Sucesos de Castilblanco y Arnedo – La Segunda República a tiros

Castilblanco y Arnedo: dos avisos sangrientos al comienzo de la Segunda República

Campesinos detenidos en Castilblanco

En los primeros meses de vida de la Segunda República española, antes de que los discursos se asentaran y las promesas de cambio tomaran forma, el país recibió dos bofetadas que dejaron marca: Castilblanco y Arnedo

Dos pueblos. Dos fechas separadas por cinco días. Y dos estallidos de violencia que pusieron en evidencia algo que muchos preferían no mirar: la República nacía con los pies metidos en pólvora.

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El 31 de diciembre de 1931,  en un rincón olvidado de Extremadura, un linchamiento colectivo acabó con la vida de cuatro guardias civiles. La prensa tituló con horror; el Gobierno improvisó; los historiadores aún discuten si aquello fue justicia popular, venganza o desesperación.

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Entierro de las víctimas de Arnedo

Cinco días después, en La Rioja, durante una manifestación obrera que celebraba un acuerdo —sí, celebratoria—, la Guardia Civil respondió a un incidente aislado con una descarga de fusilería que dejó 11 muertos, entre ellos mujeres y niños. Era Arnedo, y el futuro se tiñó de sangre antes de haber empezado.

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Ambos episodios fueron discutidos en el Parlamento, usados por unos y otros como arma política, y enterrados bajo informes contradictorios, declaraciones cruzadas y una certeza incómoda: el nuevo régimen usaba las mismas balas que el anterior.

Aquí se recogen ambos sucesos, no como anécdotas aisladas, sino como síntomas. Porque si algo dejaron claro Castilblanco y Arnedo es que cuando el Estado llega tarde, y el pueblo desconfía, el caos no necesita mucho para estallar.