Arnedo: otra fiesta 5 días después de Castilblanco
Cinco días después de la carnicería de Castilblanco, ocurrieron los sucesos de Arnedo. Un pueblo de unos 5.000 habitantes en la provincia de Logroño.
En Arnedo el conflicto era industrial: había malestar por las diferencias entre un fabricante de calzado (Sr. Muro) y sus 160 empleados. Los obreros (movilizados por la todopoderosa Unión General de Trabajadores) exigían el respeto a la jornada laboral y la readmisión de unos obreros despedidos por motivos políticos.
El Gobernador Civil de Logroño, Ildefonso Vidal Serrano (también del partido de Azaña), se desplazó a Arnedo acompañado por el teniente coronel de la Guardia Civil. Ambos mediaron en un conflicto que llevaba meses enquistado. Patronal y sindicatos llegaron a un acuerdo y los obreros organizaron una manifestación para celebrarlo.
Todo en orden.
Arnedo: el hecho en sí
La manifestación se celebraba sin incidentes. Al frente iban mujeres y niños.
No sé qué opinarás tú, pero sorprende que, conociendo la brutalidad de la Guardia Civil, las madres pusieran a sus retoños al frente de las manifestaciones.
Al llegar a la plaza consistorial, se calentaron los ánimos. A partir de aquí, los testimonios difieren.
Según el Gobernador (presenció los hechos desde el balcón del Ayuntamiento) la Guardia Civil trataba de evitar que entraran en el edificio, cuando un manifestante forcejeó con un agente para quitarle el fusil.
Sonaron disparos y resultó herido de bala un cabo de la Guardia Civil. Los guardias no se anduvieron con chiquitas: contestaron con una descarga cerrada de fusilería resultando seis personas muertas (cuatro de ellas mujeres y un niño) y 31 heridos, cinco de los cuales murieron días después.
¿Por qué hubo semejante baño de sangre si se había llegado a un acuerdo?
| Paso de la comitiva por la plaza donde ocurrieron los hechos |
Se manifestaban tan tranquilos, cuando al acercarse al Ayuntamiento, fueron recibidos a culatazos por la Guardia Civil. A continuación, sin que mediara toque de atención, hicieron fuego.
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| A Gerardito Hernández hubo que amputarle una pierna consecuencia de un disparo. (Ahora, 7/01/1932) |
El Gobernador fue llamado a Madrid para dar cuenta de los hechos. Aseguró que los acontecimientos se desataron cuando la comisión de patronos se disponía a salir del Ayuntamiento y confirmó que hubo disparos antes de que actuara la Guardia Civil.
Según su testimonio, la manifestación se había dividido en dos antes de entrar en la plaza adoptando actitudes “que pudieron hacer creer a los agentes que se trataba de una agresión”. Afirmó que su coche había pinchado a las afueras de Arnedo porque habían colocado numerosas tachuelas en la carretera, como si “se quisiera evitar la llegada de refuerzos en caso necesario”.
Acto seguido, puso su cargo a disposición del Ministro de Gobernación.
Repercusiones y círculos de culpa
Los representantes socialistas se mostraron muy excitados (sí, lo dice la hemeroteca). Contradijeron la versión del Gobernador y responsabilizaron a la Guardia Civil de haberse ensañado sin motivo. La UGT publicó un manifiesto pidiendo justicia al Gobierno. En Logroño se declaró la huelga general.
El 7 de enero se celebró el entierro de las víctimas con asistencia de 20 diputados socialistas. No hubo incidentes (excepto un pequeño guirigay cuando una voz femenina gritó “muera la guardia civil”). Se convocaron huelgas en otras ciudades de España.
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| Los familiares de las desgraciadas víctimas, con los obreros y banderas de los sindicatos, posan ante la iglesa momentos antes del entierro. (Mundo Grafico, 22/01/1932) |
Los informes periciales no ayudaron a esclarecer los hechos. Mientras que para los médicos del Hospital Militar, la bala que hirió al guardia procedía de un arma corta; para el médico de Arnedo (atendió in situ) era de máuser, arma reglamentaria de la Guardia Civil. El médico se retractó días después, pero los socialistas lo atribuyeron a presiones ejercidas sobre el galeno.
| Ataúdes antes de partir la comitiva hacia el cementerio |
6.2 Arnedo al Parlamento
No había terminado la sesión cuando empezaron a llegar las primeras noticias procedentes de Arnedo. Al día siguiente fue objeto de nuevo análisis parlamentario.
El diputado socialista por Logroño (Sr. Sabrás) acusó al Sr. Muro (el fabricante de calzados) de practicar “caciquismo monárquico”. Basándose en lo que le contó el compañero Urbano Orad (iba en la cabecera de la manifa), la Guardia Civil hizo fuego injustificadamente cuando la manifestación expresaba su alegría por la solución del conflicto.
El compañero Orad contó como:
«…un niño trataba de huir de aquellos disparos, y presenció perfectamente como el fusil de un guardia le seguía señalando impactos en la pared hasta que cayó herido.»
El ministro de Interior tachó de “apasionada” la intervención del diputado e hizo hincapié en las contradictorias declaraciones de unos y otros. Pidió tiempo hasta esclarecer los hechos.
Ortiz Solórzano (diputado derechista por Logroño) dijo que no quería manifestarse hasta conocer mejor los hechos.
Parecía que acabaría así la cosa, pero la auténtica jarana estaba por llegar.
El diputado Sr. Balbontín (grupo de los jabalíes) acusó a la Guardia Civil de enemiga del pueblo. Provocó un escándalo parlamentario al pedir el encarcelamiento inmediato de Sanjurjo y la disolución del cuerpo.
Cuando el Presidente del Parlamento (Sr. Besteiro) daba por terminada la discusión, saltó Ortiz Solórzano exigiendo que el Gobierno se pronunciara sobre las ofensivas palabras de Balbontín. El escándalo fue tremendo.
Por segundo día consecutivo, Azaña tuvo que desmentir las malévolas insinuaciones de sus socios de Gobierno y anunció una investigación para depurar responsabilidades.
Lo cierto es que el asunto fue cayendo en el olvido en los días siguientes. El informe del Gobierno, si lo hubo, nunca se hizo público.
Los hechos fueron juzgados dos años después por un tribunal militar. El teniente que había dado la orden de disparar fue absuelto por falta de pruebas.
Epílogo: la pólvora de la República
Arnedo no fue una masacre, fue una demostración de reflejo condicionado. Un disparo, un cabo herido, y media compañía responde como si estuviera en Annual. Con mujeres, con niños, con obreros que acababan de firmar un acuerdo. Con ciudadanos.
La joven República quería distanciarse del autoritarismo monárquico, pero usaba los mismos uniformes, los mismos fusiles y —peor aún— la misma desconfianza frente al pueblo. El miedo de los de arriba y la desesperación de los de abajo siguen siendo la fórmula más explosiva de nuestra historia.
Arnedo es lo que pasa cuando el Estado, en lugar de mediar, dispara. Cuando el orden público es solo sinónimo de que no molesten. Y cuando las promesas de cambio se desintegran al primer culatazo. El futuro tambaleaba... y el fusil, como siempre, habló antes que la ley.



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