Francesc Macia declara la primera República Catalana en 1931
A la II República se le creó un grave problema nada más nacer: la independencia de Cataluña, su región más rica y poderosa políticamente.
Voy a contarte otro de los asuntos que, junto con el problema religioso y la reforma agraria, causaron más división en la opinión pública de los años 30.
Verás.
Las elecciones municipales en Cataluña
Al igual que en el resto de España, las elecciones municipales del 14 de abril 1931 supusieron en un importante vuelco electoral en Cataluña.
En Barcelona salió derrotada la Lliga Regionalista [partido del último Ministro de Hacienda de la Monarquía]
Esquerra Republicana Catalana se llevó el gato al agua. Se había creado un mes antes de las elecciones mediante la fusión de pequeños partidos independentistas sin un historial de representación parlamentaria importante.
En números redondos:
- E.R.C. obtuvo en Barcelona 45.000 votos;
- la Lliga Regionalista 25.000 [autonomistas de ideología conservadora];
- el Partido Republicano Radical: 23.000 [republicanos históricos, españolistas, de izquierdas pero antimarxistas]
- y Acción Catalana Republicana 15.000. Eran igual de independentistas que E.R.C, pero no habían querido sumarse por temor a un fracaso electoral.
Perfil político de Francesc Maciá
La cabeza visible de E.R.C. era Francesc Maciá, un separatista apodado “l´avi”.
“El abuelo” tenía entonces 68 años, había vuelto del exilio dos meses antes de las elecciones.
Macía era un teniente-coronel decimonónico que había sido expulsado del ejército a prinicipios de siglo por un tribunal de honor, lo que supuso el pistoletazo de salida para su actividad política. Fue diputado en seis legislaturas durante la monarquía.
Maciá había organizado desde el exilio una pintoresca “invasión” de Cataluña en tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera. La intentona fue abortada por la Gendarmería francesa con cuatro manguerazos en la frontera.
La gesta se realizó ante la indiferencia del pueblo catalán y la vergüenza ajena del resto de españoles. Sin embargo, el suceso granjeó al personaje una aureola de romanticismo que posteriormente supo rentabilizar políticamente entre el catalanismo.
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Propaganda electoral en las elecciones municipales del 12 de Abril de 1931. |
Maciá declara la república catalana en 1931
Ya he contado que el advenimiento de la República sorprendió a los propios republicanos, nadie esperaba que la Monarquía se desmoronara tras unas elecciones municipales.
En medio de la confusión reinante, los hombres de Esquerra Republicana se apoderaron de los resortes del Poder en Barcelona. Proclamaron en nombre del pueblo el “Estado Catalán bajo el régimen de la República catalana”.
Los barceloneses habían sido de los primeros en ondear la nueva bandera tricolor por las Ramblas, lo último que se esperaban era despertar al día siguiente en un Estado Catalán Independiente.
Arrogándose prerrogativas de Estado, Maciá firmó numerosos nombramientos entre su gente de confianza (empezando por su propio Gobierno). Durante cuatro días existieron en España [al menos en teoría] dos Gobiernos republicanos, uno en Madrid y otro en Barcelona.
El caso es que Companys y Maciá se adueñaron del Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona respectivamente, mientras, los españolistas del partido Republicano Radical ocupaban el edificio del Gobierno Civil, con un tal Emiliano Iglesias al frente.
Estuvieron a punto de liarse a h0stias. Los piques venían de viejo: desde principios de siglo competían por los votos de las masas obreras catalanas.
Finalmente, los de Lerroux fueron desautorizados por Miguel Maura. El recién nombrado Ministro del Interior en Madrid mandó a los radicales desalojar el edificio. Maura confirmó la designación de Luis Companys como gobernador Civil provisional de Barcelona.
La República Catalana de 1931 se convierte en “Generalitat"
La periodista Josefina Carabias cuenta en sus memorias lo mucho que flipó cuando apareció un compañero, recién llegado de Barcelona, enseñando un pasaporte sellado por la nueva República catalana.
Supongo que el flamante Gobierno provisional en Madrid también debió flipar bastante ante el primer embolado que se les venía encima (tiempo después, Indalecio Prieto lo calificó de traición).
Solo tres días después de la proclamación, tres ministros [dos de ellos catalanes] tomaron deprisa y corriendo un avión [transporte inusual para la época] para desencallar la situación con el autoproclamado President del "nuevo" Estado Catalán.
A la vuelta facilitaron una nota de prensa manifestando que habían almorzado con el señor Maciá, en un clima de “gran cordialidad y mutua comprensión” para tratar de “articular el hecho revolucionario catalán en el nuevo régimen”, y ateniéndose a lo apalabrado en el "Pacto de San Sebastián", acordaron que la entidad presidida por el señor Maciá, en lo sucesivo se denominaría Generalidad de Cataluña “de gloriosa tradición” (literal) con atribuciones especiales, pero dentro del Estado español.
La fórmula quitaba la apariencia escandalosa al golpe separatista pero, a cambio, entregaba a Maciá todo el engranaje oficial del Estado en Cataluña.
Y así fue como la gran mayoría de los españoles, incluidos los catalanes, oyeron hablar por primera vez del “Pacto de San Sebastián”. Un "pacto" cuyo contenido no conocía nadie excepto sus protagonistas, y con el que la nueva casta justificaba la audacia de Maciá.
Todo en orden.
* * *
El Pacto de San Sebastián: un acuerdo sin firmas
El verano anterior se habían reunido en San Sebastián un grupo de republicanos de muy variadas tendencias políticas con el objetivo de aunar fuerzas contra la monarquía.
Los acuerdos alcanzados fueron posteriormente conocidos como "Pacto de San Sebastián".
El problema es que no se redactaron actas de dicha reunión.
Nadie estampó su firma en un acuerdo sobre el que habría de gravitar la política española en los años siguientes. Un pacto que desconocían los ciudadanos.
Sus protagonistas lo interpretaron posteriormente a su antojo, dependiendo de intereses políticos. El Pacto se convirtió en una fuente permanente de polémica e inestabilidad política.
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Alusiones en prensa al verdadero contenido del Pacto de San Sebastián. |
Polémica política y Generalitat
La prensa de la época está plagada de cruces de declaraciones que demuestran que ni en el propio Gobierno se ponían de acuerdo sobre el alcance y significado del Pacto de San Sebastián, y eso que la mayoría habían acudido a la famosa reunión.
Alcalá Zamora [Presidente del Gobierno] y Miguel Maura [ministro de Interior] no le daban el mismo alcance que Marcelino Domingo [Instrucción Pública] y Nicolau d´Olwer [Economía], estos últimos eran Ministros en Madrid cuyos partidos participaban en el Gobierno de Maciá en Cataluña.
El lío del Montepío.
Para que te hagas una idea, mira lo que declaró Miguel Maura a la prensa el 29 de Abril, 15 días después de la proclamación de la República:
"Habrán visto ustedes que la Generalidad de Cataluña ha dado a sus miembros nombres pomposos, y me importa declarar que cualesquiera que sean los cargos y los nombres que le conceda la Generalidad, las atribuciones que competen al Poder central ni se delegan, ni se renuncian, ni se entregan."
¿Te das cuen? Pues no te pierdas lo mejor.
Cuando se preguntó a Maciá su opinión sobre las recientes declaraciones del Ministro del Interior, respondió que suponía que eran falsas:
"Me inclino a creerlo de esta suerte, porque desvirtuarían lo acordado entre los ministros don Fernando de los Ríos, don Marcelino Domingo, Nicolau d'Olwer y otros.
Además, dado su tono, extrañaría en estos momentos de concordia, de tantas esperanzas vivas en unos y otros, se agravase el problema catalán, cosa que no puedo creer que esté ni de lejos en el ánimo del Gobierno provisional de la República española."
¿Suena a amenaza, o es cosa mía?
Autonomía catalana y luchas sindicales
Para liar más las cosas, el socialista Largo Caballero [flamante nuevo Ministro de Trabajo] recibía el 9 de Mayo en Madrid a su "homólogo" catalán. El señor Serra Moret venía a reclamar competencias sociales y de trabajo para la Generalitat.
El socialista se negó en redondo, alegando que su Ministerio ya tenía una delegación en Barcelona para tales menesteres.
Estaba en juego el control de las masas obreras de Cataluña, donde la U.G.T. nunca se había comido un rosco.
¿Lo pillas?
El sindicalismo catalán estaba controlado por la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.) Se daba la circunstancia que los anarquistas habían apoyado a Esquerra Republicana en las elecciones.
Maciá ofreció a Ángel Pestaña un puesto en el futuro Gobierno, pero éste no lo aceptó por miedo a perder influencia en un sindicato que, como buenos ácratas, tradicionalmente habían sido antigubernamentales.
Oh...
El desencuentro en las altas esferas sindicales no tardó en tener consecuencias: una huelga en el puerto de Barcelona el 9 de junio acabó en choque violento entre obreros de la C.N.T. y de la U.G.T.
Hubo 13 heridos, algunos de mucha gravedad.
Maciá medió personalmente en el conflicto: obligó a los patronos a readmitir en el trabajo exclusivamente a los de la C.N.T., a los de U.G.T. podían darles por el saco.
La C.N.T. pronto pasó la cuenta por el apoyo prestado a Maciá en las municipales.
Largo Caballero, muy mosqueado, alegó que únicamente el ministerio de Trabajo tenía competencias para tales negociaciones y anuló el acuerdo de Maciá.
Oh my...
La guerra entre la CNT y la UGT estaba servida. Ya he contado en otro artículo las consecuencias que la violencia sindical tuvo para la economía.
El 5 de Septiembre, La Vanguardia (después de dos días cerrado por una huelga general) denunciaba en un artículo titulado "Cataluña Indefensa", el marasmo al que había conducido la complicidad de Maciá con el sindicalismo anarquista.
Oh my Good...
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¿Y cómo espanto yo ahora estas moscas.? Viñeta de La Voz el 17/08/1931. Maciá entrega el Estatuto en Madrid perseguido por un enjambre de moscas que representan el sindicalismo revolucionario. |
Pacto de San Sebastián y aspiraciones autonómicas
Según lo acordado con Maciá, la Generalitat debía elaborar un Estatuto que se sometería a plebiscito en Cataluña. Posteriormente sería presentado a las Cortes Constituyentes en Madrid (todavía no habían sido elegidas) para su aprobación definitiva.
El Gobierno añadió que se haría lo propio en otras regiones con aspiraciones autonómicas. Nacía así el trío calavera del nacionalismo periférico español: Cataluña, Vasconia y Galicia.
Estatuto vasco
El Estatuto vasco se hizo esperar porque los independentistas vascongados eran profundamente católicos. Se empeñaron en un Estado Vasco confesional muy del gusto del Vaticano.
Para que te hagas una idea: en un mitin del frontón Euskalduna, Indalecio Prieto (nuevo Ministro de Hacienda) proclamó que no consentiría un "nuevo Gibraltar reaccionario y clerical", que calificó de "seudorepubliquita católica" dirigida por "los jesuitas de Loyola".
Chúpate esa.
El PNV no acudió al Pacto de San Sebastián y su propuesta de estatuto rociado con agua bendita no le moló nada al nuevo Ejecutivo.
Valga como muestra la descripción que hace Azaña del símbolo de Guernica: "visitamos el Árbol y la Casa de Juntas, donde hay una porción de cachivaches que pretenden ser antiguedades y reliquias de una tradición" (Diarios de Azaña. Día: 16/03/1933).
Para enredar más las cosas, se empeñaron en un estatuto vasco-navarro que retrasó aún más el proyecto: en Pamplona había mucho carlista que no estaba por juntar churras con merinas.
Se sometió a referéndum sin los navarros a finales de 1933, poco antes de que las derechas ganaran las elecciones. Por desgracia, el proyecto volvió a paralizarse porque en Álaba no se alcanzó el mínimo de votos necesarios y se temía una nueva deserción.
El Estatuto vasco tuvo que esperar a que empezara la guerra. El P.N.V. aprovechó la coyuntura de que el Gobierno central necesitaba apoyo contra los rebeldes.
Fue aprobado el 1 de octubre de 1936 por un centenar de los 470 diputados (faltaban los que estaban muertos, escondidos o habían pasado al otro bando)
Buena parte de los diputados autonómicos no pudieron jurarlo en el famoso árbol de Guernica porque todo Navarra, Álava y media Guipúzcoa estaban en poder de los insurgentes (un 60% de la población).
Estatuto Gallego
El caso del Estatuto Gallego también es chusco: todo parecía más fácil con el coruñés Santiago Casares nombrado Ministro de Marina y amigo íntimo de Azaña. El propio Casares había asistido a la reunión de San Sebastián.
Sin embargo, el estatuto gallego estaba impulsado por una minoría de intelectuales mal avenidos. No se ponían de acuerdo sobre qué ciudad debía ostentar la capitalidad. No se pudo convocar referéndum hasta Junio del 36.
Por fín se presentó a trámite en el Parlamento, casualmente con Casares Quiroga como presidente del Gobierno. No obstante, eligieron muy mal momento: dos días después del asesinato de Calvo Sotelo y tres días antes del golpe de Estado.
Las Cortes lo admitieron a trámite en plena guerra, pero quedó de nuevo paralizado, esta vez por la obstrucción del P.S.O.E.
Finalmente fue aprobado 8 años después en un local cedido por el Gobierno de México a los diputados republicanos en el exilio. Como no había quórum, contabilizaron como votos las cartas de adhesión enviadas por los que no pudieron asistir...
En fin...
Nada que ver con el caso catalán, donde todo fue viento en popa desde el primer momento: Maciá convocó una Asamblea de Ayuntamientos, eligió a los delegados, y les puso encima de la mesa un proyecto de estatut que traía redactado de casa.
Lógicamente, se aprobó por unanimidad.
El referéndum del Estatut de Cataluña de 1931
Tres meses depués de la proclamación de la República, Maciá se dirigió al pueblo catalán anunciando que había un Estatut que para él ya tenía fuerza de ley.
“Para que la tuviera también ante los otros pueblos hispánicos” llamaba a todos los catalanes a que lo votasen con “el ímpetu del pueblo que se ve liberto después de más de dos siglos de esclavitud".
Literal.
La fecha del histórico referéndum se fijó para el 2 de Agosto.
Ya he contado en el capítulo dedicado a las elecciones a Cortes Constituyentes que los primeros procesos electorales republicanos padecieron los mismos vicios caciquiles que los de la monarquía.
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Sorprendentes declaraciones del Conseller de Sanidad un día antes de las elecciones. (La Voz. 1/08/1931. Portada) |
Sirvan de muestra las fanáticas declaraciones a la prensa del Conseller Carrasco Formiguera que, un día antes de la votación, amenazaba —sin despeinarse— con una “lista negra de aquellas personas que no voten y de las que se sepa que no voten en favor del Estatuto, a fin de hacerles después la vida imposible”.
Con un par.
El conseller lo encontraba muy razonable porque“somos un pueblo civil en pie de guerra y es natural que acudamos a la santa coacción para ganar la batalla definitiva.” (1/08/1931. Heraldo de Madrid, pág 9. La Nación, pág 8. La Voz, en portada.)
Curiosamente La Vanguardia omite hablar de listas negras, pero mantiene lo de “santa coacción” e informa de: “gestiones que se realizan en los pueblos donde hay veraneantes que tienen el voto en la ciudad para que el domingo vengan a Barcelona y voten el referéndum.”
* * *
Una formidable propaganda a favor del Estatuto —auspiciada y financiada por la Generalitat— proporcionó un aplastante resultado de 595.205 votos a favor; 3.384 en contra, y 1.095 en blanco o nulos. El censo total de Cataluña ascendía a 792.684 votantes.
No dejaron votar a las mujeres, pero en compensación se recogieron 235.467 firmas de "adhesión femenina".
Las cifras oficiales del escrutinio, publicadas el 7 de Agosto, reflejan un 75% de participación y un 99% de votos a favor del sí.
Lo cierto es que es el resultado electoral más apabullante de la historia del nacionalismo catalán; ni siquiera superado en las urnas de plástico del 1 de Octubre de 2017.
Que cada uno saque sus propias conclusiones.
Entrega del Estatuto catalán en Madrid.
El Presidente del Gobierno Alcalá Zamora anunció el 13 de Agosto que “su antiguo y querido amigo”, el señor Maciá, venía a Madrid para entregar el Estatuto al Parlamento.
Declaró eufórico ante los periodistas que la relación de Cataluña con España no había conocido mejor momento desde el reinado de Felipe IV.
Nada menos.
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Preparativos del Gobierno para recibir al señor Maciá. (Ahora. 13/08/1931) |
Maciá llegó a Madrid con su Estatuto bajo el brazo. Ambos presidentes dieron sendos discursos protocolarios y se abrazaron en medio de grandes aplausos.
Después se cogieron unas merecidas vacaciones. Maciá aprovechó para visitar Toledo, Aranjuez, Ávila y El Escorial, donde fue recibido en olor de multitudes.
* * *
Rechazo del pueblo español al Estatuto de autonomía catalán
La Comisión encargada de redactar la Constitución había negociado con los diputados catalanes un articulado que, una vez aprobada, no cerrara el camino al Estatuto.
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Titular del Siglo Futuro. 31/08/1931 |
Según Alcalá Zamora, lo pactado en San Sebastián significaba la "reconciliación de España con Cataluña."
Parecía sencillo.
Sin embargo, la opinión pública española nunca se vio vinculada con el Pacto de San Sebastián, entre otras cosas, porque su contenido no se dio a conocer hasta después de proclamarse la República.
Cuando se negoció el Pacto en 1930, sus protagonistas no tenían más representación que la de sus propias personas.
"El famoso pacto, del que se habló tanto y tan a tontas y a locas, no fue otra cosa que el pretexto para crear una Junta Revolucionaria que empezaba en Don Niceto y acababa en Galarza..." (Alejandro Lerroux. La pequeña historia de España. 1937)
El pueblo no conocía la existencia del pacto y mucho menos el compromiso con los separatistas. La opinión pública asistía atónita al cruce de declaraciones de unos políticos que no se ponían de acuerdo sobre su alcance y contenido.
El llamado "hecho diferencial" se negoció en una reunión de conspiradores antimonárquicos que no habían pasado por las urnas. Llegaron al poder un año después, tras unas elecciones municipales; por tanto, sin un programa político que lo respaldase.
La autonomía política y administrativa no hubiera alarmado a casi nadie, eran tradicionales las demandas de la oligarquía catalana para proteger sus intereses.
Sin embargo, los continuos desafíos de Maciá, manifestando que no aceptaría una resolución de las Cortes que no coincidiera con la "voluntad de Cataluña", eran percibidos como un privilegio contrario a la propia Constitución republicana que en su 2º artículo decía:
“Todos los españoles son iguales ante la ley”.
Los españoles no estaban acostumbrados a que los políticos se jactaran públicamente de no estar obligados por las leyes que no fueran de su gusto.
La inmensa mayoría del pueblo no aceptó un estatuto que declaraba en su primer artículo que Cataluña era una nación (sustituído posteriormente por comunidad autónoma) y en el que la totalidad del texto estaba inspirado en la idea del primer artículo.
Lo iremos viendo en los próximos capítulos de la Crónica Política de la 2ª República.
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