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| "D. Manuel Azaña, con su aire inalterable, ante la mesa del colegio electoral donde acaba de depositar su voto." (Ahora. 30/06/1931. Pág 19) |
Las Cortes Constituyentes de la II República: Ilusión, trileros y el arte de tropezar cinco veces con la misma piedra
Introducción: cuando todo empieza con trampas
En el capítulo anterior dejamos al rey Alfonso XIII preparando la maleta con más discreción que dignidad. El detonante: unas elecciones municipales que, sin pedir permiso ni seguir el protocolo, se transformaron en un plebiscito encubierto.
El resultado fue la llegada de la República. Los miembros del hasta entonces “Comité revolucionario” se autoproclamaron “Gobierno Provisional” con la rapidez de un truco de prestidigitador.
Nacimiento del Gobierno Provisional: ni elecciones ni programa, pero mucho entusiasmo
El Gobierno provisional republicano del 14 de abril de 1931 no fue elegido por nadie. Nació de unas elecciones administrativas, y sin oposición alguna, se arrogó todos los poderes del Estado.
Aquello no fue una transición, fue un asalto con firma de notario.
Se habían repartido las carteras 6 meses antes en San Sebastián, cuando todavía eran unos insurgentes. Querían compartir entre todos la responsabilidad política por si la cosa venía mal dada.
Vaya por delante que fue el pueblo español quien dio carácter de plebiscitario a las municipales, pero el nuevo Gobierno no traía un programa electoral respaldado por nadie. Era un gobierno en funciones constituido cuando los nuevos Ministros todavía eran unos insurgentes que solo representaban a sus personas.
Aún así, reformaron a golpe de decreto antes de que se formara el nuevo Parlamento e implantaron cambios profundos en todos los ámbitos, desde la religión hasta la cuestión agraria.
Pero claro, cuando gobiernan churras con merinas, tarde o temprano llegan las grietas. Y llegaron. La dimisión de los conservadores Alcalá Zamora y Miguel Maura el 14 de octubre fue el primer indicio de que el Gobierno era tan sólido como una promesa electoral.
Las elecciones a Cortes Constituyentes
El Decreto electoral: cambia todo para que no cambie nada
Uno podría pensar que, ante la oportunidad histórica de unas elecciones constituyentes, se redactaría una nueva ley electoral a semejanza de las democracias más avanzadas. Iluso. Se optó por parchear la de 1907 con un decreto y listo. Una reforma tan profunda como cambiarle el sombrero a un muerto.
- Quizás te interese también: La Ley electoral de la II República.
Las circunscripciones se ampliaron, los curas y las mujeres fueron declarados elegibles (no electores), y se bajó la edad para votar. Eso sí, solo los hombres. El Gobierno Provisional, tan moderno y progresista, tenía miedo de lo que pudieran votar las mujeres. A saber:
- Que votarían lo que dijeran sus maridos.
- Que perturbarían la paz del hogar.
- Que votarían al dictado de las sotanas.
- Que antes de los 45 había merma de la voluntad, la inteligencia y la psiquis femenina (sic).
No es humor negro, es literal.
El caso es que todos coincidían en condicionar el voto femenino ante la posibilidad de que no les fuera favorable y optaron por lo seguro: impedir que votaran.
Clara Campoamor: una cuota inesperada
La posterior entrada de Clara Campoamor en el Parlamento fue un accidente histórico: pretendían colocar a alguna mujer como florero y se les coló una parlamentaria de verdad.
Campoamor consiguió incluir el sufragio femenino en la Constitución con oratoria y una ayudita inesperada: el 40% de sus señorías estaban ausentes el día de la votación. A veces el absentismo salva democracias.
Aún así, estuvieron a punto de dejar a la diputada con la miel en los labios. Lo explico en el artículo dedicado a la Constitución Republicana.
El casta no muere, se reinventa
Aunque el régimen cambió, los vicios siguieron igual. El Gobierno estaba formado por una amalgama de personalidades unidas solo por su oposición a la monarquía.
Las diferencias ideológicas ya se habían hecho evidentes cuando la quema de iglesias del segundo domingo de mayo; a pesar de todo, se presentaron juntos a las elecciones. La misma coalición Republicano-Socialista de las municipales, se convirtió en la candidatura “oficial” de las elecciones a Cortes Constituyentes dos meses después.
Oficial no por legalidad, sino porque ahora tenía tras de sí toda la maquinaria del Estado.
¡Y tanto! Si los monárquicos habían ganado en las municipales de abril (22.150 ediles frente a 5.875 republicanos), en las elecciones de junio solo uno abiertamente monárquico entró en el Parlamento, el conde de Romanones. Todo lo demás fueron cambios de chaqueta. La república no barrió a la casta: les cambió el logo.
De los 12 miembros del Gobierno Provisional, el Presidente había sido dos veces Ministro de su Majestad, ocho fueron diputados en varias legislaturas y los tres restantes concejales.
En resumen: el Gobierno Provisional de la II República fue una coalición de conversos, idealistas y veteranos del turnismo reciclados para la ocasión.
| Don Niceto Alcalá-Zamora fue Ministro de Fomento y de la Guerra en la Restauración. |
Javier Tusell, pionero en el estudio de estas elecciones, las describió como "a medio camino entre el caciquismo y una verdadera democracia".
El historiador, nada sospechoso de anti republicanismo, reconoce que “estas elecciones conservan todavía, por lo menos en parte, la tipología propia de las de la época de Alfonso XIII” [Las Constituyentes de 1931: unas elecciones de transición. página 210].
Desde mi punto de vista, "por lo menos en parte" peca de benevolencia. El Gobierno constituido a dedo por políticos que habían forjado sus carreras en el resabio de la Monarquía, no tuvo la menor intención desmantelar el entramado caciquil: lo pusieron a su servicio.
Gente de orden, liberales perdidos y monárquicos despechados
La derecha era una sopa espesa. Había de todo: aristócratas que soñaban húmedo con la monarquía, clases medias desideologizadas (hoy diríamos "indecisos"), liberales, republicanos tibios y monárquicos reconvertidos. Todos ellos: gente de orden (como se decía en la época).
Muchos habían votado república porque estaban hartos del rey. Otros porque creyeron, ingenuos, en la modernización del país.
Poco sabían que la república que votaron duraría poco en su versión liberal. Los ataques a la Iglesia, a la propiedad y a la prensa conservadora acabaron con cualquier luna de miel.
La violencia de siempre, pero al revés
La campaña fue, como era costumbre, violenta. La novedad consistía en que eran las izquierdas quienes reventaban los mítines de las derechas ante la mirada impasible de la policía.
En Oviedo, Lérida y Valencia, los partidos de centro y derecha tuvieron que retirar sus candidaturas ante la violencia desplegada por sus rivales, mientras el Gobierno miraba para otro lado.
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| "Uno de los oradores que hablaba desde un balcón de la calle Mayor, fue interrumpido por uno de los del público dando mueras a la monarquía." (Ahora, 13/06/1931, pag 3) |
En la coalición Republicano-socialista, los partidos burgueses de izquierda celebraban mítines con socialistas y separatistas, a los que no eran invitados los republicanos conservadores de la coalición.
Republicanos si, pero no revueltos.
La campaña electoral: república a la carta
A la coalición republicano-socialista no le unía la ideología, era una alianza táctica para ganar elecciones.
Se sabían vencedores y se dedicaron a recorrer las provincias ofreciendo promesas imposibles de cumplir. Cuando les convenía iban juntos, cuando no, por separado, en una loca carrera por diferenciarse dentro de aquel extraño cóctel de fuerzas sin conexión política.
Para muestra, un sucinto resumen de lo que se decía en los mítines:
Mientras el conservador Maura (Ministro de Interior) recordaba en un discurso: "fueron las clases de orden, junto con las clases proletarias, las que triunfaron el 12 de abril en las urnas, y no había derecho a tomar el poder exclusivamente en beneficio de una tendencia",
Azaña (Ministro del Ejército) insistía en la necesidad de una política de corte jacobino: “la república ha de ser radical o no será”.
Lerroux (Ministro de Exteriores) apuntaba más centrista: clamaba por que la República“se fortaleciese dentro de la justicia social y económica y se reconciliasen las diversas clases sociales”
Indalecio Prieto (Ministro de Hacienda) odiaba tener que participar en un Gobierno burgués, pero se sacrificaba por considerarlo "un tránsito hacia la meta de los socialistas, que es una República social".
Y así, con este cóctel molotov disfrazado de coalición, llegó la primera crisis de Gobierno a los tres meses de constituirse las Cortes. ¿Quién lo habría imaginado?
Una Constitución sin pueblo y sin equilibrio
Con la derecha acorralada, la victoria estaba cantada. Republicanos de izquierda y socialistas, que nunca habían sacado más de 50 escaños en la monarquía, arramplaron con 400 de los 473 escaños del Parlamento.
Evidentemente, la nueva mayoría ratificó al Gobierno provisional, y convirtió en leyes la política de decretazos que venían realizando desde el 14 de Abril.
No hubo contrapeso. No hubo oposición. Y claro, cuando nadie te lleva la contraria, puedes hacer lo que quieras. Hasta aprobar Constituciones.
Las Cortes Constituyentes, las quintas en menos de un siglo, redactaron una Constitución que nunca se sometió a referéndum. Tenían miedo de que el pueblo dijera que no.
Con la derecha desaparecida y la izquierda sobrerrepresentada, y el resultado fue una Constitución inhabitable para gran parte de los españoles y nada tranquilizadora para el resto.
Ortega y Gasset: del entusiasmo a la vergüenza ajena
"No es esto, no es esto."
Con esa frase, Ortega zanjó su desengaño. Había apoyado la caída de la monarquía. Había sido uno de los arquitectos intelectuales del cambio.
Pero al ver en qué se había convertido la república, fue el primero en pedir una rectificación. Nadie le escuchó.
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| Discurso de Ortega y Gasset en el Ateneo conocido como "Rectificación de la República." |
Conclusión: una historia vieja con nombres nuevos
La II República nació con promesas de regeneración, modernidad y justicia. Acabó, en su primera fase, siendo una reedición del caciquismo con lenguaje renovado y estribillos republicanos.
Los partidos se vistieron de izquierdas, pero mantuvieron las formas del viejo régimen. Las Cortes se llamaron Constituyentes, pero actuaron sin el respaldo del pueblo. Los nuevos políticos llegaron como salvadores y se comportaron como dueños.
Lo de siempre: otro "trágala" con bandera nueva.





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