Entrevista a Julián Besteiro Fernández (1918)

Julián Besteiro Férnandez

Entrevista a Julián Besteiro realizada en 1918

Esta entrevista de José María Carretero se publicó en La Esfera el 14 de Diciembre de 1918, dos meses después del fin de la I Guerra Mundial.

Una vez más, el Caballero Audaz nos retrata la personalidad de su entrevistado mostrándonos matices que enriquecen la biografía del líder socialista Julián Besteiro.

Besteiro había tomado las uvas de ese año en el presidio de Cartagena cumpliendo cadena perpetua por sedición. Pero el pueblo madrileño lo eligió diputado en las elecciones de Febrero y el Gobierno de Maura se vio moralmente obligado a amnistiarlo para que pudiera ocupar su escaño, jungo con el resto de dirigentes socialistas electos condenados por la revolución de 1917 (la monarquía "represora" de Alfonso XIII tenía estos detalles).

Sucesor natural de Pablo Iglesias, fue elegido presidente del partido socialista y de la U.G.T. tras la muerte de "el abuelo" en 1925.

Besteiro era partidario de ir fortaleciendo el partido mientras llegaba el momento adecuado para implantar el añorado Estado Socialista; un momento que Besteiro situaba en un futuro indefinido y lejano, al que no tenía ninguna prisa por llegar.... hasta que se lo llevó por delante la impaciencia de Largo Caballero en 1934.

Nuestro sucedáneo de Lenin abanderó el extremismo durante la II República para hacerse olvidar que había ocupado altos cargos con la dictadura, y una vez que se vio fuera del Ministerio de Trabajo se echó definitivamente al monte jaleado por las juventudes del partido.

Ambos líderes estaban a punto de alcanzar la edad actual de jubilación, cuando Largo consiguió desplazar a Besteiro de la cúpula del P.S.O.E. haciendose con las riendas del P.S.O.E. primero, y de la todopoderosa U.G.T. después.

Periódico "El Sol" (27/07/1933)

Besteiro se negó a apoyar el golpe de Estado de 1934 —el lobby historiográfico prefiere llamarlo "revolución de Asturias"— y rechazó la nueva deriva bolchevique del partido.

Por desgracia en el P.S.O.E. tenía menos autoridad que el pin de una nevera, y tuvo que abandonar el Comité de Dirección. Lo cual no fue impedimento para que volviera a ser el socialista más votado en las elecciones de 1936 (en la república los votos eran nominales).

Iniciada la guerra fue el único de los líderes socialistas que se negó a abandonar la capital sitiada, lo que le valió una condena a 30 años de prisión una vez que los Regulares entraron en Madrid; aunque la guerra había terminado, los espíritus seguían muy soliviantados.

Besteiro murió a los 70 años de edad durante su primer año de cautiverio en la cárcel de Carmona, su pueblo natal. Acabó con él una tuberculosis que padecía desde niño, agrabada por las penosas condiciones carcelarias de la posguerra.

Su estatua conmemorativa en Madrid no ha sufrido actos bandálicos hasta la fecha.

*   *   *

Entrevista a Julián Besteiro.

El balcón del despacho daba a una pequeña terraza, y desde ella, como desde la barquilla de un globo, se dominaban casi todas las edificaciones de la calle de Fuencarral.

Encima, como una gran humareda, el cielo gris de aquel día. Y como comenzara a caer una lluvia muy cernida y fría, cesamos en nuestra contemplación y volvimos al despachito, huérfano de severidades y nada suntuoso.

Más bien cuarto de un estudiante que despacho de un gran político. Sobre el bureau americano estaba abierto, por un discurso de D. Santiago Alba, el Diario de las Sesiones.

Mis ojos curiosearon las paredes y se detuvieron a contemplar una pequeña fotografía de aquel maestro de sabios, encogido y plateado, que se llamó D. Francisco Giner.

—Fué mi maestro, fué mi padre espiritual, fué mi todo—exclama el Sr. Besteiro, con voz transida de entusiasmo y devoción.

—¿Entonces usted estudió en la Institución Libre de Enseñanza? (1)

—Sí señor; desde los diez años.

—Sus padres, ¿eran personas acomodadas?

—Mis padres eran comerciantes; pero los perdí muy joven.

— ¿Y quedó usted en buena situación metálica?

— ¡Pseh! —labió indeciso—. No he vivido nunca propiamente en la pobreza; pero tampoco he tenido dinero de sobra; yo pude seguirme los estudios de una carrera corta como Filosofía y Letras, que era la que más coincidía con mis aficiones, tal vez por haber estado desde niño al lado de D. Francisco Giner.

Hizo una pausa. Mientras, yo le miraba atento.

Don Julián Besteiro posee una figura alta, seca, desgarbada. Su perfil es agudo, cortante y lleva el rostro pulcramente afeitado. Su espíritu revolucionario no guarda armonía con sus apariencias serenas de hombre tímido y pusilánime.

Ante su aspecto confuso de seminarista, nadie podrá pensar que este hombre es caudillo de una masa revolucionaria. Parece un sabio de laboratorio o despacho, pero jamás un político de acción.

A su mirada, demasiado reflexiva, le falta audacia; a su palabra, opaca y correcta, calor y pasión; a su gesto, dureza y arrogancia, y a sus movimientos, gallardía.

Besteiro es, sobre todo, el bondadoso catedrático de Lógica.

Retrato de Julián Besteiro

—Y, claro, su alma se fué formando al lado de D. Francisco Giner.

—Sí, señor; él era mi mayor afecto y él influyó decisivamente en los derroteros de mi vida.

Don Francisco no veía con agrado que después de haber obtenido mi cátedra me decidiera a hacer política; porque él era un hombre que miraba la política con un indominable desdén; pero cuando vio el rumbo que yo tomaba y mis inclinaciones socialistas, creo que no le pareció tan reprobable mi camino.

—¿Cuáles fueron sus primeras oposiciones?

—Mis primeras oposiciones fueron a una cátedra del Instituto de Psicología, Lógica y Etica, y obtuve el segundo lugar por el mínimum de votos; a los catorce años de esto hice oposiciones a la cátedra de Lógica fundamental que hoy desempeño, y también la obtuve por el mínimum de votos.

—En política, ¿no comenzó usted siendo republicano?

Asintió con el gesto, y agregó:

—Cuando yo ingresé en política comencé a actuar con la Unión Republicana, en vida de Salmerón. Desde luego, tenía un sentido de izquierdas y una inquietud socialista. Después fui a Alemania, y mi permanencia allí... (2)

—¿Durante mucho tiempo?—le interrumpí.

—Dos años y medio. Pues bien: mi estancia allí me hizo conocer a fondo los problemas socialistas, y entonces me convencí que muchos de los problemas por los cuales no podía yo aceptar las doctrinas socialistas eran falsos problemas. (3)

—¿Dónde nacieron las ideas socialistas?

—Las ideas socialistas no creo que han nacido en Alemania, sino en Inglaterra y Francia.

—Pues Marx, ¿no era alemán?

—La personalidad de Marx, más que alemana, era internacional, por haber tenido que emigrar de Alemania. En Marx, que supo asimilarse el genio francés y el genio inglés, las doctrinas socialistas obtuvieron la más perfecta sistematización; además, me parece, que, salvo algunos detalles, sobre todo de sus teorías económicas, sus ideas fundamentales están de pie, y su método es tan certero que le ha permitido prever con una clarividencia admirable muchos acontecimientos sociales que están ocurriendo.

—¿A su vuelta de Alemanía?— inquirí.

—Tenía ya formada mi conciencia socialista y había decidido ingresar en el partido. Recuerdo que mi primer paso fue una conferencia sobre Marruecos, que di en la Casa del Pueblo, y que me valió el primer proceso y mi ingreso en la Cárcel Modelo de Madrid.

—¿Le impresionaría á usted esta primera reclusión?

—No gran cosa. Me daba ocasión para estudiar muchas horas durante el día y no se pasaba mal. Y de la cárcel salí con el tiempo justo para presentarme á las oposiciones de mi cátedra.

—¿Qué opina usted sobre el porvenir de la política socialista?

Meditó un instante; después repuso:

—La victoria de los aliados, precisamente, ha llevado mi espíritu a un estado de cierta depresión.

—¿Pues, qué, usted no era aliadófilo? (4)

—Yo he pensado, siempre, que tenían que vencer los aliados y he contribuído para que el partido socialista adoptase postura clara. Creía, también, que España, por la situación en que se encontraba, no podía tomar parte activa en la guerra.

—¿De qué forma?

— Con las armas. Habiendo luchado para vencer al militarismo. Claro que repito que esto lo he considerado yo imposible, pero lo hubiera deseado; porque esta me parecía a mí la guerra revolucionaria que había esperado Marx.

Desechado este caso, el deber de las democracias era aprovechar la guerra, para haber hecho en España una transformación honda; por eso he dicho varias veces que nuestra trinchera estaba aquí; a ese sentido respondió la actuación mía en los comités, y éste es el sentido de la huelga de Agosto. (5)

—¿Y qué perseguían ustedes entonces?

—Con la huelga de Agosto nosotros perseguíamos un avance en la vida política y social española, que desde luego no era la realización de nuestros ideales, pero abría el camino para ellos. Creo que si la huelga de Agosto hubiera triunfado o si todavía triunfara su espíritu, se transformaría España, y un nuevo cauce daría nueva vida al país. Esa actuación responde al sentido socialista.

—Perfectamente; pero todavía no me ha dicho usted por qué el triunfo de los aliados le ha producido una honda depresión.

—Esa depresión nace de ver que los acontecimientos del mundo se precipitan, marchan a una velocidad vertiginosa, mientras que España permanece quieta, sumida en un marasmo mortal, y que en el momento de esa gran alegría de la victoria no podemos participar, ni estamos preparados para soportar las consecuencias de esa victoria.

—¿Cuál es la preparación a que usted se refiere?

— ¡Política! Democratizarse.

— Pero es, amigo Besteiro, que ustedes no hacen nada para conseguir esto.

— ¿Cómo que no? Estamos haciendo una política activa para democratizar a España.

—¿En qué forma?

—Actuando en unión con los elementos que persigan los mismos fines, aunque no sean socialistas.

— Luego, entonces, ustedes los socialistas ¿están decididos a actuar en unión de los republicanos?

—Yo no puedo prejuzgar la actitud que adoptará el partido socialista, sobre todo en estos momentos en que se está celebrando un congreso general; pero mi punto de vista es que se debe actuar con los elementos de la extrema izquierda burguesa, siempre que se concrete bien en qué ha de consistir la actuación común y no sea una unión estéril, sin una finalidad práctica.

—¿Entonces usted cree que es el momento de que triunfen los ideales republicanos?

— Me parece no solamente que pasamos por el momento, sino que este momento no pasará aunque nosotros no cumpliéramos con el deber de esta hora, por abandono o por torpeza.

—¿Sinceramente cree usted que frente al régimen hay hombres de prestigio necesario para llevar a cabo la democratización de España?

—Creo que sí; unos que suenan y otros que no suenan. Además, la transformación del régimen no es ya una cuestión de partidos, sino una necesidad nacional, y para su realización habrá factores...

—¿A plazo, corto?

—No creo que el plazo sea largo. Para que la actuación de las izquierdas no sea estéril, no hay que contentarse con ideas vagas generales, no; es preciso atacar los problemas concretos, y el primer problema que hay que resolver es el del militarismo español, pues el momento político actual se caracteriza por eso, por la destrucción del militarismo; mientras que el militarismo subsista no podremos gozar de la alegría de los pueblos libres; que una vez que ese problema esté resuelto, la democratización sería cosa fácil y no habría ninguna violencia. Nosotros somos revolucionarios, pero no sanguinarios.

—Luego usted se califica de revolucionario.

Sonrió confuso.

— Yo no me atrevo a aplicarme ese dictado; pero ahí está mi hoja de servicios.

—¿Le agrada a usted ser diputado?

Contestó rápido:

—¡Ah!, no; antes creía que lo más desagradable del mundo era ser concejal; ahora veo que es ser diputado; porque aquella casa de los leones es una farsa: atmósfera envenenada, intrigas y traiciones; no hay nada organizado; pero que sea muy desagradable la diputación no quiere decir que no sea necesaria.

—¿Qué opina usted del Gobierno actual de Alemania?

—No me inspira mucha confianza, especialmente por Scheidemann, porque éste, que es un hombre de un gran valor intelectual es, o ha sido, además, un socialista irreprochable hasta 1914; pero desde que estalló la guerra trató de justificar su actuación favorable al Gobierno alemán inventando una nueva teoría marximalista, que si la hubiese inventado antes de 1914 le hubiera valido ser expulsado de la Internacional. (6)

—Si a usted le ofrecieran la cartera de Instrucción pública con el actual régimen, ¿la aceptaría?

—De ninguna manera; y es más, creo que ningún hombre de las izquierdas puede colaborar con la monarquía.

—Y hablando de otra cosa. ¿Guarda usted mal recuerdo de los últimos días de su último proceso y de su reclusión en Cartagena?

Se encogió de hombros.

—No; siempre creí que triunfaría la verdad, y en Cartagena estábamos muy queridos y considerados.

*   *   *

[1] Francisco Giner fue el creador de La Institución Libre de Enseñanza en 1876. Proyecto educativo privado que tuvo gran influencia en el ambiente cultural de la Restauración, introducía métodos modernos de enseñanza y conocimientos avanzados procedentes del extrangero.
Defendían la libertad de cátedra y renunciaban a acomodar la enseñanza a dogmas religiosos, políticos o morales.   (volver)

[2] Omite contar que después de militar en la desaparecida la Unión Republicana, se pasó al Partido Radical que había fundado Lerroux en 1907, un partido que habia renunciado al marxismo pero competía con los socialistas para atraerse las masas obreras. Tenemos una entrevista a Lerroux publicada en Nuevo Mundo un mes antes que la de Julián Besteiro.   (volver)

[3] Su estancia en Alemania fue financiada por la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Había sido inaugurada por Alfonso XIII en 1907 y estaba presidida por Ramón y Cajal. Se dedicaba a intercambios de profesores y alumnos y establecimiento de becas para estudios en el extranjero.   (volver)

[4] A pesar de la neutralidad oficial, la I Guerra Mundial dividió la sociedad española entre germanófilos y aliadófilos empujada por los partidos que se tomaban la guerra como una prolongación de los conflictos sociales.     (volver)

[5] Se refiere a la huelga revolucionaria de Agosto de 1917, por primera vez en la historia de España socialisas y anarquistas se unieron para convocar una huelga que no tenía objetivos laborales si no políticos. Mirándose en el espejo de la reciente revolución soviética, pretendían derrocar la Monarquía de Alfonso XIII.   (volver)

[6] Un mes antes Philipp Scheidemann había proclamado la República de Weimar desde el balcón del Reichstag y había sido nombrado Canciller. Al empezar la guerra mundial, los socialistas de los países beligerantes cogieron las armas, renunciando así a la doctrina internacionalista y pacifista que había sido bandera del socialismo hasta entonces.   (volver)

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