La primera declaración de independencia de la historia de Cataluña

La primera declaración de independencia de la historia de Cataluña

Apenas nacida, a la II República se le creó un grave problema: nada menos que la independencia de Cataluña, su región más rica y poderosa políticamente.

Voy a contarte otro de los asuntos que, junto con el problema religioso y la reforma agraria, causó más profunda división entre la opinión pública española de los años 30.

Verás.

Las elecciones municipales en Cataluña.

Antes de nada, voy a contarte cómo era la situación política en la Cataluña de aquellos años.

Como en el resto de España, las elecciones municipales que dieron lugar al derrumbamiento de la Monarquía supusieron en Cataluña un importante vuelco electoral.

En Barcelona salió derrotada la Lliga Regionalista [partido del último Ministro de Hacienda de la Monarquía]

La Esquerra Republicana Catalana se llevó el gato al agua. Se había creado un mes antes de las elecciones, gracias a la fusión de pequeños partidos independentistas sin un historial de representación parlamentaria importante.

En números redondos:

ésta última era igual de independentista que E.R.C, pero no había querido sumarse por temor a un fracaso seguro.

Francesc Maciá: "El Abuelo"

La cabeza visible de E.R.C. era Francesc Maciá, un separatista apodado “l´avi”.

“El abuelo” tenía entonces 68 años, había vuelto del exilio dos meses antes de las elecciones.

Macía era un teniente-coronel decimonónico que había sido expulsado del ejército a prinicipios de siglo por un tribunal de honor.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera, Maciá había organizado una pintoresca “invasión” de Cataluña desde el exilio francés.

Pero la intentona acabó abortada en la frontera con cuatro manguerazos por la Gendarmería francesa. 

La gesta se realizó ante la indiferencia del pueblo catalán, y la vergüenza ajena de los españoles.

Sin embargo, el suceso granjeó al personaje una aureola de romanticismo, que posteriormente supo rentabilizar políticamente entre el catalanismo.

Propaganda electoral en las elecciones municipales del 12 de Abril de 1931.

Maciá declara la Independencia de Cataluña.

Ya he contado contado que el advenimiento de la República sorprendió a los propios republicanos, nadie esperaba que la Monarquía se desmoronara tras unas elecciones municipales.

En medio de la confusión reinante, los de Esquerra Republicana se apoderaron de los resortes del Poder en Barcelona, y proclamaron en nombre de todo el pueblo de Catalán el “Estado Catalán bajo el régimen de la República catalana”.

Los barceloneses, que fueron los primeros en ondear por las Ramblas la nueva bandera tricolor republicana, lo último que esperaban era despertarse al día siguiente en un Estado Catalán Independiente.

Arrogándose prerrogativas de Estado, Maciá firmó oor la cara numerosos nombramientos oficiales entre su gente de confianza (empezando por su propio Gobierno) y durante cuatro días, existieron en España [al menos en teoría] dos Gobiernos republicanos, uno en Madrid y otro en Barcelona.

El caso es que al mismo tiempo que Companys y Maciá se adueñaban del Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona, los españolistas del partido Republicano Radical de Lerroux, ocuparon el edificio del Gobierno Civil con un tal Emiliano Iglesias al frente.

A punto estuvieron de liarse a h0stlas en medio de la confusión reinante.

Los piques venían de tiempo atrás, unos y otros llevaban desde principios de siglo compitiendo por los votos de las masas obreras catalanas. 

Finalmente, los de Lerroux tuvieron que desalojar el edificio. Los desautorizó vía telegrama Miguel Maura, recién nombrado Ministro de Interior del Gobierno provisional de Madrid.

Maura confirmó la designación de Luis Companys como gobernador Civil provisional de Barcelona.

El Pacto de San Sebastián o cómo la República Catalana se convierte en “Generalitat".

Josefina Carabias cuenta en sus memorias que estaba con otros periodistas en una terraza de la callé Alcalá, y fliparon cuando apareció un compañero, recién llegado de Barcelona, y les enseño un pasaporte sellado por la nueva República catalana.

El flamante gobierno provisional de Madrid también debió flipar lo suyo ante el primer embolado que les ponían encima de la mesa (tiempo después Indalecio Prieto lo calificó de traición).

Solo tres días después de la proclamación, tres ministros [dos de ellos catalanes] tuvieron que tomar deprisa y corriendo un avión [transporte inusual para la época] para entrevistarse con el autoproclamado President del "nuevo" Estado Catalán.

A la vuelta facilitaron una nota de prensa manifestando que habían almorzado con el señor Maciá, en un clima de

“gran cordialidad y mutua comprensión” para tratar de “articular el hecho revolucionario catalán en el nuevo régimen” y

—ateniéndose a lo apalabrado en el "Pacto de San Sebastián"—,

acordaron que la entidad presidida por el señor Maciá, se denominara en lo sucesivo Generalidad de Cataluña “de gloriosa tradición” (literal) con atribuciones especiales, pero dentro del Estado español.

La fórmula quitaba la apariencia escandalosa al golpe separatista pero, a cambio, entregaba a los hombres de Maciá todo el engranaje oficial del Estado en la región.

Y así fue como la gran mayoría de los españoles [incluidos los catalanes] oyeron hablar por primera vez del “Pacto de San Sebastián”, un "pacto" cuyo contenido no conocía nadie, excepto sus protagonistas, y con el que la nueva casta justificaba la audacia de Maciá.

*   *   *

El Pacto de San Sebastián: un acuerdo de palabra.

El verano anterior se habían reunido en San Sebastián un grupo de antimonárquicos (de muy variadas tendencias políticas) para aunar fuerzas que conspiraran contra la monarquía.

Los acuerdos alcanzados fueron posteriormente conocidos como "pacto" de San Sebastián.

El problema es que no hay actas de la famosa reunión. Nunca se redactaron.

Nadie estampó su firma en un acuerdo sobre el que habría de gravitar la política española en los meses siguientes. Un pacto que desconocían los ciudadanos.

Después, sus protagonistas lo interpretaron a su antojo, dependiendo de sus propios intereses políticos. El Pacto se convirtió en una fuente de polémica e inestabilidad política.

Alusiones en prensa al verdadero contenido del Pacto de San Sebastián.

Polémica política por la Generalitat.

La prensa de la época está plagada de cruces de declaraciones que demuestran que ni el propio Gobierno se ponía de acuerdo sobre el alcance y significado del Pacto de San Sebastián.

Alcalá Zamora [Presidente del Gobierno] y Miguel Maura [ministro de Interior] no le daban el mismo alcance que Marcelino Domingo [Instrucción Pública] y Nicolau d´Olwer [Economía], republicanos catalanes en Madrid que cuyos partidos también participaban en el Gobierno de Maciá en Cataluña.

El lío del Montepío.

Para que te hagas una idea del panorama, bastan las declaraciones de Miguel Maura del 29 de Abril, sólo 15 días después de la proclamación de la República: 

"Habrán visto ustedes que la Generalidad de Cataluña ha dado a sus miembros nombres pomposos,

y me importa declarar que cualesquiera que sean los cargos y los nombres que le conceda la Generalidad,

las atribuciones que competen al Poder central ni se delegan, ni se renuncian, ni se entregan."

¿Te das cuen?

Pues no te pierdas lo mejor.

Cuando la prensa preguntó a Maciá su opinión sobre las recientes declaraciones del Ministro en Madrid, respondió que suponía que eran falsas:

"Me inclino a creerlo de esta suerte, porque desvirtuarían lo acordado entre los ministros don Fernando de los Ríos,  don Marcelino Domingo,  Nicolau d'Olwer y otros.

Además, dado su tono, extrañaría en estos momentos de concordia, de tantas esperanzas vivas en unos y otros, se agravase el problema catalán,

cosa que no puedo creer que esté ni de lejos en el ánimo del Gobierno provisional de la República española."

¿Suena a amenaza?

¿O será cosa mía?

Autonomía política catalana y luchas sindicales.

Para liar más las cosas, el socialista Largo Caballero [flamante nuevo Ministro de Trabajo] recibía el 9 de Mayo en Madrid a su homólogo catalán, el señor Serra Moret, que venía a reclamar competencias sociales y de trabajo para la Generalitat.

El socialista se negó en redondo, alegando que su Ministerio ya tenía una delegación en Barcelona para tales menesteres.

Tiene lógica.

Estaba en juego el control de las masas obreras de Cataluña, donde la U.G.T. nunca se había comido un rosco.

¿Lo pillas?

El sindicalismo catalán estaba controlado históricamente por la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.)

Se daba la circunstancia que los anarquistas habían apoyado a Esquerra Republicana en las elecciones.

Maciá había ofrecido a Ángel Pestaña un puesto en el Gobierno, pero éste no lo aceptó por miedo a perder influencia en un sindicato que, como buenos ácratas, tradicionalmente habían sido antigubernamentales.

Oh my...

El desencuentro en las altas esferas sindicales no tardó en tener consecuencias: el 9 de Junio, una huelga en el puerto de Barcelona, acabó en choque violento entre obreros de la C.N.T. y de la U.G.T. 

Hubo 13 heridos, algunos de mucha gravedad.

Maciá medió personalmente en el conflicto obligando a los patronos a readmitir en el trabajo exclusivamente a los obreros de la C.N.T.,

a los de U.G.T. que les dieran por saco.

La C.N.T. pronto pasó la cuenta por el apoyo prestado a Maciá.

Largo Caballero, muy mosqueado, alegó que únicamente el ministerio de Trabajo tenía competencias para tales negociaciones y anuló el acuerdo de Maciá.

Oh...

La guerra entre la CNT y la UGT estaba servida, y ya hemos contado en el capítulo anterior las consecuencias que tuvo para la economía. 

El 5 de Septiembre La Vanguardia (después de dos días sin salir a la calle por una huelga general) denunciaba en "Cataluña Indefensa", el marasmo al que había conducido la complicidad de Maciá con el sindicalismo anarquista.

¿Y cómo espanto yo ahora estas moscas.?
Viñeta de La Voz el 17/08/1931. Maciá entrega el Estatuto en Madrid perseguido por un enjambre de moscas que representan el sindicalismo revolucionario.

Pacto de San Sebastián y aspiraciones autonómicas catalanas.

Según lo acordado con Maciá, la Generalitat debía elaborar primero un Estatuto que se sometería a plebiscito en Cataluña y posteriormente sería presentado a las Cortes Constituyentes en Madrid (todavía no habían sido elegidas) para su aprobación definitiva.

El Gobierno añadió que se haría lo propio en otras regiones con aspiraciones autonómicas. Nacía así el trío calavera del nacionalismo periférico de los años 30: Cataluña, Vasconia y Galicia.

A pesar del anhelo, el Estatuto vasco tuvo que esperar porque allí los independentistas eran profundamente católicos, y se empeñaron en un Estado Vasco confesional muy del gusto del Vaticano. Para que te hagas una idea, en un mitin en el frontón Euskalduna, Indalecio Prieto (Ministro de Hacienda) proclamó que no consentiría un "nuevo Gibraltar reaccionario y clerical", que calificó como "seudorepubliquita católica" dirigida por "los jesuitas de Loyola".

Chúpate esa.

El PNV no había acudido al Pacto de San Sebastián, y su estatuto rociado con agua bendita no era compatible con el anticlericalismo furibundo del nuevo Gobierno.

Para enredar más las cosas, se empeñaron en un estatuto vasco-navarro que retrasó aún más el proyecto porque en Pamplona no estaban por juntarse churras con merinas. Se sometió referéndum a finales de 1933, poco antes de que ganaran las derechas las elecciones, como no salió aprobado en Álava, donde había mucho carlista que pedía sacar la provincia del Estatuto, el proyecto volvió a paralizarse.

Finalmente, el Estatuto Vasco fue aprobado en Valencia, después de que las Cortes escaparan de Madrid al inicio de la guerra civil. Cuando se aprobó el Estatuto, toda la provincia de Álava y media Guipúzcoa estaban en poder de los franquistas. Buena parte de los diputados electos no pudieron jurarlo en el famoso árbol de la Casa de Juntas de Guernica; un lugar, por cierto, donde según Azaña "había una porción de cachivaches que pretenden ser antiguedades y reliquias de una tradición" (Diarios 16/03/1933).

El caso del Estatuto Gallego también es chusco: con el coruñés Santiago Casares nombrado Ministro de Marina y amigo íntimo de Azaña, todo parecía más fácil para los gallegos, el propio Casares acudió a la reunión de San Sebastián.

Sin embargo, las diferencias entre las distintas facciones del autonomismo gallego retrasaron el acuerdo. No se pudo convocar referéndum hasta Junio del 36.

Una vez refrendado por los gallegos se presentó en el Parlamento, pero en muy mal momento: dos días después del asesinato de Calvo Sotelo y tres días antes del golpe de Estado.

Lo chocante es que fue aprobado 9 años después, en un local cedido por el Gobierno de México a los parlamentarios del Frente Popular en el exilio. Como no había quórum suficiente, se contabilizaron como votos a favor las cartas de adhesión que enviaron los que no pudieron asistir...

En fin...

Nada que ver con el caso catalán, donde todo fue viento en popa desde el principio: Maciá convocó una Asamblea de Ayuntamientos, eligió a los delegados, y les puso encima de la mesa un proyecto de estatut que les trajo redactado. Ni que decir tiene que se aprobó por unanimidad.

El referéndum del Estatut de Cataluña de 1931

El 18 de Julio, Maciá se dirigió al pueblo catalán anunciando que había un Estatut y que para él ya tenía fuerza de ley, “para que la tuviera también ante los otros pueblos hispánicos” llamaba a todos los catalanes a que lo votasen con “el ímpetu del pueblo que se ve liberto después de más de dos siglos de esclavitud"

Tal cual.

La fecha del histórico referéndum se fijó para el 2 de Agosto.

La Generalidad quería impresionar en Madrid para demostrar que toda Cataluña estaba detrás de Maciá y echaron el resto en la campaña electoral.

Ya hemos contado en el capítulo dedicado a las elecciones a Cortes Constituyentes,  que los primeros procesos electorales republicanos padecieron los mismos vicios caciquiles que los de la monarquía.

Sorprendentes declaraciones del Conseller de Sanidad el día antes de las elecciones. (La Voz. 1/08/1931. Portada)

Sirvan de muestra las fanáticas declaraciones del Conseller Carrasco Formiguera que, un día antes de la votación, amenazaba ante la prensa —sin despeinarse— con una “lista negra de aquellas personas que no voten y de las que se sepa que no voten en favor del Estatuto, a fin de hacerles después la vida imposible”.

Con un par.

El conseller lo encontraba muy razonable porque“somos un pueblo civil en pie de guerra y es natural que acudamos a la santa coacción para ganar la batalla definitiva.” (1/08/1931. Heraldo de Madrid, pág 9. La Nación, pág 8. La Voz, en portada.)

Curiosamente La Vanguardia omite lo de las listas negras, pero mantiene lo de la “santa coacción” e informa de: “gestiones que se realizan en los pueblos donde hay veraneantes que tienen el voto en la ciudad para que el domingo vengan a Barcelona y voten el referéndum.”

*   *   *

Una formidable propaganda a favor del Estatuto —auspiciada y financiada por la Generalitat— proporcionó un aplastante resultado de 595.205 votos a favor; 3.384 en contra, y 1.095 en blanco o nulos. El censo total de Cataluña ascendía a 792.684 votantes.

No podían votar las mujeres pero (en compensación) se recogieron 235.467 firmas de adhesión "femenina".

Para que las mujeres, los niños y los hombres no incluidos en el censo pudieran manifestar su opinión, se establecieron en las Tenencias de Alcaldía y en las calles largas mesas con pliegos donde estampar la firma aprobadora. (Ahora. 4/08/1931. Portada.)

Las cifras oficiales del escrutinio, publicadas el 7 de Agosto, reflejan un 75% de participación y un 99% de votos a favor del sí.

¿Hubo pucherazo tal y como denunciaron los "enemigos del régimen".?

No sé, no sé. Lo cierto es que es el resultado electoral más apabullante de la historia del nacionalismo catalán; ni siquiera superado por las urnas de plástico del 1 de Octubre de 2017.

Que cada uno saque sus propias conclusiones.

Entrega del Estatuto catalán en Madrid.

El 13 de Agosto, el Presidente del Gobierno Alcalá Zamora anunció, que “su antiguo y querido amigo” el señor Maciá, venía a entregar el Estatuto al Parlamento; y declaró eufórico a los periodistas que la relación de Cataluña con España no había conocido mejor momento desde el reinado de Felipe IV.

Nada menos.

Preparativos del Gobierno para recibir al señor Maciá. (Ahora. 13/08/1931)

Maciá llegó a Madrid con su Estatuto “lujosamente encuadernado” bajo el brazo. Ambos presidentes dieron sus discursos protocolarios y acabaron abrazándose en medio de grandes aplausos.

Después se cogieron unas merecidas vacaciones. Maciá aprovechó para visitar Toledo, Aranjuez, Ávila y El Escorial, donde fue recibido por los alcaldes en olor de multitudes.

*   *   *

El rechazo del pueblo español al Estatuto de autonomía catalán.

La Comisión que redactaba el anteproyecto de Constitución había negociado previamente con los diputados catalanes para ensamblar un articulado que no cerrara después el camino al Estatuto por inconstitucional.

Titular del Siglo Futuro. 31/08/1931

Según Alcalá Zamora, lo pactado en San Sebastián significaba la "reconciliación de España con Cataluña."

Todo parecía sencillo.

Sin embargo, la opinión pública española nunca se vio vinculada con el Pacto de San Sebastián, entre otras cosas, porque su contenido no se dio a conocer hasta después de proclamada la República.

Cuando se negoció el Pacto en 1930, sus protagonistas no tenían más representación que la de sus propias personas.

"El famoso pacto, del que se habló tanto y tan a tontas y a locas, no fue otra cosa que el pretexto para crear una Junta Revolucionaria que empezaba en Don Niceto y acababa en Galarza... (Alejandro Lerroux. La pequeña historia de España. 1937)

Nadie conocía la exitencia del pacto (tampoco el compromiso con los separatistas) y la opinión pública asistía atónita al cruce de declaraciones de los políticos que no se ponían de acuerdo sobre su contenido.

El llamado "hecho diferencial" se negoció en una reunión de conspiradores antimonárquicos que no habían pasado por las urnas. Llegaron al poder un año después, tras unas elecciones municipales, sin un programa político que lo respaldase.

Una autonomía política y administrativa no hubiera alarmado a casi nadie, eran tradicionales las demandas de la oligarquía catalana para proteger sus intereses. Sin embargo, los continuos desafíos de Maciá, cuando manifestaba que no aceptaría la resolución final de las Cortes si no coincidía con la "voluntad de Cataluña", eran percibidos como un privilegio contrario a la propia Constitución republicana que en su 2º artículo decía:

“Todos los españoles son iguales ante la ley”.

La opinión pública no estaba acostumbrada a que los políticos se jactaran públicamente de no quedar obligados por las leyes que no fueran de su gusto. La inmensa mayoría de los españoles no aceptaron un estatuto que declaraba en su primer artículo que Cataluña era una nación (después sustituído por comunidad autónoma) y en el que la totalidad del texto estaba inspirado en la idea del primer artículo.

Lo iremos viendo en los próximos capítulos de nuestra Crónica Política de la 2ª República.

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