invalidarían su suceso para con las audiencias de nuestros teatros”.

Resulta "chocante" el posterior cambio de opinión de la actriz, una vez que el cuñado de su socio se convierte en Presidente del Gobierno.
La obra volvió a publicarse después del estreno en la colección "La Farsa."

Portada del nº 244 de la colección "La Farsa." Las obras teatrales se publicaban en ediciones baratas para darlas a conocer y que los actores se aprendieran los papeles.

Coincidiendo con el estreno madrileño, Cipriano Rivas declaró a la prensa:

"el discurso escénico de la obra excedía los límites de una representación usual, y así se lo dijo al autor [la Xirgu] por mi mediación.

Manuel Azaña juzgó que tal vez tenía razón la actriz, y dado a corregir su manuscrito, prefirió escribir el drama de nuevo.

No quiso, con todo, insistir en estrenarlo, por si la opinión de Margarita Xirgu era sólo un pretexto amable para eludir su representación." [La Voz, 12/04/1932, pag 3.]

Declaraciones a la prensa del cuñado de Azaña antes del estreno en Madrid.

*   *   *

Ahora que la Compañía explotaba la concesión del teatro Español, y que Azaña estaba "en lo alto de la cucaña" (Azaña dixit), cambiaron de opinión y creyeron que había llegado el momento propicio para su representación.

Un fracaso mal digerido.

Cuenta Josefina Carabias que Azaña responsabilizó del fracaso a los actores.
Declaró a los periodistas que había salido del estreno en Madrid con la impresión de «haber visto violar a una hija suya»

Dado el fracaso previo en Barcelona, estaríamos hablando de una violación con agravante de reincidencia.

Sorprendente.

Lo confirma Carabias, que pone en boca de Azaña:

“La Xirgu no tiene bastante resuello para su papel, y lo rebaja de tono, tirando a lo lacrimoso. Todos ponen la mejor voluntad, pero no llegan. Yo creo que no se enteran de lo que dicen.

La obra la harían bien actores franceses, que están enseñados a dar valor a las palabras.” (sic.)

Que nadie se sorprenda, poca gente sale bien parada en sus memorias, el desdén de Azaña es marca de la casa. La Xirgú, actriz favorita de García Lorca, resultaba lacrimógena a nuestro ilustre político.

¡Qué le vamos a hacer.!

Dos años después, la Xirgú recibió la medalla de la orden de la encomienda de la II República, de la mano de su Presidente Don Niceto Alcalá Zamora, otro que tampoco sale bien parado en las memorias (lo cierto es que la tirria era mutua).

Lorca, la Xirgu y Rivas Cherif tras el estreno de Yerma (1934)

Manuel Azaña. ¿Un genio literario?.

El hecho incontestable es que la obra era muy aburrida, por demasiado literaria.

Buena prueba es que, antes del estreno madrileño, intentaron remediarlo recortando el guion. Modificaciones de última hora que solo consiguieron poner más nerviosos a los actores que ya venían vapuleados de Barcelona.

La Corona era una historia de pastorcillos, duques y princesas que resultaba trasnochada para la juventud de la época; los más jóvenes preferían el teatro transgresor e innovador de Valle Inclán o García Lorca.

De los autores "viejos", el único que se salvaba de la quema era Galdós.

Y aquí el verdadero problema: tampoco era del gusto del público senior, nuestros abuelos preferían los diálogos ingeniosos de Mihura, Benavente o Muñoz Seca.

Yo sabía por "Las Armas y las Letras" de Trapiello, que Unamuno dijo de Azaña que era un escritor sin lectores; pero cuál fue mi sorpresa cuando descubrí la málevola naturaleza de la frase completa:

"Cuidado con Azaña, es un escritor sin lectores. Sería capaz de hacer la revolución solo para que le leyeran". 

Unamuno y Azaña eran enemigos políticos y, mira que casualidad, que Unamuno murió en 1936 en Salamanca, meses después del estallido de una revolución en España...

Se dice que fue Madariaga quien puso la lindeza en boca de Unamuno.

¡Vete tú a saber!.

Sea como fuere, se cumplió el vaticinio del viejo catedrático. (1)

Como bien dice Trapiello, hoy nadie leería a Azaña si no fuera por su obra política.

Según Carabias, las memorias son la única obra que no se propuso escribir. Para Azaña, eran notas tomadas a vuelapluma, destinadas a un posterior "retoque literario" que nunca ocurrió.

Todos sabemos cómo las perdió.

Actualmente, son legión quienes hacen el coro a Azaña, gente que, contra toda lógica, insiste en la genialidad literaria del político.

Lo justifican asegurando que Azaña fue un adelantado a su tiempo. Deploran que nuestros abuelos prefirieran el humor «facilón» y «de amorío» de Muñoz Seca, a la profundidad literaria de Azaña.

Vale.

Yo no digo que no, solo afirmo que, de momento, van a tener que seguir esperando...

¿Por qué?

Porque han pasado 80 años, y "La Corona" jamás se ha vuelto a representar en los escenarios...

En cambio, "La Venganza de Don Mendo" de Muñoz Seca (malogrado dramaturgo asesinado en Paracuellos), sigue representándose en España y Latinoamérica en pleno siglo XXI.

Lo siento, soy un mal pensado, pero solo veo un chanchullo político en el estreno de "La Corona": el típico compadreo español entre el mundillo de la política y el arte.

Los españoles estamos acostumbrados a estas cosas.

¿O no?

(1) En la última edición de "Las Armas y las Letras" (2019) Trapiello ha incorporado la frase completa.

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BIBLIOGRAFÍA.

Periódicos:

  • La época, 
  • Ahora, 
  • El Heraldo de Madrid,
  • El Sol
  • El imparcial.

Fechas:

  • Estreno Barcelona: 19 y 20 de Diciembre de 1931
  • Estreno Madrid: 12 y 13 de Abril de 1932.

[Todos ellos de libre acceso en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España.]

Revistas:

  • Revista gráfica Estampa del 16 de Abril de 1932 (disponible en la Hemeroteca BNE)

Libros:

  • Lo que se por mi. Volumen II.- José María Carretero  (Ediciones Mundo Latino, 1922)
  • Los secretos del terrorismo en España - José María Carretero (Ediciones Caballero Audaz, 1934)
  • Memorias políticas y de guerra - Manuel Azaña (Temas Hispanos, Editorial Crítica-Grijalbo, 1978)
  • Los que le llamábamos Don Manuel - Josefina Carabias. (Plaza y Janés, 1981)
  • Vida y Tiempo de Don Manuel Azaña - Santos Juliá (Colección Taurus de Ed. Santillana, 2008)
  • Las armas y las letras - Andrés Trapiello (Ediciones Destino, 2014)



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