El general Sanjurjo y sus cómplices en el banquillo. Los acusados de la intentona monárquica ante sus juzgadores. (Ahora, 25/08/1932, portada) |
El indulto del General Sanjurjo.
—Esto ha terminado señores.
Era la tarde del 26 de agosto de 1932. Don Manuel Azaña comunicaba a los periodistas que el general Sanjurjo acababa de ingresar en el penal de Dueso.
En este capítulo vamos a contar la crónica política de los días que siguieron al golpe de Sanjurjo.
Ruido de sables.
El Gobierno estaba prevenido. Interior había hecho bien su trabajo.
En Madrid fue relativamente sencillo abortar la intentona golpista en la madrugada del 10 de Agosto. Los pocos insurgentes que salieron a la calle fueron fácilmente neutralizados por la Guardia de Asalto, tras un tiroteo en la plaza de Cibeles.
Sin embargo, dejaron algún cabo suelto, y, al día siguiente, España se despertó con el general Sanjurjo autoproclamado Capitán General de Andalucía.
Sanjurjo había mandado izar la bandera republicana en la Capitanía de Sevilla y lanzado su histórico manifiesto del que ya hemos hablado en el capítulo anterior.
El manifiesto no deja lugar a dudas.
El viejo general declaraba al país que no se revelaba contra la República, que su movimiento era constitucionalista. Su pretensión era derrocar un Gobierno apoyado por un Parlamento que estaba prolongando ilegalmente su función constituyente.
La Constitución no se había sometido a referéndum popular, y las Cortes constituyentes estaban propasando el cometido para el que habían sido convocadas: redactar una Constitución.
¿Cuánto apoyo popular tenía Sanjurjo en Agosto de 1932?
La pregunta no es baladí y no hay forma científica de responderla. Un indicio podría ser la debacle electoral que sufrieron los partidos de la coalición de Gobierno, cuando se dejó por fin votar al pueblo, año y medio después, en las elecciones de Noviembre de 1933.
Cuando uno lee los periódicos de la época, lo primero que piensa es que la Sanjurjada despertó una reacción popular de fervoroso apoyo al Gobierno, pero como se verá a continuación, hay motivos para coger con pinzas la prensa de aquellos días.
Azaña había desbaratado fácilmente la intentona en el aspecto militar, el siguiente paso fue neutralizar las masas de opinión críticas al Gobierno, ciudadanos que podían ver a Sanjurjo como el general Pavía de la II República.
El Gobierno intensificó la campaña mediática de desprestigio personal contra Sanjurjo, que ya venía realizando desde los sucesos de Arnedo.
Se presentaba al general como el cabecilla de un complot de las "cábilas monárquicas”.
Y esa es la imagen que nos ha quedado de Sanjurjo: un espadón a la vieja usanza, interesado en mantener los privilegios de las antiguas camarillas palaciegas.
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Sin embargo, esta idea se contradice con el decisivo papel que representó el general Sanjurjo en el pacífico advenimiento de la II República.
No olvidemos que cuando ocurrió el cambio de Régimen del 14 de Abril, Sanjurjo ocupaba el cargo de Director General de la Guardia Civil y se puso del lado de los republicanos, negándose a que el Instituto cargara contra el pueblo.
Veamos la reacción del Gobierno.
El Parlamento deja las manos libres a Azaña.
Sevilla amaneció bajo control de Sanjurjo, pero Azaña quiso aparentar fortaleza y se negó a suspender las sesiones parlamentarias.
En la tarde del 10 de Agosto dio un célebre discurso para recabar del Parlamento el apoyo fundamental para restablecer el orden en la República.
La propuesta recibió apoyo unánime en un momento de gran exaltación parlamentaria. Resulta curioso que hasta diputados derechistas, como Gil Robles, votaran a favor.
Azaña declaró en el Parlamento que "hubiera deseado que el suceso no se produjera, pero producido, ni el Gobierno ni las Cortes podrían continuar siendo benignos. El Gobierno aplicaría la ley con toda la severidad que su conciencia le aconsejase y las Cortes le dictasen, precisamente por la enormidad del escándalo y el estrago producido".
El diputado sevillano De la Villa gritó desde su escaño: — ¡A pegar y duro.!
Azaña aprovechó para presentar un proyecto urgente de Ley que dejaba las manos libres al Gobierno para neutralizar a los "monarquizantes".
La nueva ley era claramente anticonstitucional, sin embargo fue aprobada por aclamación en el Parlamento.
El artículo primero facultaba al Gobierno a separar definitivamente del servicio a los funcionarios, tanto civiles como militares, que "rebasando el derecho que les otorga el art. 41 de la Constitución, realicen o hayan realizado actos de hostilidad o menosprecio contra la República."
Literal.
Está claro que los golpistas debían acabar en la cárcel. Sin embargo, el decreto iba más lejos: a nadie se le escapa la amplitud de interpretación de un "acto de menosprecio".
En la práctica, la ley facultaba a separar a los funcionarios de sus carreras por motivos ideológicos.
Al amparo de la ley se inició una depuración contundente de funcionarios "derechistas" y "monárquizantes" en sectores como la diplomacia, el profesorado, o la justicia, que fueron sustituidos por gente adicta al Gobierno.
El artículo 41 de la Constitución garantizaba la inamovilidad de los funcionarios, pero el nuevo decreto otorgaba al Gobierno la potestad de expulsarlos del servicio por un simple comentario de naturaleza política.
Ni que decir tiene que la nueva "ley de acusaciones" (como se conoció en la época) se aplicó con entusiasmo.
Por otro lado, el tono contundente empleado por Azaña hizo creer a todos los españoles que rodaría la cabeza de Sanjurjo.
Clausura de periódicos.
La siguiente medida que tomó Azaña (no olvidemos que Sanjurjo todavía controlaba Sevilla), fue someter al país a una gigantesca operación de censura informativa.
En las primeras horas de la tarde del 10 de Agosto, el Gobierno cerró todos los periódicos que no le eran afectos.
No uno.
Ni dos.
Ni diezisiete.
Azaña suprimió toda. ABSOLUTAMENTE TODA la prensa que no era afín al Gobierno.
El Ministro del Interior (Santiago Casares Quiroga) amparó la medida en el marcco de la Ley de Defensa de la República. Declaró que se evitaría la publicación de noticias “tendenciosas” que pudieran desviar a la opinión pública de los cauces de la "verdadera fe republicana".
Vale.
La cifra de periódicos suspendidos ascendió a 134. Se clausuraron periódicos en todas las provincias de España.
También decretó la censura previa en las Agencias informativas (tanto nacionales, como extranjeras) y se creó un negociado a los efectos de la suspensión de periódicos, nombrándose para dirigirlo a D. Francisco Madrid.
Y yo me pregunto:
¿Si el Gobierno contaba con la absoluta adhesión popular y parlamentaria, que necesidad había de amordazar a la prensa?.
Con la prensa amordazada, a las 20:00 horas del día 11 de Agosto, el general Sanjurjo ingresaba en las dependencias de la D.G.S. en Madrid. Había sido detenido en Huelva la noche anterior.
Una condena a muerte inevitable.
Sanjurjo llevaba tres noches sin dormir.
Lo habían trasladado a Madrid tras un fatigoso viaje desde Huelva, en el que habían dado un largo rodeo pasando por Extremadura y Talavera de la Reina por motivos de seguridad.
En Navalcarnero, varios coches atravesados en la carretera pararon la comitiva, y el mismísimo Director General de Seguridad en persona se hizo cargo del detenido.
En la D.G.S. fue sometido a intensos interrogatorios.
— ¿Con quién contaba usted, caso de haber triunfado?
— Si hubiera triunfado, con todo el mundo y el primero con usted.
Al día siguiente, los partidos de la coalición de Gobierno convocaron manifestaciones de apoyo a la República. Pedían a gritos que Sanjurjo fuera ejecutado.
Hubo algaradas con tiroteos e incendios de edificios en Sevilla, Granada y otras poblaciones españolas.
Azaña cuenta en sus memorias que llegaban al Gobierno miles de telegramas pidiendo su cabeza. Que el pueblo estaba empeñado en que se le ejecutase.
Los periódicos que seguían abiertos quemaban incienso a favor del Gobierno. Se publicaron ediciones extraordinarias vaticinando el fusilamiento de Sanjurjo. Bien claro lo decía el artículo 237.1 del Código de Justicia militar: la rebelión militar se castigaba con la pena de muerte.
—El 12 de Agosto el Gobierno ordenó al Fiscal separar a Sanjurjo de la causa general de imputados, la idea era hacerle un juicio sumarísimo individual con una condena ejemplarizante.
—El 16 de Agosto se le levantó la incomunicación, pero el general se negó a hacer declaraciones y pidió que no le llevaran periódicos a su celda.
—El día 17 Azaña leyó otro proyecto de ley en el Parlamento que le valió para hacer gratis la reforma agraria. La ley permitía la incautación (sin juicio previo) de los bienes raíces de los implicados, y (ya de paso) la de los Grandes de España, aunque no hubieran tenido relación alguna con el complot.
La ley era doblemente anticonstitucional: por un lado violaba el artículo que prohibía la confiscación de bienes sin indemnización, y por otro incumplía el principio de irretroactividad de las leyes penales.
Se castigó a los autores de un delito con una pena acordada después de la perpetración de éste.
Tras el anuncio, el crédito quedó interrrumpido. El Banco Hipotecario publicó que no realizaría más operaciones hasta saber la lista de los acusados.
—El día 19, el periódico Ahora publicaba el siguiente titular:
EL JEFE DEL GOBIERNO DIJO A LAS CORTES:
"No nos engañemos; estamos en pie de guerra, y acabamos con ellos o ellos acaban con nosotros. No vamos a dejar que la República se nos vaya de entre las manos."
—El 21 de Agosto, el Fiscal General rompía el secreto del sumario. Declaró que había entregado al Tribunal el escrito de conclusiones y manifestó aparentemente compungido:
"No he podido menos de pasar el amargo trance de pedir pena de muerte para el general Sanjurjo."
Preguntado acerca de un posible indulto, insinuó que los trámites eran ahora más complicados que en tiempos de la Monarquía, porque ya no dependían únicamente de la voluntad Real:
"la Constitución determina que en los excepcionales casos que haya de aplicarse la prerrogativa presidencial del indulto, este no podría proponerse sino por acuerdo del gobierno y previo informe del tribunal Supremo."
Se quiso transmitir a la opinión pública que la ejecución era inevitable.
—El 24 de Agosto se celebró el juicio en medio de una gran expectación.
Público, letrados y prensa acreditada abarrotaban la sala del Tribunal Supremo.
Fuertes medidas de seguridad a la entrada del público en el Palacio de Justicia. (Ahora, 25/08/1932) |
La vista se inició a las 8:00 de la mañana.
El fiscal pidió pena de muerte por rebelión y las defensas opusieron que el delito no se había consumado.
El jucio fue muy breve. A las 14:00 quedaba visto para sentencia.
Sin embargo, el dictamen del Tribunal se alargó más de lo previsto. Tanto se hizo de rogar, que el propio Azaña escribió en sus memorias “se conoce que han comenzado a estudiar de nuevo la carrera de Derecho”.
El escribiente que pasó a limpio la sentencia fue retenido en el Palacio de Justicia para que no hubiera filtraciones. Los letrados aseguraban que tanto misterio era indicio claro de la máxima pena. El abogado de Sanjurjo anuló sus vacaciones en San Sebastián.
Al día siguiente se extendió oficiosamente la noticia: la Sala sexta del Supremo había condenado a Sanjurjo a pena de muerte.
El show del fusilamiento del general Sanjurjo.
El periódico La Voz informó que el fusilamiento sería en el Cuartel de Retamares, y haciendo alarde de laicismo republicano, publicó con morbo que no se había dispuesto capilla para el reo.
Otros periódicos informaban que un posible indulto sería causa de una crisis de Gobierno. Oficiosamente se filtró que había discrepancias entre los Ministros.
Hoy sabemos que, a pesar de lo que pregonaba la prensa, los ministros socialistas —con Azaña a la cabeza— no querían ver fusilado a Sanjurjo ni en pintura.
El Gobierno se movía entre dos miedos: defraudar a los extremistas que exigían la cabeza de Sanjurjo o el de crear un mito.
Fusilar a Sanjurjo obligaría a fusilar también a los de Castilblanco. Demasiados cadáveres para una democracia que acababa de abolir la pena de muerte.
Se abría la era de los indultos, una institución que se usó con frecuencia los años siguientes...
Uno de los carteles que los manifestantes llevaban en la manifestación contra Sanjurjo en Sevilla (Ahora, 14/08/1932) |
Azaña dejó escrito sin matices lo que pensaba del tema:
"Fusilando a Sanjurjo, haríamos de él un mártir, y fundaríamos, sin quererlo, la religión de su heroísmo y de su caballerosidad
(...)
Más ejemplar escarmiento es Sanjurjo fracasado, vivo en presidio, que Sanjurjo glorificado, muerto."
(Memorias de Azaña, 25/08/1932)
Sanjurjo era el militar más popular de España. Sus exitosas campañas militares habían puesto fin a la guerra de Marruecos: el "Vietnam español" que esquilmaba el presupuesto nacional y llenaba de luto los hogares.
Tampoco debe olvidarse que Sanjurjo había contribuido decisivamente al feliz advenimiento de la II República.
No se podía fusilar a Sanjurjo sin crear un mito, pero, a cambio, trataron de humillarlo.
El Gobierno quería que el pueblo viera a Sanjurjo pidiendo clemencia, pero pincharon en hueso. El viejo general no estaba dispuesto a poner las cosas fáciles. Reconoció a familiares y amigos que había perdido. Sabía su destino en caso de fracaso y lo aceptaba.
Prohibió que se pidiera clemencia en su nombre, y dedicó el tiempo que le quedaba a poner en orden su vida, contrayendo matrimonio con María Prieto Taber con la que mantenía una relación sentimental.
—Voy a pasar por la sola emoción que me queda experimentar en la vida: la de verme frente a un piquete.
El propio Azaña lo reconoció en sus memorias:
Le he hecho decir (al abogado de Sanjurjo) que haga la petición por escrito, en nombre de Sanjurjo, y no puede porque Sanjurjo se niega a que se solicite en su nombre. (25/08/1932)
Josefina Carabias, por aquel entonces era una jovencita aprendiz de periodisto, cuenta en sus memorias que recibió el encargo secreto de Azaña de entrevistar a la madre de Fermín Galán (fusilado en el intento de golpe de Estado de Jaca), con el fin de ablandar a la izquierda más radical.
— ¿Usted sabe que la madre del capitán Galán ha ido a pedir a don Niceto el indulto de Sanjurjo?
— Sí, he visto una foto en la Redacción del periódico. La publicarán mañana. Tal vez la saquen antes los de esta noche.
—Bien, pues don Manuel querría que usted fuese a ver a esa señora, que le haga una interviú.
—Nada más fácil. Está siempre en su casa y yo sé dónde vive. El inconveniente es que tendría que consultar con el periódico. Yo no suelo hacer todavía lo que quiero.
Hago lo que me mandan o consulto lo que se me ocurre. No creo que a estas horas haya tiempo de que eso salga mañana por mucha prisa que me dé y suponiendo que me lo acepten y que no lo haya hecho ya otro.
—Usted no se preocupe que ya habrá quien se encargue de que le hagan sitio para ese reportaje. Hágalo como cosa suya o del periódico. Nadie debe saber que ha sido don Manuel el inspirador.
(Los que le llamábamos Don Manuel, Josefina Carabias. Plaza & Janés, 1980)
La entrevista se publicó en la página 5 del periódico Ahora del 26 de Agosto de 1932.
La madre del capitán Fermín Galán a la salida del Palacio, después de solicitar el indulto de Sanjurjo. (Ahora, 26/08/1932) |
25 de Agosto. Día del indulto.
10:30 am. 1ª reunión del Gobierno. Palacio de Buenavista.
Empiezan a llegar Ministros a la sede del Ministerio del Ejército donde Azaña ha convocado al Gobierno. Los ministros rehuyen a los periodistas y manifiestan no conocer el contenido de la sentencia.
Azaña intenta hacernos creer en sus memorias que el Gobierno no había tratado con anterioridad el asunto.
Yo no me lo creo, pero fuera como fuere, el Gobierno (con Azaña a la cabeza) votó aquella mañana a favor del indulto. Sólo se opuso el Ministro del Interior Casares Quiroga.
La prensa informó que el Presidente de la Sala 6ª del Supremo quedaba en su despacho "por si el Gobierno resuelve pedir informe a la Sala para el indulto." (Ahora, 26/08/1932, pag. 4)
13:00 am. 2ª reunión. Palacio de Oriente.
A las 12:35 los ministros se dirigen al Palacio de Oriente en sus coches oficiales para reunirse con el Presidente de la República.
Antes de subir al coche, Azaña lo confirmó oficialmente a la prensa: la sentencia era pena de muerte para el general Sanjurjo.
Según cuenta Azaña, Alcalá Zamora se mostró conforme con el indulto y discutieron sobre el lugar donde recluir a Sanjurjo.
Pensaron en la prisión de Ocaña, pero estaba demasiado cerca de Madrid y temían se convirtiera en centro de peregrinación. Finalmente se acordó ingresarlo en la apartada prisión de Dueso (Santoña)
Buena prueba de la improvisación reinante es que decretaron, deprisa y corriendo, convertir la cárcel en prisión militar, ya que Dueso era una cárcel de presos comunes.
El Gobierno pretendió denigrar la imagen del viejo héroe de Marruecos obligándole a cumplir condena entre presos comunes.
Sin embargo, cuando Azaña fue abordado por los periodistas al salir de palacio, se calló el acuerdo recién adoptado.
—A usted le corresponde darnos hoy la referencia.
—¿Qué referencia? contestó el señor Azaña. No hay ninguna referencia que dar.
—¿Pero y la sentencia? le preguntaron. ¿No hay nada relacionado con ella?
— La sentencia—contestó el presidente del Consejo—ha sido conocida por el Gobierno a las once de la mañana, y tenemos siete horas para ejecutarla.
Ahora veremos si procede reunirse antes que transcurra el plazo, para deliberar. (Ahora, 26/08/1932, pág. 4)
Azaña abordado por los periodistas a la salida del Palacio de Oriente. (Ahora 26/08/1932) |
El Gobierno mantuvo la tensión a propósito.
Estaba acordado el indulto, pero quisieron hacer perder toda esperanza a la opinión pública, para mostrarse indulgentes después.
17:30 pm. 3ª reunión del Gobierno. Congreso de los Diputados.
El Gobierno se reúne de nuevo por la tarde, esta vez en el Congreso.
Los periodistas se aglomeraban a la puerta del despacho Presidencial. Había la expectación típica de los grandes acontecimientos políticos, la gente no cabía en los pasillos, pero Azaña seguía sin soltar prenda.
—¿Pero qué han acordado ustedes respecto de Sanjurjo? —preguntaban.
—Lo que hayamos acordado respecto de Sanjurjo tiene que conocerlo el Presidente de la República antes que ustedes.
Con esto, los dejé plantados y me fui.
(Memorias de Azaña, 25 de Agosto 1932)
20:45 pm. 4ª reunión. Casa particular del Presidente de la República.
Azaña se dirigió al domicilio particular de Don Niceto acompañado por su cuñado.
Pidió los periodistas no ser fotografiado "para una cosa como ésta" y tuvo un altercado con uno de los escoltas de Alcalá Zamora.
La reunión era una pantomima. Duró 5 minutos. No hacía falta repetir lo que ya habían acordado por la mañana.
POR FIN, a la salida, Azaña comunicó a los periodistas que el Presidente de la República había conmutado la pena de muerte a D. José Sanjurjo por la de cadena perpetua.
Y sin más declaraciones, desapareció en su coche oficial.
* * *
El General se había negado a que le hicieran lectura de la sentencia. La firmó, volvió a su celda sin hacer declaraciones, y se dispuso a pasar el tiempo que le quedaba jugando al mus con su hijo y su ayudante.
A última hora de la tarde escuchó, de nuevo en silencio, la notificación del indulto.
Esa misma noche fue trasladado a Cantabria entre fuertes medidas de seguridad. Ingresaba en Dueso a las 10:00 de la mañana siguiente.
Azaña comunicaba a los periodistas que todo había terminado.
— Esto ha terminado señores.
* * *
Después de la Sanjurjada, el Gobierno de Azaña cerró la mitad de la prensa española. Incautaron las fincas rústicas de la nobleza para ensayar gratuitamente la Reforma Agraria, y aprovechó para aprobar, deprisa y corriendo, el Estatuto Catalán.
Todo, ante el sepulcral silencio de una opinión pública amordazada y el aplauso de la prensa corifea del Gobierno.
Hoy sabemos que Azaña se equivocó. La historia no había terminado.
Faltaba el “a la última va la vencida” del general Sanjurjo, pero eso fue 4 años después, el 17 de Julio de 1936.
Antes, hay que contar otras cosas que ocurrieron en esta Crónica política de la 2ª República.
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