Entre el 12 y el 13 de julio de 1936, la Segunda República vivió su último acto de ficción democrática.
Dos asesinatos en cadena —el del teniente de la Guardia de Asalto José del Castillo Saénz de Tejada y el del diputado José Calvo Sotelo— no solo conmovieron a la opinión pública: fueron la señal de que el Estado ya no controlaba la violencia. La ejercía... o la toleraba.
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| Castillo y Calvo Sotelo copan la portada del periódico Ahora del 14 de Julio. |
Esta serie de cuatro artículos desgrana, paso a paso, cómo estos crímenes se convirtieron en el detonante inmediato de la Guerra Civil Española.
📌 1. La noche que mataron al teniente Castillo
La izquierda tenía su mártir. José del Castillo, joven oficial republicano, fue asesinado a tiros por pistoleros falangistas. Su muerte encendió la mecha emocional del Frente Popular y desencadenó una represalia de consecuencias históricas. El crimen que abrió la caja de Pandora.
📌 2. Conmoción en Madrid: aparece el cadáver de Calvo Sotelo
Horas después del asesinato de Castillo, agentes de la Guardia de Asalto entran en casa de Calvo Sotelo, líder de la oposición, y lo ejecutan en una camioneta oficial. Ninguna orden judicial, ningún proceso. Un “paseo” de manual. Lo que sigue no es solo un crimen: es un magnicidio con olor a colapso institucional.
📌 3. La reacción del Gobierno ante el asesinato de Calvo Sotelo
Ministros mudos, censura feroz y ninguna dimisión. Mientras el cuerpo de Calvo Sotelo se pudre en un depósito, el Gobierno republicano opta por mirar hacia otro lado. Las fuerzas del orden implicadas, los jueces apartados, y el Frente Popular enrocado. El Estado ya no estaba en ruinas: era un solar con bandera.
📌 4. El asesinato paso a paso: investigación judicial del crimen
Un juez con más dignidad que futuro intenta seguir el rastro del crimen. Los testigos señalan a los culpables, el vehículo está lleno de sangre y los asesinos se pasean impunes. En cualquier país serio, habría justicia. En la España de 1936, hubo silencio, encubrimiento y, al fondo, ruido de sables.
🧠 Conclusión: cuando los muertos mandan más que las leyes
Los asesinatos de Castillo y Calvo Sotelo no fueron simples crímenes: fueron síntomas terminales de una república que ya no sabía defender ni su propia legalidad. La justicia se diluyó en la ideología, los cuerpos se amontonaban mientras el Parlamento se cerraba “para calmar los ánimos”, y el ejército entendió que ya no quedaba nada que obedecer.
Si buscas entender por qué estalló la Guerra Civil, empieza por aquí:
No por lo que pasó, sino por lo que no pasó después de que pasara.
