¿Quienes eran los moros de la guerra civil?



Las cabilas que poblaban el norte de África bajo influencia Española tenían tradición de indomables guerreros.

Nunca habían aceptado autoridad alguna, ni tan siquiera la del Sultán de Marruecos, al que aceptaban como líder espiritual [príncipe de los creyentes] pero no político.

La guerra del Rif.


Los moros se agrupabn en cabilas: unidades tribales, homogéneas, política y socialmente independientes.
Estaban gobernadas por un guía o caudillo llamado "caíd," que así mismo hacía funciones de juez.

De "caíd" proviene la palabra "alcaide," como se llamaba en la Edad Media a los funcionarios designados por el rey para la defensa de una fortaleza.

El Rif era una tierra escarpada que obligaba a tortuosas vías de comunicación, y era terreno propicio a la emboscada.

Varias cabilas de la Yebala y el Rif no acataron la dominación española, y bajo el mando de Abd el-Krim [hijo de un cadí educado en España] atacaron las líneas españolas y proclamaron la República del Rif.

República del Rif - Guerra de Marruecos. (En verde esmeralda el territorio que conservó España)

España se había comprometido por un acuerdo internacional [Conferencia de Algeciras ] a mantener pacificada la zona asignada bajo su protectorado, el Tratado obligó a sucesivos gobiernos a mandar tropas a Marruecos,

La guerra del Rif duró 18 años, desde 1909 hasta 1927.

Los políticos españoles trataban de evitar la muerte de reclutas de reemplazo, bisoños en combate (los moros decían "que no sabían manera"), y establecieron alianzas con las tribus favorables a España. Se contrataban como tropa de choque, moros mercenarios que luchaban contra las cabilas enemigas.

Hay que tener presente que la muerte de soldaditos era muy mal recibida por la opinión pública española, que veía cómo sus hijos tenían que suplir con heroísmo, la falta de medios, los errores, la corrupción y la improvisación de la clase política dirigente.

El Rif acabó convirtiéndose en el "Vietnam" español.

La oposición menospreciaba la importancia geoestratégica de la presencia española al otro lado del Estrecho, y tachaban toda acción en África de aventura, un derroche de sangre y dinero que no nos podíamos permitir.

Para evitar muertes españolas, se ofreció a los moros aliados buenos sueldos de tropa colonial (junto con la ilusión de botín) y la posibilidad de seguir haciendo lo que mejor sabían: guerrear y mantener su ancestral derecho a portar armas.

Finalmente, el protectorado de Marruecos se pacificó gracias a una exitosa campaña militar comandada por el general Sanjurjo, durante la dictadura de Primo de Rivera.

Pero cuatro años después de acabar la guerra de Marruecos, cambió el panorama político de la metrópoli: cayó la monarquía y se proclamó una república.

Los moros de la guerra civil.


Tras la proclamación de la II República, la situación política se volvió cada vez más inestable y violenta en España.

Hasta que un buen día ordenaron a los moros mercenarios viajar a la Península, esta vez debían luchar contra los "rojos" [los sin Dios]. Fueron llamados a participar en una guerra civil entre españoles disfrazada de Yihad, se había abierto la veda.

Los guerreros musulmanes siempre fueron leales a los viejos pactos de amistad y acataron las órdenes de los militares que habían luchado junto a ellos en el Rif.

Fueron utilizados como tropas de choque durante la contienda.
Los bravos guerreros del Rif, de Yebala y del Atlas, embarcaron rumbo a España, donde ciudades llenas de riquezas (como en las mil y una noches) colmaban sus ansias y sueños de botín.

Desde las trincheras en la Casa de Campo, observaban maravillados el skyline de una ciudad cosmopolita como Madrid, con la silueta del imponente Palacio Real en primer plano.
Estaban lejos de sus tierras, donde las conquistas se reducían a un poblado de chozas, un prado para pastoreo, o un hilo de agua en un oasis del desierto.

Vistas de Madrid desde las trincheras de la Casa de Campo. Cerro Garabitas.

Cuando acabó la guerra civil, las nuevas autoridades se dieron prisa en poner de patitas en África a los moros supervivientes; usaron los mismos barcos que los habían traído.

Solo se quedó un pequeño grupo, que constituyó la guardia personal del nuevo Dictador.

En 2005, quedaban alrededor de 200 viudas cobrando pensión en Marruecos, viudas de muertos por combate en España.

Una mísera paga de 300 euros (equivalentes a 220 euros actuales), pero que representa una cantidad de dinero considerable en tierras africanas.

En la actualidad, sus nietos intentan entrar a España en patera.

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