Francesc Macia y la proclamación de la República catalana de 1931


" ... En los treinta y dos años de vida política que llevo no he conocido caso de deslealtad más característico que el realizado por los republicanos catalanes con relación a lo que en el Pacto de San Sebastián se convino ... "
Indalecio Prieto - Sesión de Cortes 25/09/1931


Francesc Macia declara la primera República Catalana en 1931

La II República tuvo un grave problema nada más nacer: el intento de independencia de Cataluña, su región más rica y poderosa políticamente.

Voy a contarte otro de los asuntos que, junto con el problema religioso y la reforma agraria, causaron más división en la opinión pública de los años 30.

Verás.

Las elecciones municipales en Cataluña

Al igual que en el resto de España, las elecciones municipales del 14 de abril 1931 supusieron en un importante vuelco electoral en Cataluña.

En Barcelona salió derrotada la Lliga Regionalista [partido del último Ministro de Hacienda de la Monarquía]

Esquerra Republicana Catalana se llevó el gato al agua. Se había creado un mes antes de las elecciones mediante la fusión de pequeños partidos independentistas sin un historial de representación parlamentaria importante.

En números redondos:

  • E.R.C. obtuvo en Barcelona 45.000 votos;
  • la Lliga Regionalista 25.000 [autonomistas de ideología conservadora];
  • el Partido Republicano Radical: 23.000 [republicanos históricos, españolistas, progresistas pero antimarxistas]
  • y Acción Catalana Republicana 15.000. Eran igual de independentistas que E.R.C, pero no habían querido sumarse por temor a un fracaso electoral.

Perfil político de Francesc Maciá

La cabeza visible de E.R.C. era Francesc Maciá, un separatista septuagenario cariñosamente apodado “l´avi” en Cataluña.

“El abuelo” tenía entonces 71 años, acababa de volver del exilio dos meses antes de las elecciones.

Maciá era un teniente-coronel decimonónico que había sido expulsado del ejército a prinicipios de siglo por un tribunal de honor. El suceso fue el pistoletazo de salida para su carrera política: fue diputado en seis legislaturas durante la monarquía.

Maciá había organizado desde el exilio una pintoresca “invasión” de Cataluña en tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera. La intentona fue abortada en la frontera con cuatro mangerazos por la Gendarmería francesa. 

La gesta se realizó ante la indiferencia del pueblo catalán y la vergüenza ajena del resto de españoles. Sin embargo, el suceso granjeó al personaje una aureola de romanticismo que posteriormente supo rentabilizar políticamente entre el catalanismo.

Propaganda electoral en las elecciones municipales del 12 de Abril de 1931.

Maciá declara la república catalana en 1931

Ya he contado que el advenimiento de la República sorprendió a los propios republicanos, nadie esperaba que la Monarquía se desmoronara tras unas elecciones municipales.

En medio de la confusión reinante, los hombres de Esquerra Republicana se apoderaron de los resortes del Poder en Barcelona, y proclamaron en nombre del pueblo el “Estado Catalán bajo el régimen de la República catalana”.

Casi ná.

Los barceloneses fueron unos de los primeros en ondear la nueva bandera tricolor por las Ramblas, lo último que esperaban era despertar al día siguiente en un Estado Catalán Independiente.

Arrogándose prerrogativas de Estado, Maciá nombró su propio Gobierno y firmó numerosos nombramientos entre su gente de confianza. Durante cuatro días, existieron en España [al menos en teoría] dos Gobiernos republicanos, uno en Madrid y otro en Barcelona.

El caso es que Companys y Maciá se adueñaron del Ayuntamiento y la Diputación respectivamente, mientras los españolistas del partido Republicano Radical ocupaban el edificio del Gobierno Civil, con un tal Emiliano Iglesias al frente.

A punto estuvieron de liarse a h0stias. Los piques venían de viejo: desde principios de siglo competían por los votos de las masas obreras catalanas. 

Finalmente, los de Lerroux fueron desautorizados por Miguel Maura. El recién nombrado Ministro del Interior en Madrid mandó a los radicales desalojar el edificio, y confirmó la designación de Luis Companys como gobernador Civil provisional de Barcelona.

La República Catalana se convierte en “Generalitat"

La periodista Josefina Carabias cuenta en sus memorias lo mucho que flipó cuando apareció un compañero, recién llegado de Barcelona, enseñando un pasaporte sellado por la nueva República catalana.

Supongo que el flamante Gobierno provisional en Madrid también fliparía lo suyo ante el primer embolado que se les vino encima (tiempo después, Indalecio Prieto lo calificó de traición).

Solo tres días después de la proclamación, tres ministros [dos de ellos catalanes] tomaron deprisa y corriendo un avión [transporte inusual para la época] para "negociar" con el autoproclamado President del "nuevo" Estado Catalán.

De vuelta en Madrid, facilitaron una nota de prensa manifestando que habían almorzado con el señor Maciá, en un clima de “gran cordialidad y mutua comprensión” para tratar de “articular el hecho revolucionario catalán en el nuevo régimen”, y ateniéndose a lo apalabrado en el "Pacto de San Sebastián", acordaron que la entidad presidida por el señor Maciá, se denominaría en lo sucesivo Generalidad de Cataluña “de gloriosa tradición” (literal), con atribuciones especiales pero dentro del Estado español.

La fórmula quitaba la apariencia escandalosa al golpe separatista pero, a cambio, entregaba a Maciá todo el engranaje oficial del Estado en Cataluña.

Y así fue como la gran mayoría de los españoles (incluidos los catalanes) oyeron hablar por primera vez del “Pacto de San Sebastián”. Un "pacto" cuyo contenido no conocía nadie excepto sus protagonistas, pero que sirvió a la nueva casta para justificar la audacia de Maciá.

Todo en orden.

*   *   *

El Pacto de San Sebastián: un acuerdo sin firmar

El verano anterior se habían reunido en San Sebastián un grupo de republicanos de variadas tendencias políticas, con el objetivo de aunar fuerzas contra la monarquía.

Los acuerdos alcanzados fueron posteriormente conocidos como "Pacto de San Sebastián".

El problema es que no se redactaron actas de dicha reunión. Nadie estampó su firma en un acuerdo sobre el que habría de gravitar la política española en los años siguientes. Un pacto que desconocían los ciudadanos.

Sus protagonistas lo interpretaron después a su antojo, dependiendo de intereses políticos. El Pacto de San Sebastián se convirtió en una fuente de polémica e inestabilidad política permanente durante el periodo republicano.

Alusiones en prensa al verdadero contenido del Pacto de San Sebastián.

Polémica política y Generalitat

La prensa de la época está plagada de cruces de declaraciones que demuestran que ni dentro del propio Gobierno se ponían de acuerdo sobre el alcance y significado del Pacto de San Sebastián, todo ello a pesar de que la mayoría de Ministros habían acudido a la famosa reunión.

Alcalá Zamora [Presidente del Gobierno] y Miguel Maura [ministro de Interior] no le daban el mismo alcance que Marcelino Domingo [Instrucción Pública] y Nicolau d´Olwer [Economía], estos últimos eran Ministros en Madrid cuyos partidos participaban en el Gobierno de Maciá en Cataluña.

El lío del Montepío.

Para que te hagas una idea, mira lo que declaró Miguel Maura a la prensa el 29 de Abril, solo 15 días después de la proclamación de la República: 

"Habrán visto ustedes que la Generalidad de Cataluña ha dado a sus miembros nombres pomposos, y me importa declarar que cualesquiera que sean los cargos y los nombres que le conceda la Generalidad, las atribuciones que competen al Poder central ni se delegan, ni se renuncian, ni se entregan."

¿Te das cuen? Pues no te pierdas lo mejor.

Cuando la prensa preguntó a Maciá su opinión sobre las recientes declaraciones del Ministro del Interior, respondió que suponía que eran falsas:

"Me inclino a creerlo de esta suerte, porque desvirtuarían lo acordado entre los ministros don Fernando de los Ríos,  don Marcelino Domingo,  Nicolau d'Olwer y otros.

Además, dado su tono, extrañaría en estos momentos de concordia, de tantas esperanzas vivas en unos y otros, se agravase el problema catalán, cosa que no puedo creer que esté ni de lejos en el ánimo del Gobierno provisional de la República española."

¿Suena a amenaza, o es cosa mía?

Autonomía catalana y luchas sindicales

Para liar más las cosas, el socialista Largo Caballero [flamante nuevo Ministro de Trabajo] recibía el 9 de Mayo a su "homólogo" catalán. El señor Serra Moret venía a Madrit a reclamar competencias sociales y de trabajo para la Generalitat.

El Ministro socialista de Trabajo se negó en redondo, alegando que su Ministerio ya tenía una delegación en Barcelona para tales menesteres.

Lo que en realidad estaba en juego era el control de las masas obreras de Cataluña, donde históricamente la U.G.T. no se comía un rosco.

¿Lo pillas?

El sindicalismo catalán estaba controlado por la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.) y se daba la circunstancia que los anarquistas habían apoyado a Esquerra Republicana en las elecciones.

Maciá ofreció a Ángel Pestaña (líder de la C.N.T.) un puesto en el futuro Gobierno, pero éste no lo aceptó por miedo a perder influencia en un sindicato que, como buenos ácratas, consideraban más importante abolir el Estado que integrarse en él.

Oh...

El desencuentro en las altas esferas sindicales no tardó en tener consecuencias: el 9 de junio, una huelga en el puerto de Barcelona acabó en choque violento entre obreros de la C.N.T. y de la U.G.T. Hubo 13 heridos, algunos de mucha gravedad.

Maciá medió personalmente en el conflicto. ¿Qué paso? que obligó a los patronos a readmitir en el trabajo exclusivamente a los obreros de la C.N.T., a los de U.G.T. podían darles por el saco.

La C.N.T. pronto pasó la cuenta por el apoyo prestado a Maciá en las municipales.

Con la saliva hirviendo, Largo Caballero aseguró que únicamente el Ministerio de Trabajo tenía competencias para tales negociaciones y anuló el acuerdo de Maciá.

Oh my...

La guerra entre la CNT y la UGT estaba servida. Ya he contado en otro artículo las consecuencias que la violencia sindical tuvo para la economía española.

El 5 de Septiembre, La Vanguardia publicaba "Cataluña Indefensa" (tras dos días cerrado por una huelga general), denunciando el marasmo al que había conducido la complicidad de Maciá con el sindicalismo anarquista.

Oh my Good...

¿Y cómo espanto yo ahora estas moscas? (La Voz el 17/08/1931). Maciá entrega el Estatuto en Madrid perseguido por un enjambre de moscas que representan el sindicalismo revolucionario.

Pacto de San Sebastián y aspiraciones autonómicas

Según lo acordado con Maciá, la Generalitat debía elaborar un Estatuto que se sometería a plebiscito en Cataluña. Posteriormente sería presentado a las Cortes Constituyentes en Madrid (todavía no habían sido elegidas) para su aprobación definitiva.

El Gobierno aseguró que se haría lo propio en otras regiones con aspiraciones autonómicas. Nacía así el trío calavera del nacionalismo periférico español: Cataluña, Vasconia y Galicia.

Estatuto vasco

El Estatuto vasco se hizo esperar porque los independentistas vascongados eran profundamente católicos y se empeñaron en fundar un Estado Vasco confesional muy del gusto del Vaticano.

Para que te hagas una idea: en un mitin en el frontón Euskalduna, Indalecio Prieto (recién nombrado Ministro de Hacienda) proclamó que no consentiría un "nuevo Gibraltar reaccionario y clerical", al que calificó de "seudorepubliquita católica" dirigida por "los jesuitas de Loyola".

Chúpate esa.

El PNV no acudió al Pacto de San Sebastián, y su propuesta de estatuto rociado con agua bendita no le moló nadita al nuevo Ejecutivo.

Valga como muestra la descripción que hace Azaña del símbolo de Guernica: "visitamos el Árbol y la Casa de Juntas, donde hay una porción de cachivaches que pretenden ser antiguedades y reliquias de una tradición" (Diarios de Azaña. Día: 16/03/1933).

Para enredar más las cosas, se empeñaron en un estatuto vasco-navarro que retrasó aún más el proyecto: en Pamplona había mucho carlista que no estaban por juntar churras con merinas.

Se sometió a referéndum (sin los navarros) a finales de 1933, poco antes de que la derecha ganara las elecciones. Por desgracia, el proyecto volvió a paralizarse porque en Álaba no se alcanzó los votos necesarios y se temía una nueva deserción.

La aprobación del Estatuto vasco tuvo que esperar a que empezara la guerra. El Gobierno central necesitaba apoyo contra los rebeldes y el P.N.V. aprovechó la coyuntura.

Fue aprobado el 1 de octubre de 1936 por un centenar del total de 470 diputados que constituían el Parlamento. Los que faltaban estaban muertos, escondidos, o se habían pasado al otro bando.

Buena parte de los diputados autonómicos no pudieron jurarlo en el famoso árbol de Guernica. ¿Motivo? Navarra, Álava y media Guipúzcoa ya estaban en poder de los insurgentes (un 60% de la población).

Estatuto Gallego

El caso del Estatuto Gallego también es chusco: todo parecía más fácil con el coruñés Santiago Casares recién nombrado Ministro de Marina y amigo íntimo de Azaña. El propio Casares había asistido a la reunión de San Sebastián.

Sin embargo, el estatuto gallego estaba impulsado por una minoría de intelectuales que estaban mal avenidos: no se ponían de acuerdo sobre qué ciudad debía ostentar la capitalidad. Los rifirafes retrasaron la convocatoria del referéndum hasta Junio del 36.

Por fín se presentó a trámite en el Parlamento, casualmente con Casares Quiroga ocupando la Presidencia del Gobierno, aunque en muy mal momento: dos días después del asesinato de Calvo Sotelo y tres días antes del golpe de Estado.

Las Cortes lo admitieron a trámite en plena guerra, pero quedó de nuevo paralizado, esta vez por la obstrucción del P.S.O.E.

Ocho años después, fue finalmente aprobado en un local cedido por el Gobierno de México a los diputados republicanos en el exilio. Como no había quórum, contabilizaron como votos a favor las cartas de adhesión enviadas por los que no pudieron asistir...

En fin...

Como ves, nada que ver con el caso catalán, donde el autonomismo separatista fue viento en popa desde el primer momento: Maciá convocó una Asamblea de Ayuntamientos, eligió a los delegados, y les puso encima de la mesa un proyecto de estatut que traía redactado de casa.

Como era de esperar, se aprobó por unanimidad.

El referéndum del Estatut de Cataluña de 1931

Tres meses depués de la proclamación de la República, Maciá se dirigió al pueblo catalán anunciando que tenía un Estatut que para él ya tenía fuerza de ley.

“Para que la tuviera también ante los otros pueblos hispánicos” llamaba a todos los catalanes a que lo votasen con “el ímpetu del pueblo que se ve liberto después de más de dos siglos de esclavitud"

Literal. Como lo oyes.

La fecha del histórico referéndum se fijó para el 2 de Agosto de 1931.

Echaron el resto en la campaña electoral: la Generalidad quería impresionar en Madrid demostrando que toda Cataluña estaba detrás de Maciá y su estatut.

Ya he contado en el capítulo dedicado a las elecciones a Cortes Constituyentes que los primeros procesos electorales republicanos padecieron los mismos vicios caciquiles que los de la monarquía.

Sorprendentes declaraciones del Conseller de Sanidad un día antes de las elecciones. (La Voz. 1/08/1931. Portada)

¿No me crees?

Espero que te sirvan de muestra las fanáticas declaraciones del Conseller Carrasco Formiguera que, un día antes de la votación, amenazó ante los periodistas que habría una “lista negra de aquellas personas que no voten y de las que se sepa que no voten en favor del Estatuto, a fin de hacerles después la vida imposible”.

Con un par.

El conseller argumentaba sin despeinarse que “somos un pueblo civil en pie de guerra y es natural que acudamos a la santa coacción para ganar la batalla definitiva.” (1/08/1931. Heraldo de Madrid, pág 9. La Nación, pág 8. La Voz, en portada.)

Curiosamente La Vanguardia omite hablar de listas negras, pero mantiene lo de “santa coacción” e informa de “gestiones que se realizan en los pueblos donde hay veraneantes que tienen el voto en la ciudad para que el domingo vengan a Barcelona y voten el referéndum.”

*   *   *

Una formidable propaganda a favor del Estatuto —auspiciada y financiada por la Generalitat— proporcionó un aplastante resultado de 595.205 votos a favor; 3.384 en contra, y 1.095 en blanco o nulos. El censo total de Cataluña ascendía a 792.684 votantes.

No dejaron votar a las mujeres, pero (en compensación) se recogieron 235.467 firmas de "adhesión femenina".

Para que las mujeres, los niños y los hombres no incluidos en el censo pudieran manifestar su opinión, se establecieron en las Tenencias de Alcaldía y en las calles largas mesas con pliegos donde estampar la firma aprobadora. (Ahora. 4/08/1931. Portada.)

Las cifras oficiales del escrutinio, publicadas el 7 de Agosto, reflejan un 75% de participación y un 99% de votos a favor del sí.

¿Hubo pucherazo tal y como denunció la oposición?

Lo cierto es que es el resultado electoral más apabullante de la historia del nacionalismo catalán; ni siquiera superado por las urnas de plástico del 1 de Octubre de 2017.

Que cada uno saque sus propias conclusiones.

Entrega del Estatuto catalán en Madrid

El Presidente del Gobierno, Alcalá Zamora, anunció el 13 de Agosto que “su antiguo y querido amigo”, el señor Maciá, venía a Madrid para entregar el Estatuto al Parlamento.

Declaró eufórico ante los periodistas que la relación de Cataluña con España no había conocido mejor momento desde el reinado de Felipe IV.

Nada más y nada menos.

Preparativos del Gobierno para recibir al señor Maciá. (Ahora. 13/08/1931)

Maciá llegó a Madrid con su Estatuto bajo el brazo. Ambos presidentes dieron sendos discursos protocolarios y se abrazaron en medio de grandes aplausos.

Después se cogieron unas merecidas vacaciones. Maciá aprovechó para visitar Toledo, Aranjuez, Ávila y El Escorial, donde fue recibido en olor de multitudes.

*   *   *

Rechazo del pueblo español al Estatuto de autonomía catalán

La Comisión encargada de redactar la Constitución había negociado con los diputados catalanes un texto que no cerrara después el camino al Estatuto.

Titular del Siglo Futuro. 31/08/1931

Según Alcalá Zamora, lo pactado en San Sebastián significaba la "reconciliación de España con Cataluña."

Parecía sencillo.

Sin embargo, la opinión pública española nunca se vio vinculada con el Pacto de San Sebastián, entre otras cosas, por desconocido. Su contenido se dio a conocer después de proclamarse la República.

Cuando se negoció el Pacto en 1930, sus protagonistas no tenían más representación que la de sus propias personas.

"El famoso pacto, del que se habló tanto y tan a tontas y a locas, no fue otra cosa que el pretexto para crear una Junta Revolucionaria que empezaba en Don Niceto y acababa en Galarza..." (Alejandro Lerroux. La pequeña historia de España. 1937)

El pueblo no conocía el contenido del pacto y mucho menos el compromiso con los separatistas. La opinión pública asistía atónita al cruce de declaraciones de unos políticos que ni siquiera se ponían de acuerdo sobre su alcance y contenido.

El llamado "hecho diferencial" se negoció en una reunión de conspiradores antimonárquicos que ni siquiera habían pasado por las urnas. Llegaron al poder un año después, tras unas elecciones municipales; por tanto, sin un programa político que lo respaldase.

La autonomía política y administrativa no hubiera alarmado a casi nadie, eran tradicionales las demandas de la oligarquía catalana para proteger sus intereses.

Sin embargo, era la primera vez que un político se jactaba públicamente de no estar obligado por las leyes que no fueran de su gusto.

Los continuos desafíos de Maciá, diciendo que no aceptaría una resolución del Parlamento español que no coincidiera con la "voluntad de Cataluña", eran percibidos como un privilegio contrario a la propia Constitución que en su 2º artículo decía:

“Todos los españoles son iguales ante la ley”.

El pueblo no aceptó un estatuto que declaraba en su primer artículo que Cataluña era una nación (sustituído posteriormente por comunidad autónoma) y en el que la totalidad del texto estaba inspirado en la idea del primer artículo.

Lo iremos viendo en los próximos capítulos de esta Crónica Política de la 2ª República.

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